No existe en este universo un país, donde cada vez que ocurre una elección, bajo las reglas del mismísimo Estado burgués, no deba el gobierno de turno ganar por KO a la oposición. Recuerdo de niño esas peleas de Betulio González con el japonés X, siempre en Japón, al cual literalmente debía hacer papilla oriental, porque sino el maracucho irremediable y extrañamente perdía por puntos.
Es peligroso, siempre, acostumbrarse y acostumbrar a la fanaticada a golear al adversario. Por supuesto es placentero, telúrico, heroico vapulear el arco contrario. Pero en política suele ser destructivo y desgastante, especialmente para su militancia, tratar en todo momento vencer por paliza; porque en ocasiones la propia naturaleza y dimensión de los conflictos, fuertemente condiciona lo posible y lo probable.
Nicolás Maduro venció a Henri Falcón sacando 5,8 millones de votos, luego de escrutar el 92% de las actas. Esto es, al 100% puede llegar a 6,3 millones de votos; de un total de 8,6 millones de personas que fueron a sufragar este 20 de mayo. Pero tomemos el peor de estos números: 5,8 millones de votos. En el clímax de la participación electoral, años 2012 y 2013, 80% de los electores se presentaron ante las urnas de votación. Esto es, al menos un 20% NUNCA participará de la vida democrática-electoral, pase lo pase, cueste lo que cueste, ocurra lo que ocurra. En todas las sociedades y tiempos, hay un grupo de adultos que por diversas razones y circunstancias, se mantienen al margen de la contienda política. Este es el verdadero techo electoral en Venezuela.
El padrón electoral en nuestro país es de 20,5 millones. De ese gran total hay que restarle ese 20% que JAMÁS participa ni participará. Esto es, 16,4 millones es el techo máximo real electoral. Por lo tanto, el chavismo posee en estos momentos, en el peor de los casos, el 35,4% del electorado real. Ese es el piso político sobre el cual se asienta el movimiento revolucionario venezolano inspirado por el Comandante Chávez.
En términos absolutos, si comparamos con el 2013 cuando ganó Maduro (7,6 millones), hemos perdido, cuando mucho, 1,8 millones de votos; un 24% de la base política. Es mucho, y preocupante. Pero la oposición está, luego de estas elecciones, en peores circunstancias: sustancialmente reducida, fragmentada y escéptica; pasando de 7,4 millones con Capriles Radonsky en 2013 a 2,8 millones con Falcón+Bertucci en 2018; perdiendo por tanto el 62% de su piso electoral.
Esos son los números, redondos, un poco más o un poco menos, sobre los cuales debemos reflexionar.
La dura coyuntura económica ha diezmado la base electoral de chavistas y opositores; paradójicamente tres veces más de éstos últimos, a pesar de ser contrarios al gobierno. Por cierto, esto podría pulverizar las bases del llamado "voto castigo", el cual solo debería afectar al gobierno y jamás a las fuerzas contrarias a ese gobierno. Esto podría explicarse, parcialmente, señalando que al menos 3 de cada 4 venezolanos (estas son estimaciones a pepa de ojo) que han salido del país son de tendencia opositora. También, que la dirigencia de la extinta MUD ha perdido contacto con la realidad del país, y este la percibe como contraria a los intereses nacionales, despreocupada de sus sufrimientos, y traidora a sus principios fundacionales.
El chavismo, contra todos los pronósticos de hace apenas un año atrás, ha salido victorioso, fortalecido, pero a un costo extremadamente alto. Hay que racionalizar el esfuerzo, ahorrar la energía al máximo, reinventarse completamente, repensar una nueva nación socialista sobre la realidad de un bloqueo criminal y atroz que se estima recrudezca aún más. Hay que poner los pies sobre la tierra, firmemente, sobre bases reales. El adversario es poderoso y no siempre podremos ganarle arrolladoramente; como Betulio González en sus tiempos de gloria.
Una vez más, este 21 de mayo de 2018 nos montamos a surfear magnífica y maravillosamente en la peligrosa cresta de una soberbia ola de 40 metros, pero recordando en todo momento que esa misma ola volverá a bajar para sumergirnos. Hay que tener entonces el suficiente oxigeno en los pulmones y el músculo necesario para cuando, cíclicamente, las circunstancias vuelvan a ser adversas.