Es en cierta forma lamentable que la gran mayoría de los venezolanos sean tan condescendientes con gentes que han ocasionado daños, personales y/o colectivos, pero sin embargo hay que convencerse que ésto es preferible que permanecer como lo hace una minoría de venezolanos viviendo indefinidamente en el odio. Aquí otra vez Bolívar nos deja ver muy claro la pena por ser tan indulgente y él mismo se autocritica en varias oportunidades, como si fuera una disculpa suya para la posteridad, tal y como lo citaremos con el siguiente pensamiento de Bolívar al respecto, digamos, su debilidad para condenar a quienes actuaron criminalmente: "A cada Conspiración le sigue un Perdón y a cada Perdón una nueva Conspiración"
El General Santander poniendo en práctica su estratagema, seguir perturbando a un hombre que merece todo el respeto del mundo, Bolívar, lo acosa con solicitudes miserables que de antemano sabía que Bolívar se preocuparía el cómo responderlas. Santander y su camarilla, adrede, querían torturarlo psicológicamente. Es de este modo que Vicente Azuero le comunicará a Bolívar en 1830, pasando por encima del Presidente del Congreso Bogotano, Joaquín Mosquera, con un grosero oficio donde le dice, que los venezolanos exigen, como condición para el diálogo, que él, Bolívar, sea expulsado de Colombia. La historia ha demostrado, en Venezuela, que muchos de aquellos que se vanaglorian de ser redentores de los pobres, reformadores en pro de los desposeídos, insignes liberales o recalcitrantes luchadores por los derechos humanos, no buscan más que su propio bienestar, porque en el fondo son hombres llenos de miserias intelectuales, resentidos que quieren para sí ostentar el poder de los ricos, son pobres enfermos de la codicia. He aquí una acción infamante de Santander al escribir a Bolívar el 20 de diciembre de 1824: "Yo esperaba salir de esta horrible situación para continuar nuestra correspondencia familiar, que tanto nos ha servido en la carrera pública... Qué satisfacción tendrán en Colombia por la gloria de sus bravos hijos, Sucre ha ganado la más brillante victoria de la guerra americana. Yo lo considero bien digno de ella, así como al ejército lo consideró digno de una gran recompensa" Bolívar sabe que lo que quiere decir Santander con lo de "gran recompensa" es en paga monetaria. Unos días más tarde Bolívar, al fin decide contestar a Santander y lo hace de la siguiente manera, con la intención de burlarse de él sutilmente: "No tengo con qué vivir, siendo a la vez Presidente de Colombia y Dictador del Perú, ello por no tener gajes este país, no cobré el sueldo que me asignaron, y no teniendo ya autoridad en Colombia,, no puedo pedir sueldo allá. Así es que estoy pidiendo dinero prestado"
Bien, al terminar el año 1824 con la gloriosa y extraordinaria victoria en el Campo de Ayacucho en el Perú, se vislumbra un porvenir de asentamiento y recuperación de los países libertados por el inmenso sacrificio de las tropas patriotas y sus oficiales comandantes, entonces comienza el año 1825 lleno de celebraciones y esperanzas, dedicándose Bolívar y demás líderes revolucionarios lo acompañaron en sus muchas y peligrosas batallas, a organizar la administración pública en cada país. El año de 1825 constituye el año de las realizaciones tantas veces soñada por el Libertador Simón Bolívar ya que Colombia estaba a la vanguardia de los pueblos libres, y el Libertador era su líder indiscutible. El mundo civilizado miraba con admiración su gloria, en Europa se ve con respeto el arrojo demostrado por los grancolombianos, el Emperador de Brasil andaba turbado, los pueblos de Sur América como Chile y Argentina se apresuraban en hacer contacto con el gobierno de la Gran Colombia para que le ayudaran a organizar sus gobiernos, y ya estaban pensando en unirse a la Gran Confederación Americana. Mientras las autoridades gringas trataban al gobierno bolivariano con gran recelo y respeto, México ofrecía a Bolívar sus tropas para ir a liberar Cuba y Puerto Rico. Ahora los grancolombianos podían ir a cualquier parte del continente y gozar de excitante aprecio. Con la victoria en Ayacucho no habría más batallas encarnizadas contra el Imperio Español, puesto que aquel invasor había quedado prácticamente exterminado. Sin embargo, aquella paz traería diferentes inconvenientes, entre ellos, el ocio las tropas y oficialidad que no servían para otra cosa sino andar en guerra, y entonces las quejas públicas de los intelectuales, clérigos y dueños de los medios administrados por empedernidos enemigos de Bolívar. Y al llegar el año 1826 a Bolívar se le presenta mayor angustia, y comienza el fenecer de todas sus ilusiones. Diría cualquier poeta ¡Qué corto es el tiempo entre el éxito y el desastre!