Los venezolanos somos muy dados a generalizar y muy frescos a la hora de insultar. Hasta en amistosas chanzas utilizamos las "palabrotas" cargadas de diversos componentes. Por lo general los insultos aluden también a la discriminación social o racista.
Uno de los segmentos sociales mas maltratados es el de la trabajadoras sexuales, conocidas en el léxico popular, como "Putas", que dicho sea de paso, no es n ninguna "grosería" o mala palabra, pues aunque su origen es indeterminado, al menos su mayor uso proviene del latín (Putta muchacha) Puttana, Diosa menor de la agricultura, expresión que significa poda, desramar. También está la "putanesca", una rica salsa para la pasta, surgida en la post guerra. Lo cierto es que acá, el "hijo de puta" se lo aplicamos cariñosamente a un amigo, cuando por ejemplo queremos decirle que nos está mintiendo o nos ha jugado una broma pesada, por ejemplo: "Hijo e' puta me mamaste el gallo, con lo de la rumba". Pero igual se lo aplicamos a un perverso, tracalero y muy especialmente a los politiqueros, claro que para este segmento de la sociedad, la denominación es universal, solo que en el caso de las españolas realizaron una manifestación de putas y la pancarta principal, aclaraba: "Los políticos no son nuestros hijos"· Las nuestras han hecho mutis y también como buenas madres, los asumen como hijos.
El problema está en que el adjetivo "Puta", desde el punto de vista de la "sociedad" es un despectivo para estigmatizar a las damas pobres, que por falta de oportunidades, de formación académica, por mala orientación en su pubertad y por tantos causales que pudíeramos enumerar, migran al trabajo sexual, como medio de vida para ellas y los hijos que en esta sociedad machista, como madres sorteras han procreado.
Ah pero la encopetada, que se deja llevar a la cama por cualquier corrupto, a cambio de jugosos contratos para la empresa de la familia, para viajes de placer al exterior, para adquirir el auto último modelo, vestirse con las o los diseñadores de moda o, para ingresar a una universidad distinguida apta solo para la alta sociedad, esa no es puta. Esa es una joven emprendedora, lista que no se rinde ante la adversidad, sino que es echá pa' lante. Dejemos hasta aquí a nuestras humildes y caritativas chicas y migremos a otro renglón.
Los inofensivos, maltratados y sometidos a un criminal exterminio, los gorilas, son otras víctimas de los insultos· Cuando en el mundo de la política surge algún mal engendro de la naturaliza, como Pinochet, Viola, Michelleti, Stroesner, Onganía, Fujimori, o los de la IV República en Venezuela, entonces recurrimos a la nada justa expresión, esos son gobiernos gorilas, o ese general que tomó el poder es de los gorilas militares, que atropellan al pueblo. No hay razón para ofender a estos nobles animales, cuya única reivindicación la recibieron de Edgar Rice Borrougth, quien a través de la historieta "Tarzan", los dignificó, puesto que fueron los únicos que ante la tiranía del blanco imperial, le dieron la guerra, con el grito de "Krigaaaa...bundolo." y prefirieron morir bajo el filo del cuchillo del fiero invasor, antes que doblegarse y servirle. Claro que allí el autor se afincó con furia, contra los nativos, los negros de África, que de acuerdo a la obra son menos dignos e inteligentes, que los "monos", epíteto de la oligarquía y la burguesía para identificar a los venezolanos de piel oscura, producto del sincretismo que se dió en el proceso de invasión y sometimiento del imperio español, que acabó con buena parte de la población originaria y la sustituyó por europeos y con esclavos traídos del África, adquiridos allá como mercancía, vendidos por los monarcas de ese exótico continente. De ese sincretismo, salieron los "monos, o macacos", que la sociedad mira por encima del hombre, aunque son quienes les mantienen con vida.
También la piel oscura da origen a insultos racistas que incluso los aplicamos quienes somos hijos de esa mezcla, pero alimentados con los reflejos condicionados, recibidos desde que nacemos, no es obstáculo, para cuando alguien, que es un poquito más oscuro y comete un error, apostrofarle: "Negro tenía que ser". o por eso es que "Negro ni pa' rodapié". En ese afán de satanizar la piel negra, por lo general, como a manera de halago, te dicen: vos sois moreno, no te dejéis decir negro ni jugando. En todo caso, afrodescendiente. En esta línea, negro, es un insulto.
Otro caso es el de "Indio", calificativo, que por un error histórico se convirtió en gentilicio, pues fue la ignorancia supina de un pirata llamado Cristóbal Colón, que confundió a nuestro continente con las "Indias Orientales", a las que iba en busca de especies y otras riquezas que nada tenían que ver con las nuestras que encontró por accidente. Cuando llegó a este paraíso, pensó que estaba en las costas asiáticas, en las de Japón, más concretamente.
Américo Vespucio, corrigió el error geográfico, pero el lingüístico se perpetuo y hasta hoy nos siguen llamando "indios", lo que también ha devenido en mácula, producto de los reflejos coloniales que seguimos recibiendo y por ello cuando queremos ofender a alguien le decimos: "Ese carajo es indio e' bola" o "Parece indio". "Ese no sabe un carajo, anda tirando flechas".
Otras víctimas son los perros, pues, cuando queremos denigrar de alguien, nos referimos como: Ese tipo es un hijo de perra. Si nos portamos mal con una fémina inmediatamente, para definirnos expresa: Ese desgraciado, es un perro. ¿Que culpa tiene el mejor amigo del hombre de las tropelías que cometemos los humanos?
Los insultos siempre van cargados de exclusión. Excepto el que está de moda ahora por uso tanto en la oposición como en el gobierno, que es el de "Coño e' madre", que también lo utilizamos, como afectivo, cuando es dirigido a amistades, ejemplo: "Que coño e' madre, te comiste la torta solito, solita". Pero cuando le queremos dar la connotación real, que es para definir a un ser abyecto, despreciable, entonces decimos: "Ese es un rolo de coño e madre" o "Ese desgraciado es un coño de su madre" y aquí si es verdad que no va implícito el racismo o discriminación social, Se aplica en el lato y justo sentido de la expresión. El resto de insultos van cargados de racismo y discriminación.