¿Qué relación existe guarda Juan Vicente Gómez con los CLAP?

"La realidad histórica tiene muchas maneras de ocultarse.

Una de las más eficaces consiste en mostrarse a la vista de todos". Octavio Paz.

Cuando la justicia falla, cuando el hambrea campea, cuando las carencias se imponen entonces se hace presente la caridad como la opción providencial. Esto lo aprendió muy bien Juan Vicente Gómez después de estar muchos años al frente del gobierno de Venezuela. El gamonal de la Mulera, aposentado en Miraflores durante 27 años, jamás guió su ejecutoria gubernamental sobre la base de las líneas de un plan de acción previamente elaborado. En su caso no hubo un plan de gobierno a mediano o largo plazo. Planificadores de su gestión no fueron designados nunca. El Benemerito se guiaba por sus bucólicos criterios de hacendado latifundista, con un pragmatismo mezquino muy propio de un campesino acostumbrado a vivir en medio de esa "austeridad bárbara", para la cual basta con pocas cosas para sentirse satisfecho. Él no miraba el largo horizonte, los años por venir, la Venezuela del futuro. Nada de esto era considerado para tomar decisiones. Privaba en su gestión el día a día, las pequeñas cosas, los asuntos menudos, los puntos de cuenta de sus ministros, gobernadores, diputados, los chismes de familiares o allegados, o los petitorios de las personas que todos los días acudían a su casa de Maracay a solicitar favores: "denle los cien bolívares que está solicitando el paisano para comprar la medicina"; díganle al coronel Pachencho que deje quieta a la mujer del amigo Eleuterio"; "Entréguenle de parte mía la urna que necesita la señora Sinforosa para enterrar a su hija"; "Concédanle el pasaje al amigo de la causa, que va para Barcelona a ocupar su puesto de cónsul de mi gobierno"; "Otórguele le beca al joven Diógenes que quiere graduarse de abogado en Paris"; "adviértale al gobernador de Barinas que no traiga su carne ni sus quesos a Valencia pues este mercado me pertenece, yo lo surto con el ganado de mi hato El Charamisal". Así de este tipo eran las decisiones que tomaba el presidente Gómez mientras rigió los destinos del país. Eran, como puede verse, decisiones que resolvían casos particulares, individuales, específicos. Pero políticas de Estado de alcance nacional eran muy contadas. Uno de los pocos casos de una política nacional de Gómez fue la construcción de la carretera para unir los andes con Caracas. Otro caso fue el de las concesiones petroleras entregadas a amigos, familiares suyos y empresarios extranjeros. Mientras tanto, y en razón de esa carencia de políticas nacionales, la población del país se hundía en la miseria, sin posibilidades de empleo, padecía hambre, era víctima recurrente de terribles epidemias, como el paludismo, la gripe española, la peste bubónica, la fiebre tifoidea, la lepra, que provocaban muchas muertes y acababan con familias y pueblos completos. Fueron los venezolanos de los tiempos del gomecismo unas personas martirizadas, sufridas, laceradas, y si alguno de ellos, indignado por la mala suerte suya o la del país, se atrevía a la más mínima protesta, era inmediatamente enviado a la cárcel La Rotunda, donde le aguardaba una muerte dolorosa y temprana. Desde su despacho de Maracay el dictador Gómez se encargó de que fuera así de lacerante la vida de los venezolanos, pues, pensaba él que mientras más sufrimiento llevara sobre sus hombros este pueblo venezolano más necesidad tendría de una mano providencial, de un gendarme caritativo que lo socorriera eventualmente. Esperaba el Benemérito que ese pueblo beneficiado con la dádiva entregada por su caritativo presidente le agradeciera prosternado el gesto, que le fuera fiel, leal, afectuoso.

Tal es el fundamento de la trillada tesis del Gendarme Necesario, muy manoseada en nuestro país por los políticos de turno, una tesis que se soportó antes en las muy malas condiciones materiales de nuestro país, donde lo característico eran las carencias: carencias de escuelas, de hospitales, de universidades, de bibliotecas, de industrias, de empleo, de comida, de carreteras, de libertades, de partidos políticos, de instituciones de Estado; y que se soporta también hoy día en la situación de fragilidad del Estado Nacional, por la cual los gobernantes del presente usan a su libre albedrío las pocas instituciones políticas existentes en nuestro país, las conculcan y las ponen a su servicio; las convierten en instituciones de los gobiernos, y más precisamente, en instituciones del presidente de la República.

