¡El cuatro unido jamás será vencido!

Nos enteramos con beneplácito de que el joven músico Fernando Rodríguez (nombre de filósofo) ganó el concurso de la Siembra del Cuatro de este año. Y resulta que afina con la prima aguda, es decir la afinación progresiva, lo que nos habla de que el significativo evento se abre a la unión de todos los cuatros. 

El gran propulsor de esta afinación, Fredy Reyna, la explicaba con la graciosa fórmula del “cam-bur-ton-pín”, para expresar la elevación de la primera cuerda una octava (ocho notas). Esto se quiso malentender como una variante dudosa de la afinación tradicional, pero resulta que era la afinación más antigua en el país, proveniente del instrumento originario (que era “otro instrumento”, no el cuatro) llamado “vihuela”, manteniéndose por más de tres siglos en plena deriva organológica venezolana. Esa vihuela española fue el instrumento privilegiado por los conquistadores del siglo XVI, y se hizo protagonista desde los primeros días de una creación cultural que todavía somos. Hay que recalcar que el primer y determinante documento que se conozca sobre la afinación del cuatro venezolano, propiamente dicho y propiamente instalado, todavía distinguido como “guitarra pequeña”, se conserva en nuestra Biblioteca Nacional (está incluida en nuestra biografía de Reyna), y debe ser de mediados del siglo XIX. Allí se explica la afinación progresiva. O sea que si somos metodológicamente correctos, esta sería la tradicional (la que se entrega a través del tiempo), mientras nuestro querido y fructífero cam-bur-pin-tón sería la feliz variante que se impuso más tarde en casi todo el territorio nacional. 

Cuando Fredy Reyna adoptó la relación progresiva de sus cuerdas, por azar y pura intuición, si bien partiendo de sus estudios guitarrísticos, hacia finales de la década de 1940, entendió de inmediato que se veía favorecido por una mayor amplitud en la cantidad de notas del instrumento (su registro) y que la disposición unidireccional de alturas facilitaba la incorporación de polifonía (varias voces) y de otros recursos creativos. Con ella, emprendió una carrera de concertista-solista que no ha tenido paragón en nuestra historia cultural. Casi de inmediato, exploró el mundo de la música antigua (aquella de los conquistadores vihuelistas), antes incluso que despertara el furor de esta música en Europa, donde tuvieron que reconstruir instrumentos e imaginar formas de interpretar, que estaban literalmente muertos y que nunca habían oído. Reyna les tocó en sus propios espacios, con su instrumento vivo y su técnica heredada por siglos de existencia. Se propuso entonces poner ese repertorio a disposición del cuatrista venezolano, y no solamente el español, trabajando en archivos de España, Inglaterra, Francia, copiando los libros originales y adaptándolos al cuatro, desarrollando su propia escritura en tablatura (que es una representación musical que privilegia lo visual), investigando la historia del instrumento, hurgando en los secretos de su construcción y hasta repensando materiales y cuerdas. Recopiló música, arregló y compuso un vasto repertorio. Enseñó ambas afinaciones por toda Venezuela y dio conciertos en muchísimas partes del mundo, solo con un cuatro solo. Publicó el primer método sistemático en todo el continente de lo que podemos llamar una de las guitarras latinoamericanas (1956), y luego proyectó otro método, que quedó incompleto porque no le alcanzó la vida para tanto sueño y tanta entrega. Como si fuera poco, hizo ocho discos, de carácter monográfico, en los que actuó como ingeniero de sonido, diseñador, productor, escribió los textos y claro, fue su intérprete, recopilador y compositor. Nunca en la historia musical venezolana ha habido un músico que haya tenido tanto control sobre sus grabaciones, ni siquiera ese otro grande nuestro que fue Alirio Díaz, quien lo emuló más tarde en la experiencia de su sello Siruma.

