La navidad llegó al Palacio. ¡Sí señor!. El 1 de noviembre el Presidente y sus invitados decretaron el inicio de las pascuas navideñas. Por Venezolana de Televisión y sus canales hermanos vimos al señor Jorge Rodríguez con aires de Rey Gaspar, con presentes de oro, y al señor Elías Jaua cargando los paquetes de la mirra de Melchor. Por su parte, Aristóbulo Istúriz, quien tenía al lado a Chaderton, llegó con el incienso como si fuera Baltazar. Se preguntaban dónde estaría Carreño, y por qué no habría llegado Tareck. Al fondo se oía " Nosotros vivimos bajo e´la matica, verano con ella y ella verdecita". Prevalecían los cantos y los bailes. Todos celebraban con parrandas.
Mientras tanto, Sur adentro, indígenas de las comunidades Sanema, Pemón, Warao, E’Ñepa, Hoti, Pume, Mapoyo, Kariña, Piaroa, Ye’Kwana y otras, no encontraban dónde meterse. Tractores con enormes orugas, camiones anchilargos, vehículos 4x4, autobuses de gran tamaño, carros especiales transportadores de cianuro, drones y palas mecánicas, ocupan esos espacios y arrasan lo que se les atraviese, por orden presidencial, Arco Minero mediante. Los ancestrales pobladores de esas tierras, ven gente que hablan lenguas que ellos no entienden, y no les pueden decir que no toquen sus espacios sagrados. Hasta allá llegaban también los acordes pre-navideños de "Viva Venezuela mi Patria Querida".
En la imagen de la televisora de todos los venezolanos, dominaba el verde y el rojo propio de las festividades. Se oía la voz de uno de los Rodríguez dándole la bienvenida al diálogo y a la paz, y Nicolás felicitándolo por la astucia y el compromiso con "el pueblo". El anfitrión le preguntó a Elías si por fin había sentado a los "terroristas, "traidores" y "vende patria", y el "protector" mirandino, con una satisfacción a flor de piel, resaltó los diálogos de paz de este momento como su triunfo. Entre unos y otros susurraban: " Aquí nos quedamos hasta el 2100". Como fondo musical se oía ahora "Alumbra, Alumbra, Alumbra, Alum…, Alúmbrame el zaguán". Elías le piropeaba el traje a Jorge, y éste hacía lo mismo con la nueva chaqueta de Elías.
No tan lejos del jolgorio, estaba María Margarita, con José Antonio y Carmen Josefina, sus dos hijos. Los tres escarbaban las bolsas de basura buscando un pedazo de pan, una media arepa o algún pedazo de casabe para mitigar el hambre del día. Ellos tenían la esperanza que entre los basurales del restaurant consiguieran algo para ellos y para llevar a la casa donde los esperaba la abuela de los niños y dos hermanitos a quienes también debían alimentar. En el televisor del negocio se veían los parranderos que cantaban: "María dale paleta. María Paleta.."
El programa del canal del estado seguía. Le tocaba el turno a la Cruz del Ávila. Tal como se cuentan las doce campanadas, comenzó la cuenta regresiva. Jorge y Elías, tal vez esperando a Tareck y Carreño, estaban emocionados, querían aplaudir, pero contaban: 10, 9. 8,…3, Cuando iban por el tres la cruz se encendió, sin embargo llegaron hasta el Ya.., y el Presidente metió el dedo en el botón. La parranda seguía, y los tamboreros le daban con fuerza a los cueros: "Córrela, córrela, córrela, córrela pa´ya, no hay que darle gusto a la humanidad".
Francisco Santos Nieto, a esa hora, estaba en la cama de un hospital con una emergencia hipertensiva expresada en una enfermedad vásculo cerebral aguda, lo dominaba un dolor de cabeza intenso y por momentos se sentía ausente. Los médicos mortificados caminaban de un lado a otro. No conseguían hacerle ni una radiografía, ni una tomografía que era lo indicado, tampoco había analgésicos en el hospital. Los familiares recibieron unos récipes para que compraran las medicinas en las farmacias. Como pudieron juntaron plata, pero en ninguna parte conseguían los remedios. El Taxista les dijo que ya no podía prestarles el servicio, pero que podía devolverlos al hospital. Ellos accedieron. Unos familiares estaban llorando en el portón de entrada. Francisco era trasladado a la morgue. En el radio del taxista sonaba: "Caracas, Caracas, yo te canto noche y día".
La fiesta seguía. Se atacaba a la derecha entreguista e imperialista. Se olvidaban que, desde hace un tiempo, el anfitrión y su séquito están intentando entregar a las empresas Gold Reserve, Barrick Gold y otras semejantes, 112000 Km.2 de la República. Quieren amputar nuestro territorio. Invocaban al socialismo, y aún no se sabe si exaltaban al socialismo sueco o al socialismo del siglo XX. Resaltaban la izquierda, y se olvidaban que muchos jóvenes de izquierda salen del país a buscar un destino que no encuentran en la República. Familias desarticuladas viviendo en diferentes partes del mundo. Muchos viviendo en condiciones muy precarias. Pero en el Wuaraira Repano la rumba continuaba y continúa: "Hay… dándole cuerda a un reloj, Reloj, reloj, reloj, Reloj que marca la hora, dándole cuerda a un reloj".
Esos "rumberos" olvidaban, si es que alguna vez lo supieron, que una bella y milenaria fiesta como la navidad, no se declara por decreto, ni se adelanta ni se atrasa. En tiempos de convivencia y bienestar se celebra con alegría, y en momentos de tragedia, se vive con regocijo y esperanza de un futuro distinto. Usarla para encubrir desastres cometidos desde el poder, evidencia una intolerable socarronería. También un enorme irrespeto para quienes las pascuas de la navidad representan, junto al pesebre, una singular celebración.
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