Para quienes por circunstancias diversas hemos tenido que prescindir del uso de nuestros modestos autos, que están temporalmente reposando en casa, acostumbrarnos al uso del transporte colectivo es un verdadero suplicio, en vez del disfrute de un servicio, como debe ser en cualquier parte del planeta donde existan modales, respeto por el otro para con nosotros mismos y autoestima.
Desafortunadamente en esta histórica Ciudad Bolívar el uso del transporte colectivo comienza desde el mismo instante cuando usted solicita el servicio a través de la consabida seña para solicitar al conductor que detenga la unidad. Como no existen paradas demarcadas por la municipalidad, los conductores se paran como, cuando y donde les viene en ganas, tanto para cargar, como para descargar. Así que lo primero debe hacer para disfrute de chofer y colector es correr detrás de la unidad que se va a detener donde se le ocurra al piloto.
Luego apenas intenta abordarla, la voz del colector no se deja esperar, Pasaje en mano, son 50 bolos, sino no se monte., pese a que el pasaje está regulado en 35 bolívares. "Colabore, avance por el pasillo, colóquese de lado, no se agarrase de allí, hágalo del otro lado, colóquese de lado que allí en ese huequito cabe otro. Si se trata de una dama el trato irrespetuoso es el mismo, dale mi amor, mira tu mamita, flaca o gorda, la vestida de azul, amarillo o rojo, ruedate mamita pégate más que no te va a pasar nada, allí cabe otro, págate, pégate y así hasta que llevan al pasajero al borde de la asfixia. Cuando alguien se va a quedar, es otro show, porque de lo apretado tienen que comenzar a recostarse uno sobre otro y el que baja, tratar de estirarse lo más posible para lograr abrirse paso entre aquel apretado tejido humano, que con el clima, el candente sol y la falta de ventilación de buses y camionetas hacen de aquello una masa rostisada.
Aunado a todo este abuso e incomodidad, está la estridente música, en el mejor de los casos con letras de doble sentido, sin importar la presencia de niñas y niños. Ah..y que a nadie se le ocurra pedir que bajen el volumen o reclamar lo obsceno de la letra, porque entonces le piden desalojar la unidad. ¡..Para poner coto a esto no hay autoridad en ninguna instancia..!.
Para coronar el cocktail, la guinda del vaso son los los vendedores y pedigüeños, que le ofrecen desde un lápiz de grafito, hasta una oración o indulgencia divina por el módico precio que va desde 200 bolívares el combo. Los segundos del menú, son los que piden desde para completar el precio de un medicamento, para tomar un café, un desayuno, para un pasaje o para el funeral de alguien de la "familia, que se le ocurrió matar" ese día, para cuadrar la chamba. Aquí también va lo suyo, si no satisface al solicitante, cuyo obsequio va desde un agresivo gesto, una matona mirada, hasta la amenaza verbal. ¡..Ah no pueden ser solidarios, así por las buenas, pero cuando le ponen una pistola o un cuchillo, ahí se cagan y entregan todo..! Esta es una apretada semblanza de lo que representa en Ciudad Bolívar, el uso del transporte colectivo.