27F: el pueblo enfrenta hoy al mismo enemigo

A 29 años del Caracazo los venezolanos y venezolanas tenemos muy claro todavía en la memoria cómo el puntofijismo, con su característica saña criminal, actuaba. A la dictadura puntofijista, que le había escamoteado al pueblo la gesta del 23 de enero de 1958, para entregarle el país al imperialismo norteamericano y su vasalla oligarquía local, no se le aguaba el ojo cuando mostraba sin límite su esencia homicida contra el pueblo, ante cualquier apremio que se le presentara defendiendo los poderes antinacionales, aunque luego tuviera que gastar mucha energía disfrazando sus acciones criminales como acciones democráticas, como lo hizo Carlos Andrés Pérez, Ítalo del Valle Alliegro y consortes aquel 27 de febrero de 1989, frente a la montaña de cadáveres de gente del pueblo.

Hace 29 años las luchas del pueblo venezolano en contra de ese régimen corrupto y entreguista había llegado a su máximo clímax, sorprendiendo al mundo, el cual se encontraba postrado, impotente, ante el triunfo global del neoliberalismo, el último credo, o dogma, con el cual se pretendía legitimar el supuesto dominio, por los siglos de los siglos, del régimen capitalista. Un mundo que miraba con desesperanza y desolación el derrumbe del llamado Socialismo Real y el franco reflujo de las luchas de los pueblos. Se decía que era el fin de la historia que se había decretado.

El contexto del caracazo estaba caracterizado por un elevado grado de descomposición del capitalismo dependiente venezolano, el mismo que se había amamantado por casi 100 años del, ya agotado para entonces, rentismo petrolero; todo un cuadro convulsivo agravado por la aplicación a troche y moche del mencionado dogma neoliberal, ordenado desde los centros mundiales del capitalismo globalizado imperialista, y ejecutado servilmente por las élites políticas y económicas puntofijistas.

El consenso de Washington, expresión brutal de dominación imperial en los hechos, para imponer al neoliberalismo a escala planetaria, puso al descubierto la verdadera esencia del Puntofijismo: el nefasto pacto político de las viejas cúpulas de los partidos de la derecha (AD, Copei y URD), que desde 1959 se había impuesto sobre los venezolanos. Ese pacto de cúpulas fue la concreción en suelo venezolano de la voluntad del imperialismo norteamericano, que exhibía al Puntofijismo en su vitrina como al modelo a seguir como contrapropuesta en el hemisferio al ejemplo de la triunfante Revolución Cubana. Para tal cometido fueron utilizados los inmensos recursos provenientes del petróleo.

Con la rebelión popular del 27 de febrero de 1989, llamada el Caracazo, todo el país pudo ver claramente dentro de las "vitrinas rotas" (Caldera dixit) por la furia popular, lo que verdaderamente era ese desvencijado modelo liberal burgués de democracia formal representativa, a duras penas solo política, en donde el derecho a ser elegido y a votar quedó como la única e íngrima oferta, pero aplastada con la modalidad adeca del "acta mata voto". Mediante esa "democracia" se produjo un proceso de acumulación de capital y de todo tipo de groseras riquezas a favor de llamada burguesía parasitaria, improductiva, compuesta fundamentalmente de importadores, comerciantes y banqueros, que no son otra cosa que una especie muy deformada del capital financiero, escandalosamente especulativo, dependiente en condiciones de vasallaje del capital transnacional.

Hace 29 años no podía ocurrir algo diferente, debido a que por un lado el régimen adeco-copeyano había consolidado y ensanchado el ya caudaloso drenaje de la renta petrolera (perfeccionando el existentes y creando nuevos canales más corruptos) hacia los mencionados sectores privilegiados, y, por el otro lado, en contraste ominoso, se condenaba a la pobreza y a la exclusión social a más del 80% de la población, según algunos estudios como los de Fundacredesa (El BCV, con sus cifras conservadoras, señalaba 66.9% de pobreza general y 33% de pobreza extrema) con sus secuelas de injusticias: desnutrición, analfabetismo, falta de servicios básicos etc..

Con el país quebrado cerró Lusinchi la década de los 80. Había tenido que suspender los pagos de la inmensa deuda externa, compromisos contraídos con la banca internacional. Traspasó esa gigantesca hipoteca a manos de su sucesor Carlos Andrés Pérez, quien se dispuso a aplicar el llamado "gran viraje". De manera que el Puntofijismo al verse a sí mismo cayéndose a pedazos se prosternó, sin dignidad alguna, buscando una tabla de salvación, ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), quien le impuso un recetario, el llamado "paquetazo": la liberación del mercado y la privatización, en otras palabras, la entrega total del país. CAP así comenzó a desmontar el Estado Nacional con sus obligaciones sociales.

