El voto como instrumento de poder político y la historia electoral venezolana

"La historia mundial puede leerse como el relato de unos individuos, todos nosotros,

que consiguen convertirse en ciudadanos,

que logran construir un espacio de libertad y de seguridad

para tomar sus propias decisiones por encima del poder del Estado,

y que consiguen regirse por leyes públicas, justas e iguales para todos".

Guillermo Altares. Los silencios de la libertad.

"El venezolano es demócrata, quiere la libertad,

por ella ha peleado y se ha sacrificado a lo largo de la historia".

Carta de Rómulo Betancourt para Rafael caldera. 1956

El voto es un instrumento político potencialmente poderoso en manos de los ciudadanos. Para que sea un instrumento real de poder, el voto debe convertirse en fuerza política decisoria, en fuerza con poder suficiente para incidir en el destino político de una localidad, región o nación.

El voto fuerte lo tiene consigo el ciudadano que está organizado en una plataforma política, en un partido político, bajo la guía de un proyecto político y un liderazgo encarnado en personas portadoras de credibilidad política. La organización política, el programa político y el liderazgo político, tres condiciones juntas, es lo que garantiza a los ciudadanos tener poder político, cuya mejor expresión se concreta en el acto de votación.

Los líderes democráticos propician el voto con poder político para que sea así, mediante el ejercicio del voto de la ciudadanía consciente, como se configure el gobierno que tendrá la responsabilidad de dirigir y administrar el destino de un país. Los líderes democráticos auspician la conversión del pueblo en ciudadanía, para elevar así el nivel de la política en su país. No es este el caso de los líderes autocráticos. Estos propician la manipulación del voto, las trampas electorales, el populismo electoral, la demagogia discursiva, los fraudes comiciales y toda clase de delitos políticos. Los autócratas temen el empoderamiento ciudadano, temen el ejercicio del voto democrático, transparente, en condiciones de libertad e igualdad. Los autócratas desean que los ciudadanos se conviertan en pueblo, para degradar así el nivel de la política y destruir la democracia. Porque pueblo es nada, es simple muchedumbre, masa amorfa, vocerío emocional desaforado. Ciudadanía es lo contrario. Ciudadano es la persona con conocimiento pleno de los derechos y deberes constitucionales. Ciudadano es el militante político consciente y crítico. Ciudadano es el republicano pleno, respetuoso de las leyes e instituciones. El ciudadano tiene en sus manos el poder del voto y lo ejerce con inteligencia y responsabilidad política. El ciudadano es el componente político fundamental de la república. Ciudadanía y República es la misma cosa. Sin ciudadanía la República deja de existir. Será un territorio poblado de una masa de gente, no más que eso.

En nuestro país sabemos bastante acerca del voto. El derecho a votar y elegir a sus gobernantes ha sido una conquista de los venezolanos, lograda a través de más de dos siglos. Ha sido obtenido ese derecho por medio de luchas, esfuerzos y contiendas a lo largo de más de doscientos años, desde 1810 hasta hoy. Para obtenerlo muchos venezolanos sufrieron cárceles, destierros, persecuciones, torturas y otros murieron, víctimas de las fuerzas represivas.

De manera que en el caso nuestro, el voto arrastra consigo una historia dolorosa que debemos conocer para darle la adecuada valoración a esa institución que hoy es un derecho. Fue originalmente una innovación, instalada en nuestro territorio en el contexto de la rebelión independentista, que se constituyó, con el paso de los años, en una práctica común, en un rasgo fundamental de la política nacional.

Desde 1810 el ejercicio del voto en nuestro país ha sido el instrumento ordinario utilizado por los venezolanos para designar a sus autoridades. Este año eligieron, los ciudadanos convocados para tal evento, el primer congreso de la República de Venezuela, el primero de Latinoamérica, cuyos integrantes, cuarenta y tres diputados, se instalaron en marzo de 1811 y elaboraron la primera Constitución de la República. Luego, en el contexto de la guerra de independencia, otra vez se recurrió al voto ciudadano para elegir treinta diputados integrantes del Congreso de Angostura, en ocasión de instalarse la nueva República en la ciudad capital de la Provincia de Guayana. Y en 1821, a través del voto, fueron electos los 95 diputados, miembros del Congreso de Cúcuta, que dio forma institucional a la República de Colombia y eligió a Simón Bolívar como presidente y a Francisco de Paula Santander vicepresidente de la nueva nación.

Estos tres procesos electorales ocurrieron en el contexto de la guerra de independencia venezolana, en medio de circunstancias sumamente adversas. Los electores fueron un grupo muy reducido de ciudadanos, sin embargo, tales procesos comiciales, se materializaron en razón de las profundas convicciones republicanas de los fundadores de la nacionalidad venezolana, defensores de un proyecto político que se proponía otorgar a los habitantes de este territorio la condición de ciudadanos, que como tales tendrían en sus manos la potestad de designar a los integrantes de los poderes públicos de la República de Venezuela.