Con esa manera de concebir la gestión del presidente de la República, el hombre de la Mulera organizaba periódicamente grandes saraos, salpicados con jugosa y abundante parrilla, donde el pueblo aprovechaba para saciar su necesidad de comida. Otras veces se le ocurría inventar proyectos especiales, pero de efímera duración, como fue el de La Vaca, también llamado la Gota de Leche, consistente en la entrega, a hogares de familias muy necesitadas, de un litro de leche diaria. Esta leche se regalaba al consumidor, pero la cancelaba el gobierno al proveedor, que era el mismo presidente Juan Vicente Gómez, propietario de los hatos surtidores del cremoso líquido. Así entonces, ante la familia beneficiada, el presidente adquiría la imagen de figura providencial, salvadora, bondadosa, que por tan buena gestión debía mantenerse en la conducción de las riendas de la República.

Mucho se parece aquel invento gomecista al invento madurista de los CLAP. Ambos inventos se soportan no en planes políticos de largo aliento sino en iniciativas caritativas administradas por el presidente de la república. Por ser así es que no resulta ninguna casualidad que tal iniciativa presidencial haya sido ejecutada en una Venezuela atrapada por un contexto socio-económico demasiado calamitoso para la mayoría de los venezolanos. Al igual que ayer hoy en nuestro país tenemos un pueblo hambriento y sufrido, con carencias de todo tipo, provocadas por las torpezas de sus gobernantes actuales, que malversaron la extraordinaria oportunidad brindada en bandeja de plata, por un lado, por los altos precios internacionales del petróleo que llenaron de dólares las arcas del país; y, por otro lado, por el mayoritario respaldo popular proporcionado por el pueblo venezolano. Por ambas razones El Chavismo tuvo en sus manos cuantiosos recursos económicos y un poder político extraordinario, suficiente como para concretar cambios positivos en la realidad del país. Fracasaron y por su culpa Venezuela se encuentra hundida hoy en un inmundo lodazal, en el que nada se puede sacar en limpio. La realidad material y espiritual es trágica. Fracaso, carencia, destrucción, quiebra, ruina, corrupción, violencia, sufrimiento, hambre, son las palabras apropiadas para caracterizar el presente venezolano. Los números al respecto, escondidos por el gobierno de Maduro, pero publicados por otras fuentes no oficiales, así lo señalan. Veamos algunos de tales números.

  • De acuerdo con el economista venezolano Francisco Rodríguez, jefe de Torino Capital, entre 2012 y 2016 el PIB per cápita de Venezuela cayó 27,7%, un descalabro no sufrido nunca antes por nuestro país. Tamaña caída sólo la sufren aquellas naciones en situaciones de guerra.

  • Las reservas internacionales, que en 2012 se situaban en 30.000 millones de dólares, han disminuido hasta situarse al día de hoy en apenas 10.000 millones de dólares.

  • La deuda pública de Venezuela se ha incrementado exageradamente. Hoy día el monto de la misma sobrepasa los 200.000 millones de dólares. Los compromisos de pago que tal deuda genera, el llamado servicio de la deuda, comprometen cantidades altísimas del presupuesto nacional, al punto que, desde 2012, por Servicio de Deuda nuestro país está obligado pagar cada año mucho más de lo que invierte en salud y educación.

  • Entre el año 2013 y 2015 el déficit fiscal del Estado venezolano alcanzó la cifra de -11,5%, de -11,9%, y de -15,4%. En 2016 fue de 24%. Son datos por demás significativos. Nos hablan de la contracción y decrecimiento experimentado por la economía del país en estos años de gobierno de Nicolás Maduro. Son números demasiado altos. Son los más altos del continente americano.

  • De acuerdo con Ecoanalítica en 2016 la economía sufrió el peor desempeño de su historia, con una caída profunda de la producción, el consumo y la inversión, y su correspondiente incidencia en la pérdida de la calidad de vida de los venezolanos.

  • Nuestro país registra una inflación acumulada desde el año 2013 hasta diciembre de 2016, de más del mil por ciento, además de un decrecimiento continuo de la economía que ya dura cuatro años.

  • El año 2016 cerró con la materialización de la crisis más severa que haya enfrentado el país en toda su historia. El PIB se desplomó por completo y la actividad económica se redujo 16,7% en comparación con el tamaño ya reducido de 2015. En términos acumulados, en un período de tres años (2014-2016) la economía venezolana ha perdido 24,5% de su tamaño real. Esto quiere decir que la economía venezolana al día de hoy es similar a la que tuvo en el año 2005. Por tanto, podemos afirmar que Venezuela desperdició el boom de precios del petróleo más extraordinario de la historia y totaliza once años perdidos.

  • Durante los doce meses del 2016 ningún sector económico en nuestro país presentó crecimiento económico positivo. Todos los sectores de la economía venezolana presentaron una situación de recesión. Los sectores con mayor decrecimiento fueron construcción, comercios, instituciones financieras, seguros, y transporte, que en conjunto presentaron variaciones interanuales de 47,2%, 36,9%, 32,8% y 25,8%, respectivamente. Los únicos sectores que reflejan decrecimiento de una sola cifra son electricidad y agua, minería y servicios del Gobierno con 7,2%, 3% y 2,1%, respectivamente.

