Tratando de valorar tanto los resultados de los comicios municipales del pasado 10 de diciembre del 2017 me encuentro con un recrudecimiento ex post en el uso de la palabra lealtad, incluso a niveles de exigir culpa y perdón, como si se tratara de una antigua percepción de devoción al rey, que en caso de desviación era penada con la muerte. Eso cambió notablemente con el tiempo, hoy en día se acepta tener visiones diferentes para una misma causa, en una lucha entre dos palabras, la libertad de ser y la consistencia ética del ser. De manera que veo a los diferentes actores del proceso revolucionario enfrascados en demostrar quién es más leal a la causa revolucionaria, los que cooptaron para que su nombre figurara entre los elegibles, recibiendo la bendición de la alta dirigencia, de la ANC y de la burocracia oficial o los que usaron a conciencia la rebeldía propia de los revolucionarios para defender la causa desde otra perspectiva.
Ya lo han dicho en diferentes versiones, no se puede negar los avances sociales en esta revolución todavía jojota. Sería desleal con la causa. Igualmente, negar la grave crisis de valores que se ha venido destapando producto de las contradicciones que han aflorado en medio de la difícil situación del país, porque sería deslealtad con la causa. Todos los choros que se han destapado y los que permanecen ocultos, civiles y militares, son desleales a la causa revolucionaria. En tanto, algunos que se postularon por creer que esta revolución puede ser mejor, y también porque es necesario ir más profundo del fortalecimiento del Poder Popular, siguen siendo leales. Someterlos a la duda puede ser el origen de un resquebrajamiento de lo que sería una unidad conceptual de lealtad. Pero… ¿Cuál es la causa?
Muy tempranamente Hugo Chávez tejió una propuesta dinámica de país, identificando un conjunto de desequilibrios sociales, económicos, territoriales, internacionales y otros, que debían resolverse para poder tener una sociedad más justa, humanamente viable, ecológicamente sustentable, y a eso se le llamo Revolución Bolivariana y Socialista. No han sido las alabanzas a la figura del bronce escultural el motivo, ha sido el ideario de nuestro Libertador, la base conceptual de una nueva Republica. Tampoco ha sido el recuerdo de experiencias socialistas, sino la construcción de un proyecto de vida digna y de una gran suma de felicidad social, logrado progresivamente y en paz. Conllevan ambas ideas una visión compartida de futuro posible, y por qué no, llamarla la causa, a la que somos leales.
No se puede ser leal a figuras, porque generaría una devoción inferior, bien porque queremos un premio, una bendición, un cargo o una prebenda. Hay muchos que lejos de parecer leales tienen aires de solemnidad jalabólica. Con figuras descollantes de autoridad se puede compartir la devoción a una causa superior, no subordinarse a su causa personal. Tampoco es posible pensar que los sentimientos de respeto y consideración hacia personas se confundan con lealtad. Si fuese así, la lealtad sería recíproca del gobernante al gobernado. Todos aquellos que se consideraron leales a sus jefes en PDVSA, estaban equivocados, fue una idolatría malsana, y fueron desleales a la Patria.
De manera que hay que generar una estrategia para que exista lealtad a la lealtad, que no se camuflen allí sentimientos inferiores e intereses mezquinos. Y para cerrar la relación de las elecciones municipales con la lealtad, bien vale la pena un acercamiento de puntos de vista, para que en el 2018, pueda la causa revolucionaria que nos hace devotos, mantener la unidad de propósitos y triunfar como proyecto político en las elecciones presidenciales que se cocinan a fuego lento… ¿Tiene la causa precandidatos(as)?
