Tal vez el hecho más bochornoso presenciado en los últimos 18 años, sea, la degradación intelectual de la política, aun cuando su ejercicio siempre ha girado en torno al ataque artero, la ofensa, la diatriba, el demérito del adversario, pero siempre, dentro del respeto al nivel intelectual. Condición negada en la Venezuela actual, y degradada de tal manera, que perdió los estribos. Pareciera ser que, ahora en política, quien más insulta, ofende, denigra del adversario, lo demerita, cumple mejor el objetivo: recibir mayores aplausos de la galería. Vale, tanto para el chavismo como para la MUD.
Es necesario aclarar que la MUD no es la oposición. La oposición somos todos quienes desde diferentes trincheras nos oponemos a las políticas antipopulares del gobierno chavista, pero también a las pretensiones de la MUD de llegar al gobierno. Ambos son astillas del mismo palo. Por ello es necesario deslindarse tanto de unos como de los otros.
En Venezuela, en la primera mitad del siglo XX, la política recibió el influjo de una intelectualidad que elevó su nivel. El brillo intelectual de Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Alberto Adriani, Uslar Pietri, para sólo nombrar algunos, es un ejemplo. Política sazonada por la aridez intrigante de Rómulo Betancourt, la oratoria de Jóbito Villalba, el brillo intelectual de Luis Beltrán Prieto Figueroa, Rafael Caldera, Luis Herrera Campins, Edecio La Riva, la erudición de Domingo Alberto Rangel, la sabiduría de Juan Pablo Pérez Alfonso, o los enfoques marxistas de Gustavo Machado y Pompeyo Márquez, cada uno destacaba en un ámbito de la política, educación, leyes laborales, economía, petróleo. Lo hemos dicho en repetidas ocasiones que, las generaciones de 1945 y 1958, son las de mejor formación ideológica que ha tenido Venezuela en su historia republicana. Hay brillo intelectual tanto en la socialdemocracia, el socialcristianismo o los cultivadores del materialismo científico y materialismo histórico. En la lectura de la obra de estos intelectuales y políticos, adquirimos nuestra percepción del país, y la complementamos con la lectura de importantes análisis realizados por Carlos Irazábal, Miguel Acosta Saignes, Federico Prieto Figueroa, Francisco Mieres, Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero y muchos otros que resulta largo enumerar.
Ese brillo intelectual desapareció de la palestra pública en los últimos 18 años, cuando se inaugura el histrionismo retórico discursivo de Chávez, elocuente en la forma, pobre en el contenido y frondoso de contradicciones, como la música que adormece a la serpiente, cuyo colmillo guarda el veneno mortal. Ante la pobreza intelectual, Chávez y sus imitadores recurrieron al insulto y denigración del adversario político. Actitud que ha ido in crescendo, hasta alcanzar los niveles de degradación intelectual, de clímax, con Maduro, al perder la sindéresis propia de la majestad presidencial. Maduro, desde hace cuatro años, cuando lo eligieron presidente, comenzó un monólogo discursivo que repite día a día, donde siempre anuncia grandes anuncios para salvar el país de la hecatombe económica, social y política, herencia de Chávez, por cuanto no hay a quien más culpar. Durante el primer año de gobierno, como, "hijo de Chávez", Maduro dedicó espacio y tiempo para desarrollar el denominado "Plan de la Patria", que resultó un fiasco de marca mayor. Entonces, ideó el período de los motores, primero tres, luego, le fue agregando hasta alcanzar los 15 motores que han de impulsar todos los ámbitos de la economía y el desarrollo. Pasan los meses y los motores de marras no arrancan, talvez por falta del combustible de las divisas petrolíferas que en definitiva fue lo que hizo creer a la comunidad internacional que en Venezuela se estaba operando un gran cambio revolucionario, económico y social a imitar por los países del mundo. Las divisas del petróleo le permitieron a Chávez, montar la gran farsa que estamos padeciendo y alimentar quimeras en la izquierda internacional. Como el Plan de la Patria no funcionó ni los motores arrancan, a Maduro se le agotó el tiempo y para tratar de perpetuarse en el gobierno, propuso la fórmula tramposa de la Constituyente, con poderes plenipotenciarios para eliminar todo lo que sea obstáculo, signifique oposición o de alguna manera limite el proyecto fracasado de Chávez que no ha sido revolucionario ni bolivariano ni mucho menos socialista. Es un proyecto militarista, con raíces en el nacionalismo hitleriano extraído de Mi Lucha. En lugar de la consigna de todo el "poder a los soviets", se adoptó la consigna, "todo el poder a los militares": CAMIMPEG.