Y desde entonces, desde la creación definitiva de la República de Venezuela, en 1830, se han realizado hasta este año 2023, más de medio centenar de procesos electorales, como resultado de los cuales los venezolanos han designado a los integrantes de los concejos municipales, juntas parroquiales; gobernadores de estados, diputados a las asambleas legislativas, diputados y senadores al Congreso Nacional y a los presidentes de Venezuela desde José Antonio Páez hasta Nicolás Maduro.

Han sido miles de venezolanos los beneficiados con el voto ciudadano, pertenecientes a numerosísimas organizaciones políticas existentes en nuestro país en los siglos XIX, XX y XXI. De manera que la experiencia nuestra en materia electoral es riquísima. Es una experiencia que acumula:

  1. 3 procesos electorales en los años del período independentista

  2. 17 procesos electorales entre 1830 y 1898

  3. 21 procesos electorales entre 1946 y 1998

  4. 15 procesos electorales entre 1999 y 2021

En total han sido cincuenta y seis acontecimientos comiciales, un promedio de un proceso electoral cada cuatro años, practica cuya reiteración en el tiempo ha servido para instalar definitivamente en la realidad venezolana la institución del voto. Y los venezolanos han demostrado a este respecto su plena disposición a ejercerlo. Han demostrado pasión por el voto. Cuando son convocados a ejercer este derecho lo hacen como si hubiesen sido invitados a una fiesta. Por tal disposición positiva, nunca antes en los tiempos difíciles de los siglos XIX y XX ninguna organización política democrática ha defendido públicamente posiciones antielectoralistas, abstencionistas, negacionistas del voto. Ninguna instruyó a los venezolanos para que se cruzaran de brazos en ocasión de algún evento electoral, ninguna dejó a la Gracia de Dios o a los milagros de la Virgen María la potestad de expulsar a los malos gobernantes, a pesar de que durante muchos años de esos siglos las circunstancias políticas dominantes en el país presentaban numerosos obstáculos para el libre ejercicio del derecho al sufragio. Con excepción de lo ocurrido en las elecciones de 1963, cuando las organizaciones políticas PCV y MIR, enguerrilladas contra los gobiernos democráticos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, llamaron a la abstención, pero sin lograrlo, pues tales grupúsculos no ejercían ninguna incidencia en las preferencias políticas de los venezolanos. Ese llamado no tuvo receptividad en la población votante. Muy por el contrario, los electores concurrieron en masa al proceso comicial, al punto que la abstención esa vez fue mínima: apenas el 8% de los ciudadanos no depositó su voto, y no obedeció esto a motivos políticos, sino a imponderables climáticos y geográficos o a urgencias familiares de última hora.

Es cierto que en el siglo XIX los eventos electorales realizados en nuestro país no llenaban el requisito de la participación popular. No votaban las mujeres, tampoco los analfabetos, los que no tuvieran casa propia ni aquellos cuyo ingreso económico anual fuera menos de cien pesos. Las elecciones eran de segundo y tercer grado. El voto no era directo. Por tanto, no eran completamente democráticas y no estaban exentas de irregularidades, violencia y fraude, pero aun así fueron el procedimiento ordinario, regular, de selección y relevo de los gobernantes y legisladores. Los poderes ejecutivos y legislativos en nuestro país se integraron en este siglo a través del voto ciudadano. Y no fueron pocas las ocasiones en las cuales los candidatos del gobierno de turno perdieron la contienda electoral, como fue el caso de las elecciones presidenciales para el período 1835-1838, ganadas por el doctor José María Vargas, a pesar de no contar con el visto bueno del gran elector de entonces, como lo era el general José Antonio Páez.

Lo importante a resaltar es que a partir del primer evento comicial de 1810 nuestro país ha evolucionado en materia electoral, se ha venido de menos a más. Se ha ampliado progresivamente la participación ciudadana, ha mejorado también la eficacia del voto y, por tanto, hemos tenido más democracia. Por ejemplo, en 1857, durante la presidencia del general José Tadeo Monagas, fue reformada la Constitución Nacional para aprobar el voto universal de los varones mayores de 21 años. Voto directo y secreto para elegir al presidente de la República, en sustitución del voto censitario, cuando en ninguna otra parte de América y Europa se daba este salto hacia adelante en materia de derechos electorales. Intento frustrado éste, pues Monagas fue depuesto pocos meses después de aprobada la reforma.

Pero, sobre todo, esta evolución positiva de los asuntos electorales venezolanos se manifestó a partir de la segunda mitad del siglo XX, una vez acaecido el fallecimiento del dictador Juan Vicente Gómez (diciembre 1935) y sustituido en la presidencia de la república por Eleazar López Contreras, un general tachirense que, al contrario que su antecesor, fue más flexible en asuntos políticos, y abrió progresivamente espacios para el libre juego de las distintas corrientes de opinión política, pues entendió que el proceso de modernización de Venezuela, derivado del impacto transformador que la economía petrolera estaba generando en todo el país, era indetenible.

