Sociedad de sardinas y tiburones

Bañada por el Caribe en la zona más septentrional del sur de América, se encuentra Venezuela, un país bendecido en sus cuatro costados por la divinidad natural, pero azotado en un maléfico día a día mediático que le distorsiona como pueblo para ser mostrada al planeta entero en una especie de guion al mejor estilo cinematográfico aprovechado por los pescadores de ríos revueltos que acechan cual tiburones al cardumen en un mar de libertades desiguales.

El mar inmenso que bordea la bella tierra de Bolívar, está rodeada en el verdor que fluye con aguas paseando sus venas de ríos, lagos y lagunas pobladas de vidas en sequías que irnónicamente se exterminan con lentitud y, en una paradoja de bendiciones de tanta riqueza natural, al mismo tiempo, aparece el mal con garras de pescadores navegando nuestras aguas a la espera oportuna para atraparnos en sus redes "so pretexto" de ayuda.

Este mar de país se compone de una neo-sociedad de sardinas que, por un lado llegan hasta el fondo de la miseria jurungando basura para sobrevivir, mientras que, por otro lado, el tiburón como pez gordo que explota y lo desangra en sus necesidades coyunturales de crisis cotidianas del día a día para cambiar radicalmente el carácter afable y risible del venezolano, convertirtiéndolo en una especie de estólido ciudadano víctima de tanta hambre o precaria salud.

Las contradicciones de los empobrecidos se deja atrapar por la red de los medios que le alienan y desinforman mientras los enriquecidos pescan esa oportunidad para seguir engordando en el hambre del propio empobrecido. Este es un país que con moral y lucha ha regalado paz y libertad en el mundo, recibiendo ciudadanos de todos los continentes, en especial, vecinos, sin embargo, muchos de esos países que alimentamos con nuestro compartir, hoy día nos sacan sus garfios humillantes etiquetándonos como sardinas en lata.

Nuestra sociedad venezolana se encuentra enferma de neurosis y sicosis, víctima de inyecciones cargadas con dosis de fobias o manías que flotan en aguas de la patria en una confusión desinformada que capta a los que practican con la caña de pescar del "apartheid" y clasifican al pez ciudadano de a pie en un "fó" señalante cual sardinas descompuestas y colocadas al hedor riesgoso que apunte pedradas pretendidas como a la Magdalena salvada por Jesús o para que les den candela al estilo de las brujas en hogueras del pasado medieval.

Mientras las alarmas se prenden, las sirenas dejan de ser mitos y las ballenas cantan amenazantes dando giros a través de los cardúmenes de sardinas que se tragarán y, por otro lado, en su cobardía y asustado, seguramente el mismo tiburón que engorda comiéndose a su pueblo, tratará de huir en las aguas invadidas por ballenas hambrientas de una sociedad confundida entre malos pescadores y débiles pescados.

Para alimentarnos debemos aprender a pescar de verdad lo necesario sin mal recibir como dádiva el pez regalado. Tenemos la posibilidad de desaprender lo mal aprendido, aún hay tiempo de nadar a la suerte correcta como peces y buenos pescadores. Seamos como los salmones que por instinto avizoran su momento y frente a las vicisitudes de depredadores en el camino, nadan contracorriente al cometido para salvar la estirpe de sus ancestros. Hay que correr los mares de la experiencia, seamos esos salmones que sobreviven hasta el último aliento de carne para dar paso a la especie continua que alimente la naturaleza perpetua de las aguas pacíficas en una sociedad justa y en equilibrio.



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Larry Márquez Peralta


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