Dieciocho años son suficientes para haber salido del acecho cultural de la IV República. Pudimos haber logrado una transición en los modelos políticos y económicos; haber impulsado una nueva moral republicana, ser ejemplos de la ética socialista y tuviéramos el orgullo de la praxis de la calidad revolucionaria. No ha sido así. Son muchos los entuertos por los que ha pasado este proyecto inconcluso de revolución, especialmente en lo referente a la producción social necesaria para satisfacer variadas necesidades humanas. La guerra multifacética de los adversarios nacionales e internacionales, la inocencia en gestión pública de nuestros líderes, la corrupción, el nepotismo, el amiguismo, la desbalanceada sinergia cívica-militar, y la solidaridad indebida con quienes faltaron a sus obligaciones son parte de esa madeja de complicaciones que nos han llevado a la crisis actual. Estamos en el mejor momento para terminar eso que llamamos entre dientes la transición al socialismo, dicho con esa forma sesgada de justificar muchas prácticas al calco de lo peor de la IV República. Busquemos otras palabras para definir donde estamos. A la vista de todos está la evidencia de los males de PDVSA, sabidos por todos, ocultados por todos, que ha puesto en peligro la teta gigante que nos ha alimentado durante casi un siglo. Con PDVSA estuvimos ciegos, apagamos las velas para ahorrar luz.
¿Están presos todos los que pecularon, se llenaron u omitieron? Veamos. He leído con detenimiento los dos últimos escritos del camarada Rafael Ramírez, el primero justificatorio de una tormenta rescatada del grato recuerdo de una conversación con el Comandante Chávez que aquel re-significó, y de alguna manera compromete la imagen del comandante Eterno, porque ya no puede ser testigo del contenido de esas conversaciones privadas. En la segunda, existe un discurso extenso para insertar un pequeño texto sobre la disconformidad con el trato duro que en ocasiones ha recibido por su gestión en PDVSA. Y en ambos escritos es notorio el olvido del Presidente Maduro en todo esto. Maduro no existe para Ramírez o vendrá en entregas posteriores. Lo que es cierto es que también escurre el bulto a lo concreto que es vox populi sobre los crecientes autos de detención contra ejecutivos de PDVSA, unos vinculados a su gestión y otros a gestiones posteriores. Hasta la presente poco se sabe de las empresas privadas que participaron en chanchullos.
El tema es tratado en los medios convencionales y en las redes sociales con crueldad. El palo lo hemos recibido todos(as) los y las Chavistas, y genera un sentido de culpa calamitosa. Pero, de todos(as,) la gente laboriosa de PDVSA ha recibido las peores escarnios. Hemos podido leer (en diferentes versiones) como la vorágine miserable ha diezmado la riqueza de la Patria. Pareciera que no hay hueso sano, que no hay instituciones que se salven de la mediocridad de la burocracia y de la corrupción. Tapa que se levanta, humareda que se percibe con vapores de lo que nunca ha debido pasar y ¿qué hacemos? ¿Sorprendernos o fingir sorpresas, endilgarle la culpa a otros, incluso hacer cómplices a personas que pasaron la página de la vida? Y tal cual valiente o envalentonado funcionario del Estado asume la retaliación contra los peculadores, supuestos y reales; pero olvida a aquellos que han tenido la autoridad para revisar sus gestiones y no lo hicieron y ahora son presuntos cómplices por omisión. También se olvidan o al menos se le da poca cobertura al tema del empresariado filibustero.
Es un gran error ser sordos y ciegos frente a la corrupción en PDVSA. Pero ¿Cómo resolverla per secula seculorum? Existe un constructo sobre la revolución pacífica, que aparece subsumido en la Constitución al evitar la pena de muerte, para cualquier crimen. Tampoco es posible la existencia en esta revolución pacífica la creación de tribunales populares que juzguen esos crímenes, en plazas públicas, en los mismos campos petroleros, en un estadio de beisbol, y llegar a los resultados de otras revoluciones. A manera de ejemplo, por sustraer pequeñas porciones azúcar de los empaques que era para una comunidad China, un Tribunal Popular sentenció a un ciudadano y fue fusilado. No es esto lo que se ha propuesto. Somos en esencia humanistas que valoramos la vida. Entonces pareciera que ha llegado el momento para que la Asamblea Nacional Constituyente de luz al nacimiento de los tribunales éticos populares para juzgar los asuntos de la moral y la ética, para frenar la corrupción contrarrevolucionaria. Después de eso vendría la causa meramente penal.
Los altos directivos de PDVSA en estos dieciocho años podrían ser los primeros a ser sometidos a juicios en los tribunales éticos populares. Cualquiera decisión sería un aporte para llenar de luz la oscuridad que en este caso sentimos.
Nunca podrá existir un borrón y cuenta nueva.