Desde el mismo inicio del gobierno del Comandante Chávez, las políticas de seguridad y soberanía alimentaria comenzaron a tener un perfil propio (especie de intuición política e histórica) que nos preparaba para períodos de acoso nacional e internacional en la disponibilidad de alimentos, que llegaron como era previsible y causan un severo daño a la población.
Hoy, la guerra inducida contra la izquierda Latinoamericana, que ha rendido frutos a los factores de poder de la derecha internacional; ahora los jerarcas de la Iglesia Católica se han unido al cotorreo y sacan cifras sin soporte estadístico y científico sobre el tema del hambre. Los otrora países aliados han enfilado sus baterías contra el Presidente Maduro y ha arreciado la política de segregación política, económica y social de USA y la UE contra Venezuela. Todo eso hace muy complejo incluir inventarios para mejorar la ecuación de disponibilidad alimentos, y afecta la oportunidad de adquirir alimentos estratégicos en el mercado internacional. Lo que se consigue hay que pagarlo a precios especulativos, que sumado a otros fenómenos (presunta corrupción) menguan las divisas disponibles para importar alimentos en volúmenes adecuados.
El clima político nacional e internacional evidencia que existen tres fases peligrosas en esta crisis alimentaria, diseñadas por la derecha internacional, que nos resultan inaceptables: 1/ que Venezuela acepte la mal famosa ayuda alimentaria en el marco de una supuesta crisis humanitaria; 2/ Aceptada esta jugada, se dé inicio a programas controlados por la ONU de intercambio de petróleo por alimentos y 3/ En situación de mayor vulnerabilidad alimentaria se proceda a invadir la Patria de Bolívar.
Todo lo anterior justifica los esfuerzos por incrementar sustantivamente la producción nacional, o como la ha llamado la militante agroecológica Ana Felicién, una política de cero divisas para importar.
La disponibilidad de alimentos está condicionada por la suplencia de origen nacional e internacional; las salidas por exportaciones formales y fugas de alimentos, y las pérdidas (por diversas causas fortuitas y descuidos) durante la producción, la cosecha, el transporte, almacenamiento y procesamiento. El Comandante Chávez logró mantener una disponibilidad energética sobre las 2750 Kcal/ persona/ día y una disponibilidad proteica sobre los 75 g de proteína/persona/ día; de estos promedios se estima el componente nacional significó en su mejor momento el 55% del total; aun cuando los cereales tuvieron por un tiempo un desempeño adecuado, pero las grasas mantuvieron una dependencia sobre el 90 % de origen importado. Las declaraciones de prensa de funcionarios calificados reflejaban que la reserva estratégica de alimentos superaba los 60 días, más de tres veces las existencias probadas durante el grave período del 27 de febrero de 1989 o Caracazo, en la IV República.
Para garantizar el acceso a los alimentos, Chávez al igual que Maduro, ambos trataron de mejorar el ingreso bruto de las familias con mejoras salariales, bonos alimentarios y otros tipos de bonificaciones, alimentos subsidiados de uso frecuente, y alimentos subsidiados ocasionales durante las Semanas Santas y las Navidades. Pero también, ambos dejaron avanzar progresivamente la inflación, que nunca ha estado en menos de dos dígitos desde 1999 y que ahora alcanza tres dígitos. Para mejorar la suplencia de alimentos, el Presidente Chávez se apoyó en muchos países amigables, diversificando el origen de las importaciones.
La opinión más justa es que hemos tenido una agricultura de la revolución apoyada con importaciones del entorno internacional, pero no hemos tenido una revolución en la agricultura que disminuya la brecha importadora, con lo cual la soberanía se ve amenazada por la vulnerabilidad política que genera la dependencia alimentaria.
En ese contexto, un Programa de Hambre Cero puede contar con el soporte experimentado de la información sobre personas en situación de precariedad y vulnerabilidad alimentaria basada en datos poblacionales de edad, condición fisiológica, situación de salud y de ingreso familiar. Hay que confirmar o rechazar las hipótesis sobre deterioro nutricional de la infancia venezolana. También es un excelente apoyo a un Programa de Hambre Cero, la organización socio-política de los CLAP que cada vez se ramifica más hacia un mayor número de familias de la sociedad venezolana. Y puede ser de gran utilidad los balances de ejecución de diferentes programas de apoyo al consumo de alimentos. Los datos de investigaciones realizadas por el INN y en las universidades pueden servir para orientar las políticas sobre nutrición especialmente aquellas relacionadas con alimentos ricos en vitaminas y minerales. No olvidemos que hace un par de años se quiso implementar un programa de consumo de frutas y hortalizas, que se cayó ante la escalada de los precios de estos alimentos. Todo estas ventajas podría permitir superar la gran dificultad de tener más del 80 % de las familias venezolanas (cifra a evaluar) por debajo del consumo promedio de 1700 Kcal/persona/día y menos de 50 g de proteína/persona /día.
En ese momento, finales del mes de enero de 2018, ningún vocero gubernamental ha dado a conocer cifras sobre la reserva estratégica de alimentos. Y un agravante, es la conducta vil de "Todos contra todos" que ha logrado colocar la injerencia internacional con los cambios abruptos en la paridad cambiaria no oficial, que lanza los precios a la estratósfera, haciendo inalcanzable lo que era común adquirir por todos(as). De manera que el centro de la vida en nuestra Patria para los próximos cinco años debe ser un Programa de Hambre Cero que elimine cualquier vestigio de vulnerabilidad alimentaria en la población.
Las aguas son turbulentas, pero han de apaciguarse con los diálogos, tenemos que reconocer las dificultades, convertir la situación alimentaria en un proceso de aprendizajes colectivos, profundizar en la organización socio-política para enfrentar el gran reto de la producción de alimentos, avanzar en una nueva organización del Estado para favorecer la revolución en la agricultura y detectar cuales proyectos requieren ser priorizados para profundizar en mejores resultados (sin que otros se detengan).