Sin el ánimo o intención de cuestionar o irrespetar la inteligencia o las capacidades del doctor Abreu, y lo extremadamente organizado de su proyecto trabajado durante años (dentro de una madeja de irregularidades), me permito hacer algunas reflexiones, porque le conocí personalmente (1974) y llegué a conversar largas horas con él. No asumo irreflexivamente su obra (como si lo hacen quienes le sacralizan), siempre he tratado de evidenciar como ha sido y es empleada, y a qué intereses sirve.
Siempre le dispensé un trato cordial y así lo percibí de él para mi, no importa si por educación o protocolo de su parte: cuando asistió al concierto de presentación de mi trabajo de investigación sobre las Canciones Patrióticas Sinfónico Corales del siglo XIX (en La Estancia), esperó que toda la audiencia se retirara y entró al camerino improvisado que teniamos al lado del escenario; sostuvimos una conversación de altura, de respeto mutuo, bromee con él y le dije que sus orquestas adquirirían relevancia cuando dejen de ser voceras de la cultura ajena y rendir tributo a la dependencia, y lleven por el mundo la obra de los compositores venezolanos, especialmente la mía... rió y me pidió un abrazo; con esto quiero decir, que no por adversarle intelectualmente y conceptualmente, le negaría una manifestación de respeto. Pero cuando se debaten asuntos que consideramos esenciales para la vida, no se puede ser apocado ni timorato, ni andar con eufemismos y entelequias, y muy sobre todo, cuando uno de los adversarios tiene tanto poder (el doctor Abreu lo tuvo).
Ninguna cultura puede arrogarse la aquiescencia para determinar cual expresión musical es culta, elevada, erudita o de superior calidad estética o conceptual, porque con ello se estaría colocando una frontera en el entendimiento humano; las músicas son representaciones éticas, estéticas, cognitivas y afectivas y se atienen históricamente a tramas que se van transformando y representando nuevamente.
Es un bien cultural construido socialmente, ella representa o significa algo, a menos que se considere que la música se representa o se significa a "si misma", lo cual está cerca del absurdo.
Es a nos-otros los venezolanos (a través de las orquestas de la corporación creada por Abreu) a quienes se nos hace producir la plusvalía ideológica necesaria para que se eternicen los valores culturales de una sola mirada del mundo: la de cuatro países de Europa central y doscientos años de su historia (la de ellos, su casa y no la nuestra) y todo ello a nombre de la supuesta Música Universal, imponiéndonos su metarelato histórico (el proyecto Alma Llanera, un diminuto apéndice de la organización de la corporación de orquestas, surge como resultado de las fuertes críticas que realizamos y de la evidencia del eurocentrismo desproporcionado, esencia medular de su proyecto).
Los universales son relaciones inmutables y restrictivas en los mundos físico y biológico, pero no en el ámbito cultural, en donde lo infinito y eterno son un límite para la libertad.
Los valores musicales nos son absolutos. Son productos culturales y gozan de autoridad sólo dentro de una cultura dada. Como arte social (o potencialmente social), la música necesita un consenso comunitario para establecer un sistema de valores... (Lewis Rowell 1996. Introducción a la Filosofía de la Música. pág 18).
La categorización de "universalidad" de la cultura hegemónica nos ha sido inculcada desde nuestros inicios como naciones y desde la muy temprana edad biológica.
Al participar de manera irreflexiva en una orquesta de las llamadas infantiles, al niño se le aísla y desconecta de su realidad contextual; y se le encauza a operar en él con base en categorías aprendidas, proceso de clasificación que es reforzado por la Percepción Categorial. Se forman así progresivamente, las "clases" de sonido y de sonoridades, según un orden jerárquico aprendido, lo que se llama también, clases conceptuales, que son la base de las teorías relacionales en cuyos términos concebimos, elegimos y actuamos en el mundo.
Al niño se le inculca como valor universal una específica clase conceptual de sonido, música y asociaciones simbólicas, la cual es reforzada en la mente/ sensibilidad del niño, a quien se le priva de una elección inteligente o voluntaria de los valores estético/ culturales/ musicales, disociándolo así de su entorno real/ cotidiano.
Un antecedente de esta aberración sicótica (fanatismo), fue la implementación del método suzuky con los niños pemones (un proyecto de Willem Oltmans y el presidente fundador de la Sony de Japón, el señor Masaru Ibuka), en un vergonzoso episodio protagonizado por J.A Abreu y L.A. Machado (Ministro de la Inteligencia en los años 70); unos niños de la etnia pemón fueron presentados en televisión como un logro de la inteligencia porque podían tocar el violín, y particularmente a Vivaldi y Mozart.