Con ese "plan de ajustes" el FMI obligaba, como a obligaba a todos los países que cayeron en sus redes, a pagar la inmensa deuda externa que los gobiernos de AD y Copei acumularon, precisamente, cuando a Venezuela entró la más grande bonanza petrolera jamás conocida. El régimen puntofijista adeco-copeyano trató de someter a nuestro pueblo a la política de shock del FMI (reducción del gasto fiscal, reestructuración del aparato estatal y un control estricto de la gestión presupuestaria pero en detrimento de lo social) que trajo más explotación, hambre y miseria. El gobierno de Carlos Andrés Pérez, elegido en diciembre del 1988 cabalgando en la más vulgar demagogia y engaño, comenzó a desregularizar las relaciones laborales, eliminó los subsidios, liberó los precios y las tasas de interés, incrementó las tarifas de los servicios públicos, destruyó la seguridad social, redujo la inversión social y comenzó a privatizar empresas y servicios estatales, entre otras de las tantas medidas antipopulares y entreguistas.

El impacto fue brutal en las condiciones de vida de las grandes mayorías populares. Se generalizó el descontento hasta hacer detonar la reacción del pueblo, el cual había perdido la confianza en el gobierno, en los partidos y en todas las instituciones. Ese pueblo, al cual se pretendía inocular la desesperanza, reaccionó como un volcán en erupción, se dispuso a hacer justicia con sus propias manos el 27 de Febrero de 1989, el Caracazo, el gran levantamiento popular que desde Caracas, como un reguero de pólvora, prendió por todo el país.

El pueblo sin dirección alguna, sin líderes visibles, se lanzó a las calles en la primera rebelión que estalló en el planeta contra el neoliberalismo. La reacción del gobierno puntofijista no sorprendió a nadie: salió a proteger como de costumbre los intereses de la vieja oligarquía y demás elites corruptas, utilizó a las Fuerzas Armadas de entonces y a sus cuerpos policiales para masacrar al pueblo. Nunca se supo el número real de las víctimas fatales porque fueron sepultadas sin identificar (eran grandes cantidades, aún no determinadas) en fosas comunes, como en aquella terrible y tristemente célebre llamada "La Peste".

El Caracazo, sin duda, produjo un despertar en la conciencia de amplios sectores de la sociedad venezolana, incluyendo las Fuerzas Armadas. Aceleró el descontento que se venía incubando dentro de aquellas FAN, donde se venía organizando un movimiento patriótico liderado por el Comandante Hugo Chávez, que el 4 de febrero de 1992 se alzó en insurrección a favor del pueblo.

A 29 años del Caracazo el pueblo venezolano enfrenta al mismo enemigo, pero hoy mucho más peligroso y más cruel. En la presente coyuntura el Imperio Norteamericano viene desatando contra Venezuela una Guerra No Convencional; con esa guerra despiadada nos trata de imponer un escenario de desestabilización para derrocar la Revolución Bolivariana. Con el componente de guerra económica, trata de quebrarle la voluntad a nuestro pueblo tratando de provocarle hambre, privándolo de los alimentos para desmoralizarlo.

El gobierno de EE.UU. ya hoy no guarda ni las formas para aplicar su política injerencista contra nuestro país. La reciente gira del secretario de estado Rex Tillerson por algunos países para alinear a sus gobiernos títeres así lo demostró. Es Trump en persona jefaturando a la oposición derechista, aplicando las ilegales medidas de bloqueo económico contra Venezuela, medidas extraterritoriales muy agresivas para estrechar la asfixia y los dolores contra nuestro pueblo.

Pero en esta coyuntura tan difícil el pueblo ha contado con un Presidente que lo defiende, que viene cumpliendo fielmente el legado del Comandante Chávez. Un Presidente que no se rinde ni se entrega, un Presidente que ama a la Patria, que nos dice que juntos podemos más, un convocante de la unidad como la única garantía del triunfo de la Patria. Y es por eso que el pueblo venezolano, con la elevada conciencia de saber que hoy enfrenta al mismo cruel enemigo que lo masacró hace 29 años, y que debe derrotarlo, volverá a elegir, con mayoría abrumadora, al Presidente Nicolás Maduro el próximo 22 de abril para que continúe con la obra redentora de Hugo Chávez.



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Irán Aguilera


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