Una receptora del CLAPS en Parque Central no ocultó su molestia, cuando en la caja vio pastina. Múltiples, fueron sus argumentos sin incluir en ellos el de mayor peso: que cuando se es víctima de la guerra ocurren esas cosas y desgraciadamente, otras de peor calamidad. La exquisitez de seleccionar esto o aquello en el campo que sea, queda supeditada a los vaivenes de la conflagración.
Justo por esto último, me emociona el primer año de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción Socialista: quienes los integran han logrado soportar, enfrentar, sobreponerse y vencer una variada gama de dificultades dirigidas a derrotarnos por hambre.
Solo quien día a día encara los desafíos y amarguras que van desde la agresión de un vecino, o la lentitud de una burocracia ideada para que nada funcione bien, sabe que quienes están al frente de los CLAPS son verdaderos héroes y heroínas. Con todos los reclamos que se les pudiera hacer, se trata de mujeres y hombres cuyo papel histórico deberá algún día ser reconocido con la majestuosidad reservada para los actos patrióticos que toda estructura oficial asigna en estos casos.
Hace un año, ninguna y ninguno sabía nada en torno a la materia. La historia los sorprendió. La guerra los retó y ellas y ellos atendieron el llamado de la Patria. Gracias a su entrega, paciencia, dedicación y tozudez bolivariana hemos sobrevivido a la conjura capitalista que pretendía matarnos de inanición y acabar con nuestra decisión de ser independientes.
Han demostrado estas y estos carajos que, no en vano, son portadores de la sangre de los libertadores y las libertadoras que enfrentaron al imperio de siglos pasados; que son dignos herederos y herederas del temple de Hugo Chávez Frías, quien debe sentir un sonriente fresquito sonriente salido de la satisfacción de apreciar que sus lecciones y sacrificios no fueron en vano.
Aún en guerra, no dejemos de celebrar este primer año de promisorio horizonte. Hay que celebrar, así sea con crema de pastina.
¡Chávez vive…la lucha sigue!