El virus del insulto, degradación del adversario y amenazas dictatoriales están presente en los jerarcas del chavismo cuando Maduro proclama, "lo que no podamos hacer con votos lo haremos con balas", anuncio ratificado por Arias Cárdenas cuando dice, "saquen sus fusiles para nosotros sacar los nuestros". Discurso que encuentra sus mejores exponentes y sofismas en la familia nepótica del trio Rodríguez. Y, alcanza el clímax, con las amenazas de matón de barrio de, Diosdado, con su lenguaje de verdulera.
Es imperativo urgente elevar el discurso, sacarlo de la degradación a la cual la llevó Chávez y sus herederos políticos al retrotraerlo a la Edad Media cuando las cosas de los hombres estaban sometidas al capricho de los dioses. La política es asunto de civiles. Los curas deben irse a sus templos y los militares a sus cuarteles. Ni curas ni militares son modelos de democracia. Son la negación de la democracia. Es necesario recuperar el Estado laico. La política no es cuestión de oraciones, procesiones ni misas, como ahora se pretende hacer creer, con rogativas a vírgenes y cristos. La barbarie de la creencia tiene 2000 años de guerras religiosas padecidas por la humanidad con torrentes de sangre y montañas de cadáveres. Es necesario rescatar el laicismo de las luchas sociales.
La Constituyente es una propuesta tramposa, por cuanto no va a solucionar ninguno de los gravísimos problemas que padece la sociedad venezolana, de hambre por desabastecimiento, escasez, carestía, inflación. No va a traer las medicinas a las farmacias ni a los hospitales. No va a crear fuentes de trabajo. No va a impulsar el desarrollo agropecuario ni fabril ni manufacturero. No va a mejorar los servicios de agua, aseo, gas, transporte urbano e interurbano, salud, educación. No va a recuperar el 70% del parque automotor paralizado por falta de repuestos. No va a mejorar el daño de la red vial del país, deteriorada en más del 70%. Todas estas necesidades urgentes, el chavismo no tiene ninguna capacidad de atender. En consecuencia, la promesa tiene magnitud de farsa al hacerle creer al minoritario sector de la población que todavía lo apoya, que la solución de esas necesidades perentorias, está en cambiar la Constitución y redactar nuevas normas ¡Falso! ¡Inaudito! Si cuando tuvieron todo a favor fracasaron, no lo hicieron, que los hace pensar que ahora con todos los elementos en contra, pueden sacar el país de la horrible crisis a la que lo condujeron. Durante 18 años, el presidente ha tenido poderes extraordinarios, ha tenido mayoría en la Asamblea Nacional, ha decretado el período especial, ha recibido milmillonarios recursos económicos y ¿Cuáles son los resultados? !Fracaso en la Reforma Agraria! ¡Fracaso en la industrialización! ¡Fracaso en la producción agropecuaria! ¡Fracaso en todo lo que han intentado realizar! La situación actual de Venezuela es difícil: de un lado, el fracaso descrito y de otro, la MUD sin una propuesta revolucionaria de cambio y trasformación. La MUD es más de lo mismo. Sólo la izquierda auténtica, proletaria, revolucionaria, puede lanzar el programa de transformación sin curas ni militares. La propuesta de transformación con las mayorías nacionales, por las mayorías nacionales y para las mayorías nacionales.
Para quienes creen en pajaritos preñados, la fecha 17.07.2017, un día después de la consulta popular, pudiera ser cabalística