Reyna nunca se conflictuó por las varias afinaciones coexistentes, como en tantos y muchos otros instrumentos, incluso casi todos los nacionales que se lo permiten. Pensaba que se complementaban, que como asumía Jacinto Pérez, el Rey del Cuatro, antecesor suyo, se podían ajustar según el repertorio (si bien Reyna no lo hacía). Y fue él uno de los primeros en rendirle homenaje a don Jacinto, y hasta fue a tocarle en su lecho de muerte, ofreciéndole un adiós musical, agradecido y admirado. Finalmente, lo condecoró con la Orden de la Cuatreta, que él mismo había creado.  

Pero son mejores tiempos, al menos así parece ahora que gana este prestigioso concurso un joven virtuoso que se decide por “su afinación”, y destaca en un espacio donde florece la otra, que tuvo entre sus muchos maestros a Hernán Gamboa. Pero solo unidos y reunidos, como parece expresarlo este premio, podemos entender la grandeza del instrumento nacional. Sí, “el cuatro unido jamás será vencido” por las fuerzas disgregantes que se ocultan dentro de nosotros mismos. No de otro modo podemos entender que se haya declarado el día del Cuatro Venezolano “el 4 del mes cuatro” según una banal argumentación numérica, una puerilidad de la que no nos percataríamos si no fuera que apenas el día antes, “el 3 del mes cuatro”, corresponda al aniversario del genio de Fredy Reyna (1917-2001). No sé qué instancia burocrática decidió eso, hace ya unos años, pero no habla más que de superficialidad, mezquindad o ignorancia, dependiendo de donde venga. Tal celebración era una oportunidad para resaltar glorias nuestras, grandes aportes, grandes causas, las grandes obras de los grandes venezolanos que son quienes dan rostro a la identidad de nuestro pueblo. Y claro que pudo haber sido también en la fecha de nacimiento o muerte de Jacinto Pérez, o, incluso, del mismo Gamboa o de cualquier otro esforzado cuatrista, y lo hubiéramos celebrado con igual alegría. Pero que se haga simplemente un día después no puede ser entendido sino como una afrenta que, de manera expresa y por cercanía, vela la presencia inevitable de Fredy Reyna en la fructífera historia no del cuatro, sino de la música venezolana. Qué tristeza esta capacidad autodestructiva de la que nos jactamos, que aflora una vez más en nuestra historia reciente. No es dividiendo como podremos salvarnos de nosotros mismos, sino enalteciendo el trabajo del otro, reconociendo lo que nos habla de nosotros y de nosotros, al mundo.

En estos días (del 9 al 12 de abril), el Zulia le rinde homenaje a Fredy Reyna, con mucho esfuerzo y más voluntad. Se cuenta con la presencia de Leonardo Lozano, seguidor principalísimo de su espíritu musical y su ejemplo; así como de Gustavo Colina, otra de las grandes figuras del cuatro venezolano, cuya personalidad propia y amplitud estética lo elevan en el mar bravo del instrumento. Se suma también el Semillero Alí Primera, de Maracaibo, y Eduardo Franco, un relevante miembro de la violería nacional, organizador del evento. Nosotros asumiremos la voz biográfica de Reyna. Hubiera sido necesario mucho más apoyo, para que este festival fuera lo que quiere ser, un encuentro de todos los cuatros que son el cuatro, las muchas expresiones y las muchas visiones que lo hacen centro múltiple de la expresión musical venezolana, bajo el nombre generoso de Fredy Reyna. Quizás se logre en las próximas ediciones, si los azares económico-políticos lo permiten y el mundo subsiste a tantos horrores. Y ojalá podamos hacerlo el 3 de abril, conmemorando su nacimiento, para gloria de todos y del cuatro venezolano.  

Seguramente que este premio a Fernando Rodríguez, que otorga el extraordinario proyecto de La Siembra del Cuatro, liderado por Cheo Hurtado, uno de los músicos populares más relevantes de un largo presente, contribuya a que se entienda que sólo unidos podemos intentar ser, aunque sea apenas un poquito, más grandes de lo que ahora somos. 

 


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Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


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