Papa Francisco, ante todo le informo que quien le escribe milita en las filas de algo que llaman ateísmo. Razones históricas y de extracción social, me llevaron a asumir esta postura de vida. Ojo: ello no me impide reconocer en Jesús, como lo dijo alguna vez un compañero de universidad, al "primer revolucionario de la historia".
Al contrario de lo que pudiera pensarse, Papa, mi sinceridad me otorga suficiente piso moral para dirigirme a usted en el momento más delicado que vive mi Patria, que es también la suya. No apuntaré a decirle quién es el "bueno" o el "malo" porque usted lo sabe, pero sí a rogarle que active los mecanismos a su alcance (que deben ser múltiples y muy efectivos) para reclamar a la cúpula de la Iglesia Católica acá su comportamiento durante estas horas que son cruciales en el destino de alrededor de 30 millones de personas.
Paco, esa cúpula decidió hacerse hincha del team violento. Es pública, notoria y comunicacional su inclinación a favor de quienes desatan el terrorismo que ya nos cuesta casi 40 decesos; sin ambages lo dice, lo escribe y lo grafica en fotos reñidas con la moral humanista. Se han erigido en el verdadero templo que congrega holligans en nombre de Dios.
No pretendemos que esos sacerdotes abracen la causa bolivariana, pero sí que tomen distancia de quienes perennemente juegan al fuera de lugar. Lo correcto, mi estimado Pancho, es que asuman la bandera de la mediación entre unos y otros porque en la base de quienes sufrimos el rigor de la muerte nadie merece expulsiones injustas. Ejercer tal rol, no solo devolvería al catolicismo el respeto que a bien tenga ganarse, sino –y más importante- evitaría el nacimiento de la posibilidad del autogol de una guerra civil entre sus hermanos y hermanas.
Se lo imploro: saque la tarjeta amarilla ya y tenga la roja a mano. Permita que el juego llegue al minuto noventa en santa paz.
¡Chávez vive…la lucha sigue!