El rostro severo del fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan contrasta con el rostro cariacontecido del presidente de Venezuela. La foto fue realizada el pasado día miércoles 03 del presente mes, en el Palacio de Miraflores, durante el acto protocolar por la firma del memorando de entendimiento entre el gobierno de Venezuela y la CPI., ocasión que sirvió para acordar el inicio de una investigación formal, a funcionarios del gobierno venezolano, acusados de haber cometidos actos violatorios de los derechos humanos en nuestro país.
La cara de Karim lo muestra en ese momento como una persona aplomada, fría, seca, serena. Sabe que millones de personas en Venezuela y el mundo están observando el acto con mucho interés. Comprende muy bien la trascendencia del acontecimiento y la inmensa responsabilidad que lleva consigo. Es la máxima autoridad de la Corte Penal Internacional, tribunal de justicia mundial al que se recurre cuando en algún país en particular los órganos del poder judicial no cumplen con sus obligaciones constitucionales y dejan que se violenten los derechos humanos de los ciudadanos sin investigar ni sancionar a los responsables. Entonces, el Fiscal debe mostrarse digno de su cargo: imparcial, correcto, confiable, honorable. Y es lo que se desprende de la observación de esa foto suya.
Mucho aplomo por parte de un funcionario circunspecto, sobrio, equilibrado, que no brinda margen para sospechas, desconfianza, recelos. Lo respalda además un voluminoso currículo académico y laboral que lo presenta como un profesional estudioso, con pleno conocimiento de la materia atinente a su despacho. Es abogado, de nacionalidad británica, con doctorado en derecho penal internacional y derecho internacional de los derechos humanos. No está en ese cargo como resultado de negociados politiqueros ni tramoyas ilícitas. Está allí porque es uno de los mejores profesionales de la CPI y fue designado siguiendo rigurosamente las normas legales de la institución que preside.
El otro rostro es el del presidente de Venezuela. Es un rostro extraño, desconocido para nosotros. No es el que estamos acostumbrados a ver del primer magistrado nacional cuando se presenta en los constantes actos públicos. No es el del hombre arrogante, autosuficiente, mandón, déspota, el del tipo que lanza dicterios a tirios y troyanos, del que cuando habla mueve sus manos en todas direcciones con violencia, el de los gestos estrambóticos, que profiere largos discursos llenos de palabrotas y sandeces. No es la cara del hombre mandón, autosuficiente, del que se sabe caudillo temido por quienes le rodean. No es la imagen del presidente altanero, estridente, el que siempre da órdenes, el de los largos y vacíos soliloquios, a quien su corte de felicitadores sonríe por cualquier gesto, acto o palabra. Todo lo contrario. Al presidente se le nota compungido, temeroso, contrariado, asustado, triste. Hasta dulce y buena gente parece el señor.
Pero nosotros sabemos que ese rostro santurrón es teatro puro. Las circunstancias lo obligan. A su lado no está ninguno de los miembros de su séquito de adulantes, esos que le aplauden sus morisquetas, sus bailes, sus mentiras, sus falsas promesas, esos que sonríen ante sus insultos y procacidades. Quien está a su lado no es el complaciente fiscal venezolano sino el Fiscal Karim Khan, funcionario de una institución mundial, que goza de libertad, autonomía y poder, y que ha venido a Venezuela con el expreso propósito de investigar los desmanes, tropelías y excesos de todo tipo cometido por funcionarios del actual gobierno venezolano que, de ser corroborados, implicarán para los responsables condenas de prisión, que serán cumplidas en cárceles situadas en tierras lejanas. Así que el mandón disfraza su rostro para presentarse como mansa palomita en procura de despertar compasión, piedad y clemencia de parte del Fiscal de la CPI. Compasión, clemencia y piedad que no ha tenido en todos estos años de gobierno suyo, con ninguno de los millones de venezolanos víctimas de su pésima gestión económica y social, víctimas también de las acciones represivas de las fuerzas militares y policiales que lo sostienen. No es ningún angelito. Es un desalmado presidente. Investíguenlo y senténcienlo. Para nosotros, el pueblo venezolano desamparado y lacerado, es culpable. Esperamos que para la Corte Penal Internacional también lo sea. Y también sus cómplices.