“Necesitamos un cambio a fondo para liberar al trabajador de la miseria, la ignorancia y la explotación; para poner la enseñanza, la técnica y la ciencia al alcance del pueblo: para que el obrero tenga trabajo permanente y sus hijos amparo y protección. Venezuela, en fin, necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la educación, al trabajo, a la salud y al bienestar sean verdaderos derechos para las mayorías populares y no privilegios de escasas minorías”
FABRICIO OJEDA
51 años después de la muerte de Fabricio Ojeda, el mensaje dejado en su carta de renuncia al congreso, sigue teniendo vigencia, representa el pensamiento militante de un luchador por la causa de los pueblos y también la comprensión del momento histórico que como sujeto político, le toco vivir. Desde esa dimensión es que damos uso a ese pensamiento para encabezar nuestro escrito, que pretende ser un aporte sencillo a la construcción de criterio colectivo que identifica la lucha en la cual nos hemos comprometido y a la cual nos debemos a diario, con la voluntad y la consciencia como pertrechos infaltables en el enfrentamiento constante con la herencia representativa que sobrevive con ropajes revolucionarios y se mimetiza en discursos grandilocuentes.
La ligereza con que se interpretan las consecuencias políticas del desvarió en el ejercicio del poder y la comodidad que tienen algunos para criticar una vez que son echados fuera de los espacios de privilegio, demuestra la subyacencia de una cultura política de la subordinación y la incapacidad, del nepotismo y el compadrazgo, del amiguismo y el negociado, los representantes de esa cultura, son quienes constantemente buscan chivos expiatorios, son quienes ante la opinión política contraria, reaccionan violentamente por sentir que quien opina, cuestiona su cuota, cuestiona a su jefe y por tanto, cuestiona al sistema que lo mantiene, es decir; lo deja desnudo ante la falta de argumentación.
He leído no sé cuántos artículos, he visto y oído no sé cuántos programas en radio y tv y he participado en espacios de discusión en los que la opinión razonada se convierte en ofensa para ese sujeto que, gozando los beneficios de su arribismo político, solo atina a decir y maldecir para escapar de la posibilidad de un debate constructivo. Despachan cualquier intento de democracia directa con los consabidos aspavientos y pataletas que concluyen casi siempre en la descalificación que tanto gusta en esta etapa de la revolución bolivariana. “TRAIDOR” y así evitar la discusión que ponga de manifiesto su minusvalía política y su incondicionalidad frente al poder constituido.
Los últimos episodios de la novela política a la que acudimos diariamente, deja como víctima permanente a la verdad, construir falsos positivos y establecer dimensiones de una realidad virtual, es hoy; práctica común en los actores principales y por supuesto para el resto del elenco, que guion en mano trata de sobresalir sin opacar a la estrella y sin destacar en demasía para no despertar a los cancerberos que cuidan celosos la entrada del infierno.
Las especulaciones, los rumores, los chismes, la manipulación, el me lo contaron de primera mano y la oficialización de la razón, hace que muchas veces; nuestras experiencias sean sometidas a una especie de juicio íntimo, para verificar que lo vivido; concuerde con lo interpretado y armarse de sentido común para no caer en el campo de quienes solo tratan de estimular opinión favorable a sus intereses que no siempre son los de la mayoría y pocas veces dan un panorama claro de lo que realmente ocurre, muchos son los casos que a través de los medios se presentan de manera sesgada y que cuentan inclusive con “expertos” que en vez de dar luces para la comprensión, terminan parcializados con tufo de tarifados.
Lo cierto de todo es que la política de este tiempo nos lleva a escenarios en los que la degradación y la ignorancia se tratan como virtuosismo y tienen incluso un público que de manera automática aclama, como en el coliseo romano a la próxima víctima para echar en el foso de los leones, el espectáculo se ha convertido en práctica aceptada y compartida, como expresión de un “sálvese quien pueda” y si no quiere terminar en las fauces de los felinos o formar parte de la carnicería, lo mejor será hacerse el Diógenes Escalante, o echar una aplaudida en medio de las cámaras que captan a la plebe gritando ¡así, así, así!
Acusaciones van y acusaciones vienen, problemas surgen y se agravan, convocatorias van y muertos vienen, conspiraciones que se montan de manera pública y la impunidad campea, llamados insurreccionales con el ingrediente gringo del financiamiento del departamento de estado, organismos de los cuales formamos parte como la OEA y MERCOSUR, son utilizados por sectores de oposición para levantar plataforma internacional que les permita activar otra fase que de seguro contara con las locuras del emperador y el malinchismo latinoamericano; que no cesa en su intento por frenar el proceso revolucionario, que a pesar de todos su esfuerzos sigue en marcha en Venezuela,
Nuestros votos siguen siendo por la paz, porque somos un pueblo pacífico; pero que nadie se equivoque, los de afuera y los de adentro deben recordar que a lo largo de la historia, cuando hemos decidido tomar control, se han puesto en fuga los truhanes, los invasores, los saqueadores, y otras especies muy bien identificadas y a las que les llevamos la cuenta.
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