Ejemplo de este afán modernizador fue la creación en 1936 del Consejo Supremo Electoral, órgano encargado desde entonces de organizar y realizar los procesos electorales en nuestro país. También se crearon este mismo año las Juntas Electorales Regionales, con lo cual se formalizó e institucionalizó el poder electoral en nuestro país.

Y en abril de 1945, último año de gobierno del general Isaías Medina Angarita, se reformó la Constitución Nacional para otorgar derecho a elegir diputados al Congreso Nacional, a todos los varones alfabetos mayores de 21 años. También se otorgó a las mujeres, que llenasen los mismos requisitos, derecho de votar para elegir a los miembros de los concejos municipales de todo el país. Tal reforma no pudo materializarse porque Medina fue derrocado en octubre de 1945. Sin embargo, con su derrocamiento la evolución de la materia electoral se profundizó y marchó a mayor velocidad en nuestro país.

Hubo de ocurrir el desplazamiento de los gobiernos militares, enroscados en Miraflores, para que los procesos electorales se democratizaran por completo en Venezuela. Sin embargo, como dijimos al comienzo, tal evolución no ocurrió por concesiones entregadas al país por tales gobiernos. No. La democratización del voto en nuestro país fue resultado de luchas políticas libradas a través de muy largo tiempo por compatriotas nuestros. Luchas que significaron sacrificios, riesgos, destierro, clandestinidad, cárceles, torturas y muertes. Muchos de esos compatriotas se quedaron en el camino sin haber podido disfrutar de ese derecho por el cual dieron su vida.

Se retomó entonces el hilo evolutivo en materia electoral, interrumpido durante el gomecismo. Y ahora se avanzó a pasos agigantados en esta materia. Gobiernos integrados por paisanos, hombres y mujeres, gente con valores democráticos, militantes de partidos políticos modernos, tomaron en sus manos la ruta gubernamental democrática y no vacilaron en aprobar leyes y reglamentos electorales que dejaran en manos de los ciudadanos de nuestro país la responsabilidad de designar al presidente de la república y demás miembros de los cuerpos colegiados.

La Junta de Gobierno que sustituyó a Medina y gobernó el país hasta febrero de 1948, designó en noviembre de 1945 una comisión de expertos para redactar un Reglamento Electoral democrático, como nunca antes existió en nuestro país. Esa comisión de expertos culminó su labor en el primer trimestre del año siguiente, y en octubre de este mismo año, aprobado el novedoso Reglamento, se realizaron en nuestro país las primeras elecciones directas y populares. Esta vez, hombres y mujeres mayores de 18 años, concurrieron a depositar su voto para elegir la Asamblea Nacional Constituyente. La participación fue masiva. Votaron 1.4 millones de personas, el 90% de los venezolanos inscritos en el padrón electoral. Los votos se distribuyeron entre Acción Democrática (78%), partido que obtuvo 137 diputados; Copey (13%) y 19 diputados; URD (4%) para 2 diputados; y el PCV (3,6%) con 2 diputados. Una de las particularidades resaltantes de estas elecciones fue la amplia presencia femenina en la Asamblea. Diez mujeres, todas de AD, salieron electas diputadas.

Luego, en diciembre de 1947, se repitieron las elecciones directas y populares en nuestro país para elegir por vez primera al presidente de la república de Venezuela, así como a los diputados y senadores del Congreso Nacional.

Los resultados fueron:

Rómulo Gallegos: 871.752 votos (74,47%)

Rafael Caldera: 262.204 votos (22,40%)

Gustavo Machado: 36.587 votos (3,12%)

Votaron esta vez un millón doscientas mil personas, casi el 90% del padrón electoral, en un país cuya población total estaba cerca de los 6 millones de habitantes.

En mayo de 1948, otra vez la euforia electoral arropó a los venezolanos, que concurrieron a elegir a miles de concejales en todo el país. Mujeres y hombres convertidos en ciudadanos se volcaron a las mesas electorales para elegir a su vecino de cuadra, a un tío, a un primo, a un colega maestro, al médico del pueblo, al dueño de la tienda donde le daban fiado a los paisanos. Otra vez un millón doscientos mil electores depositaron en las urnas su voto.

Esos cuatro procesos electorales fueron verdaderas fiestas políticas populares. Se festejaba la política, porque la misma ahora servía para proporcionar democracia a la gente, y esta democracia les permitía disfrutar de la libertad que nunca antes había existido en nuestro país. Tenían sobrados motivos los venezolanos de esos años para festejar, para reír, para ser optimistas, para tener esperanzas en un futuro con mejor calidad de vida que en el pasado. Y un motivo extraordinario para festejar y estar esperanzados ante la vida por venir era saber que en las manos de cada uno de esos venezolanos estaba un instrumento político poderoso, EL VOTO, que ejercido con responsabilidad y claridad ciudadana garantizaba ese futuro agraciado.



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Sigfrido Lanz Delgado


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