La ubicuidad de lo universal-europeo (que profetizó y pontificó el doctor Abreu) está fortificada, ya que se nos manifiesta en todas las esferas de la vida cotidiana y opera a través de: literatura, cine, arte en general, prácticas profesionales, conductas institucionales, programas de educación y las mismas comunidades.
El doctor Abreu trabajó siempre con las altas élites del poder económico y político, además tuvo también una connotada vida política asociada a la derecha nacional e internacional, que obviamente no puede ni podrá favorecer ningún proyecto o propósito liberador en ningún campo:
- ¿cómo puede llamársele a su trabajo denodado para enaltecer los valores que nos originan dependencia?
- ¿o es que a él lo premiaron internacionalmente por difundir la cultura musical venezolana o latinoamericana en el mundo?...
En un homenaje en Europa lo nombraron ¡Salvador de la música clásica!...claro..la de ELLOS (los misioneros españoles usaron la educación en la música europea como un medio de conversión y "civilización" de la población indígena. La música siempre fue utilizada como programa de control social... no de emancipación.)
Hoy, una cantidad notable de excelentes instrumentistas integrada esencialmente por los jóvenes del sistema, se fueron del país, y no solo por la crisis económica (lo cual puede ser comprensible), sino porque ese es el paradigma esencial formativo del proyecto Abreu: fueron formados para funcionar como vectores en la reproducción de los valores musicales de una mínima representación de la humanidad, justo la de las potencias hegemónicas, una especie de adiestramiento para la dependencia (esa es la base de su parte pedagógica y de la programación de sus orquestas); el asunto entonces no es solamente que regresen estos jóvenes (para lo cual hay que garantizar condiciones...¿verdad?), sino que reflexionen, donde quiera que estén.
El proyecto del doctor Abreu representa la antítesis de todo paradigma o proyecto de liberación o autonomía, al anclar a niños y jóvenes al culto irreflexivo de la música de una pequeña parte de la humanidad.
Entre la corporación de orquestas y el gobierno venezolano, parecieran no estar consciente del desbarajuste y desafuero que significa gastar una fortuna para que vayan por el mundo (el europeo especialmente), intentando demostrar lo bien que algunos venezolanos han aprendido a hacer uso de la música de una cultura ajena, aun cuando no dejo de pensar que hay quienes sí se sienten allí representados...o sea, que se creen y perciben a sí mismos como Europeos de América; y podrían estar en su derecho de definirse así, pero... ¿los europeos los consideran a ellos como sus iguales? (hago excepción de Dudamel, actualmente ciudadano Español).
Abreu fue sin duda el edificador de un gran proyecto (iniciativa que ni siquiera fue de él solamente), cuyos orígenes se distancian enormemente del rumbo que luego tomó: un proyecto transnacional que a fuerza de millones de dólares, otorgados en su mayoría por el estado y en menor grado por varias empresas privadas y organismos internacionales, se ha vendido como un mecanismo para una labor social de alcances trascendentes, cuando en realidad es una empresa cultural de la globalización que tiene mucho de mafia y engaño, aun cuando no dejamos de admirar el estro en el arte instrumental que despliegan la mayoría de sus integrantes.
Abreu logró a fuerza de dinero que no era suyo montar un sofisticado aparato de promoción y publicidad que sería la envidia de cualquier candidato a la presidencia de los EEUU, con decenas de periodistas en nómina, con amigos fieles en los principales networks de radio y televisión, periódicos del orbe a quienes agasajaba de manera fastuosa, con un pequeño ejército de relacionistas públicos en diferentes países con él a la cabeza, rompiendo resistencias, comprando voluntades, derrochando glamour, porque no olvidemos algo que Abreu tenía muy claro, estaba en el show bussiness, y quien está en el mundo del espectáculo debe obligatoriamente llamar la atención, y en lo posible, que se escriba y se hable bien de él y para eso tenía una bolsa que parecía inagotable.
La necesidad del mito (el caso Abreu), por Saúl Godoy Gómez.
En memoria de Abreu, quiero recordar una vez más que la música, por lo subjetivo e intangible de sus asociaciones simbólicas, es un vehículo para el resurgimiento sutil del NEOCOLONIALISMO, con el fin de perpetuar la dependencia:
...el neocolonialismo se caracteriza por la toma de decisiones ajenas sobre objetos culturales ajenos y se profundiza el rechazo hacia los objetos culturales propios. La toma de decisiones ajenas se asume como propia y se colabora con el agente cultural ajeno que las toma; además, los objetos culturales ajenos se anhelan como propios. Brito Figueroa. 1978.
Paz a sus restos.
salud!!!