  • En general, el sector no petrolero de la economía nacional se contrajo 18,6% y acumula un descenso de 25,6% en el lapso 2014-2016.

  • El número de transacciones de los negocios que operan bajo el modelo de franquicia en Venezuela, bajó hasta en 30% en los dos primeros meses de este año 2017, en comparación con el mismo período de 2016. Los consumidores están comprando menos.

  • El consumo de alimentos en Venezuela ha caído desde el año 2013. Los hogares redujeron la ingesta de alimentos en 55 de los productos más demandados por los venezolanos. Los rubros que presentaron disminuciones importantes fueron: harina de maíz 16,5%, arroz 10,5%, pollo 7,4%, leche en polvo 7,5%, carne de res 7,3% y pasta 7,7%.

  • Según datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), durante el primer semestre de 2015 la tasa de pobreza fue de 33,1% y la pobreza extrema de 9,3%.

  • De las 1125 parroquias que existen en Venezuela, más de 20 registran tasas de pobreza del 100%, y hay más de 3 millones de personas pobres en las 30 parroquias urbanas más pobladas del país.

  • Los rubros con menor disponibilidad son precisamente los de primera necesidad, resaltando una escasez de medicamentos de 76% en hospitales públicos, según la Encuesta Nacional de Hospitales 2016.

  • En razón de la escasez de alimentos, de sus altos precios y de los bajos salarios de los trabajadores del país, dos de cada cuatro niños venezolanos presenta desnutrición.

  • La escasez de medicamentos en Venezuela es una tragedia visible en farmacias y hospitales. Se manifiesta en la falta de disponibilidad de 872 fármacos esenciales. Enfermos de cáncer, portadores del VIH, hipertensos y diabéticos, entre otros, deben peregrinar por las farmacias de todo el país en busca del tratamiento farmacológico que requieren para sobrevivir, conseguir que se lo envíen de otro país o caer en el mercado ilegal. Y según la Federación Farmacéutica de Venezuela nuestro país vive una "crisis humanitaria" debido al desabastecimiento de medicamentos, que se estima por el orden del 80 por ciento.

Esos datos son el espejo nacional. Reflejan un país convertido en añicos, un país arruinado, destruido principalmente por su presidente, sus ministros y demás funcionarios. Sin embargo en Miraflores parece que no ven ni sienten la tragedia nacional. Se dedican, en primer lugar, a discursear, a pronunciar charadas, a abarrotarnos todos los días de tediosas peroratas, profusas de muletillas y de promesas postergadas; y, en segundo lugar a improvisar. A falta de proyectos concretos, de planes de acción efectivos, de programas con miras a enfrentar y superar los problemas, se ensayan inventos, se improvisar tareas, se prueban iniciativas. Caso emblemático, los CLAP. Es este invento una versión mejorada de la Gota de Leche gomecista. Es un invento demasiado sencillo. Consiste en utilizar parte de los ingresos percibidos por nuestro país por la venta del petróleo en la compra de alimentos a distintos países, meterlos luego en bolsas o cajas, y llevarlos a los hogares de algunas familias afortunadas, preferiblemente militantes del PSUV, cuyos integrantes han adquirido el Carnet de la Patria. Así de básico es este invento presidencial. Es una historia ya conocida. La practicó en Venezuela el Bagre de La Mulera y de ella echa mano ahora el actual ocupante de la silla presidencial. Otra vez la caridad ocupa el lugar del gran plan de la nación. Otra vez la mano caritativa del Magistrado providencial se extiende hasta el hogar lloroso, adolorido, hambriento, depauperado, para hacer entrega de una bolsa contentiva de harina de maíz, de salsa de tomate, de espaguetis, de arroz, de aceite de soya, de leche en polvo y azúcar. Es una bolsa con los rubros básicos consumidos en las viviendas de los muchísimos pobres venezolanos. Con esta bolsa mensual se espera que sobrevivan sus miembros durante un mes. Treinta días, cuatro semanas. ¡Qué lentos transcurren los días en nuestro país! Y pensar que a esto lo llaman Revolución Bolivariana, la Socialista, la Humanista, la que vino a implantar la justicia. En verdad, se quedó en el arranque tal revolución. Pudo desplazarse, en un tiempo de 18 años, apenas unos milímetros. Se contentó con llegar ahí mismito, hasta la vuelta de la esquina, avanzó casi nada. Agotó toda su potencia inicial en un esperpento insostenible: los CLAP. Sin duda, es totalmente cierto. Cuando falla la justicia aparece la caridad.



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Sigfrido Lanz Delgado


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