En los territorios de Nuestramérica, la salud mental colectiva no puede comprenderse, ni su praxis social desligada de las estructuras históricas de dominación que han configurado nuestras subjetividades, vínculos afectivos y formas de vida. La diferencia colonial, las lógicas del capital y las violencias epistémicas que acompañan a los procesos de globalización neoliberal han generado una colonialidad de la mente que despoja a los pueblos de sus matrices culturales, cosmovisiones propias y capacidades emancipadoras.
Frente a esto, urge articular el enfoque crítico de la Salud Mental Colectiva Decolonial que recupere los sentidos de comunidad, resistencia y soberanía psíquica de los pueblos, desde una praxis comunitaria enraizada en la conciencia de clase, la lucha de clase y la desarticulación de los dispositivos coloniales que aún operan en nuestros modos de sentir, pensar, sufrir y organizarnos.
Colonialidad y Subjetividad: la espiritualidad al servicio del capital. Desde la colonización, el cuerpo-territorio de Nuestramérica ha sido sometido a múltiples formas de expropiación: material, simbólica y existencial. La colonialidad del poder (Quijano, 1990), la colonialidad del saber (Mignolo & Lander, 2000) y la colonialidad del ser (Maldonado-Torres, 2005) constituyen una triada de dominación y alienación ideológica que ha pervertido nuestras formas de vivir el sufrimiento psíquico y cuidar la salud mental colectiva decolonial en nuestras comunidades.
El modelo biomédico hegemónico, eurocéntrico e individualizante, reduce el sufrimiento humano a una falla neuroquímica o anatómica cerebral, ignorando las condiciones de explotación, despojo y racismo estructural que lo originan. Se “patologiza” la pobreza, la rabia, el sufrimiento psíquico y el duelo colectivo, mientras se normaliza la acumulación por despojo, la precarización de la vida y la destrucción comunitaria.
La salud mental bajo estas lógicas se convierte en un instrumento de colonialización, domesticación, neutralización de la rabia política sin horizonte de sentido y reproductora del orden socioeconómico dominante. Es la ideología psiquiátrica, como falsa conciencia al servicio del capital.
Conciencia de clase y lucha de clase: la espiritualidad se rebela. La conciencia de clase no es solo saber que se pertenece a una clase explotada, sino experimentar el malestar como una vivencia histórica compartida. La rabia, la angustia y el sufrimiento psíquico no son fallas personales, sino signos de una fractura estructural: es el grito de la espiritualidad colectiva por justicia, por los territorios-cuerpos oprimidos, por liberar las subjetividades atrapadas por la alienación ideológica del ser colonializado.
La lucha de clase, en este contexto, no es solo sindical, gremial, corporativa o política-institucional. Es también una lucha por la dignidad subjetiva (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, artículo 3, 1999), por la posibilidad de situarse y narrarse desde un lugar “otro”, por el derecho a sanar en comunidad, sanarse es también resistir, recordar desde nuestras memorias originarias, aborígenes, africanas, mestizas, campesinas y populares de nuestras comunidades y urbes.
La salud mental colectiva decolonial, debe asumirse como una trinchera de lucha comunitaria, resistencia comunal y creación histórica, una pedagogía del oprimido (Paulo Freire, 1968) que forme militancia afectiva, organización comunitaria, recuperación del lenguaje propio del ritual, de la reciprocidad y del horizonte con sentido utópico factible.
Una propuesta de acción: Proponemos la creación y fortalecimiento de Comunidades de Salud Mental Colectiva Decolonial, con conciencia clasista, con base en los siguientes principios:
1. Epistemología decolonial (Altersofía)
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Recuperar saberes ancestrales, populares y comunitarios de cuidado psíquico y espiritual.
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Desmedicalizar la vida: distinguir entre sufrimientos del espíritu, la vida y salud mental colectiva decolonial de los trastornos mentales de competencia clínica, en la relación médico/personal de salud/paciente.
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Decolonizar el saber experto, reconociendo al pueblo como sujeto epistémico.
2. Organización popular
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Integrar la salud mental colectiva decolonial a los espacios de lucha: comunas, movimientos sociales, sindicatos, gremios, redes de apoyo comunitario.
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Formar Equipos Comunitarios y Equipos Institucionales (ASIC), de escucha, acompañamiento y cuidados integrales, para fomentar la promoción de salud mental colectiva decolonial y prevención del sufrimiento psíquico colectivo crónico, para prevenir que se transforma en malestar colectivo y luego en trastornos psicopatológicos.
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Politizar el sufrimiento: convertirlo en conciencia crítica y fuerza transformadora.
3. Conciencia de clase en lo afectivo
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Vincular los sentimientos, emociones, afectos, con las condiciones materiales de vida actuales: pobreza, exclusión, racismo, violencia de género, etnicidad, para despertar los deseos de cambio y transformación desde los procesos que nos enferma en el territorio.
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Cultivar prácticas de cuidado colectivo, ternura radical y solidaridad de clase.
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Denunciar la mercantilización de los sentimientos, emociones y afectos en los discursos de resiliencia como condición de opresión que nos desmovilizan como pueblo en resistencia histórica.
4. Prácticas culturales y territoriales
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Promover el arte, la música, el teatro y los rituales colectivos como estrategias de resistencia, cambio, transformación y sanación colectiva en los territorios.
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Recuperar los espacios comunitarios como territorios de expresión de la salud mental colectiva decolonial: la plaza pública, la escuela, los establecimientos de salud del ASIC, el mural en las paredes de nuestros barrios y urbanizaciones, desarrollar la potencialidad y vocación productiva diversa de nuestros territorios.
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Respetar, proteger, repensar y reconectar la naturaleza/pueblo con la conciencia clasista como sujeto colectivo e histórico epistémico y sanador.
Reflexiones finales
La Salud Mental Colectiva Decolonial en Nuestramérica es en última instancia, un campo de disputa entre la naturaleza como territorio-cuerpos vivientes (vida humana, vida animal, vida vegetal, salud) y el capital, en la memoria de los pueblos que la diferencia y el olvido colonializador impuesto.
Solo desde una praxis decolonial de un pueblo profundamente compenetrado con su conciencia de clase, sus luchas de clase territoriales y develador de los dispositivos de dominación históricos, podremos recuperar nuestra soberanía subjetiva clasista, que supere nuestra falsa conciencia, luche y exija nuestra dignidad comunitaria, nos permita desarrollarnos sin odios y resentimientos sociales colectivos, mantenga y fortalezca nuestra capacidad de soñar un mundo más justo, igualitario según nuestras capacidades y vivible transgeneracionalmente.
No hay salud mental colectiva decolonial posible, sin justicia social, igualdad e inclusión.
No hay justicia comunitaria, igualdad e inclusión, sin organización comunal autentica libre y autónoma desde lo político, como lo transformador, no cooptada partidistamente, porque esa cooptación partidista es opresora y colonializadora.