"Figuras dirigentes de la oposición belicosa aseguraban que habría un
90% de abstención y 25% de votos anulados y que los votantes no
llegarían a 2 millones. Tales cálculos súper optimistas no se basaban
en aproximación responsable y seria alguna en cuanto a enfrentar, de
manera pacífica y pactada, la convocatoria. El rechazo a la
confrontación prevaleció como patrón de conducta desde el primer día
en que jugaron la carta de la violencia callejera sostenida con miras
a dos grandes objetivos: Provocar una fractura significativa en las
Fuerzas Armadas Bolivarianas con vistas a precipitar una salida
golpista exitosa, y crear un efecto mediático intimidatorio sobre los
sectores dispuestos a salir a votar capaz de traducirse en un
reforzamiento del tradicional abstencionismo.
"Cualquiera de estos dos empeños, distó mucho del anuncio reiterado de
la oposición de que disponían del 85% del respaldo popular. En cuanto
a los pronósticos de la oposición, el 90% de abstención no se produjo
y el propósito de provocar una fractura en las FFAA, devino un fiasco
total por cuanto el Gobierno de Maduro continúa teniendo en la unión
cívica-militar uno de sus pilares".
Tales son los antecedentes que cita un sustantivo análisis de la
situación post votación de la Constituyente del analista cubano
radicado el Miami, Domingo Amuchástegui.
En cuanto a la legitimidad o no de la convocatoria el analista
reconoce que el Gobierno de Maduro estaba en su perfecto derecho de
acometer una ANC y quienes lo cuestionan incurren en una seria
violación del derecho internacional.
Respecto al anuncio de la participación efectiva de 8 millones de
electores de un total próximo a los 20 millones facultados para serlo
(41%), el periodista considera que el oficialismo debe haberse fijado
una titánica tarea por articular una votación superior al 50%. Pero
no se puede olvidar ni minimizar la gravitación negativa de un sector
de la oposición que fue capaz de desplegar sostenidamente acciones
violentas de todo tipo, respaldadas y validadas por una importante
concertación de fuerzas hemisféricas encabezadas por EEUU desde la
administración Obama y continuada por Trump.
La impugnación por los sectores más violentos de la oposición de la
cifra de 8 millones de participantes fue instantáneamente desestimada
por todos los factores legítimamente imparciales dado el prestigio de
pureza de los procesos electorales organizados por el chavismo desde
que ganó limpiamente su primera elección presidencial, cuando aún las
instituciones propiciantes eran las mismas de la constitución de 1961.
Bajo el amparo de la nueva constitución (1999), ganó otras dos
presidenciales y otros tantos referendos, amén de la mayoría
abrumadora de las gobernaciones de los 23 Estados y las
municipalidades. Perdió un solo referendo y lo reconoció; no recurrió
a ningún fraude.
"Es más, bajo el chavismo los índices tradicionales de elevado
abstencionismo comenzaron a descender de niveles superiores al 50%, a
porcentajes de 30% y 25%, reflejando una mayor motivación cívica y
confiabilidad en el ejercicio electoral. Y si ahora se registra un
repunte del abstencionismo más allá del 50%, las causales de ello hay
que buscarlas, ante todo, en la crisis económica existente y las
tácticas intimidatorias de la violencia opositora", dice el analista.
Cuando en la primera elección presidencial tras la muerte de Chávez,
Maduro ganó por un estrecho margen y, como presidente en ejercicio y
con todos los recursos del gobierno en sus manos, si hubiera querido
violentar los numeritos, no hubiera sido difícil asignarse una cifra
más elevada frente a su oponente y en el número de diputados a la
Asamblea Nacional. No lo hizo así, reconociendo el muy estrecho margen
en la presidencial y los resultados bien adversos de las legislativas.
"¿Por qué habría de cometer fraude ahora en una cifra que no altera la
situación en lo esencial?", razona Amuchástegui.
"Nadie puede desconocer o ignorar la fuerza de la oposición, que se ha
nutrido y fortalecido con los efectos del colapso petrolero y las
debilidades al seno del gobierno", considera el periodista. Pero es un
hecho innegable la extrema polarización social y política que vive hoy
la sociedad venezolana, escindida en dos bloques con muy limitados
espacios intermedios o de convergencia.
Pero en dicho contexto es válido preguntarse: ¿Por qué si cuentan con
el 90 ó el 85% del apoyo popular no pudieron impedir el proceso
electoral conducente a la ANC? ¿Por qué si disponen de tan enorme
apoyo popular no participaron de la elección de los más de 6 mil
candidatos a constituyentitas? ¿Por qué si ellos ensayaron su ilegal
maniobra plebiscitaria el 16 de julio, no podían el Gobierno legítimo
de Maduro y los sectores de la sociedad que lo apoyan acometer una
iniciativa absolutamente constitucional y legal como la de convocar a
una ANC asistidos de amplia sustentación popular además de la razón y
la ley?