Dos importantes aportes de Nestor Francia al debate verdadero

En medio de tanta demagogia, consignas sustitutas de pensamiento y gritos, es refrescante que haya todavía quien proponga una discusión en torno a unos conceptos, y no una competencia a ver quién gane un torneo de insultos. Este es el primero de dos importantes aportes de los artículos que ha venido publicando Néstor Francia en Aporrea a raíz de las elecciones del pasado 20 de mayo: una invitación a reflexionar y debatir sobre las cosas realmente importantes, es decir los conceptos, a propósito de la suerte (o mala suerte) que ha tenido el proceso político venezolano que se ha llamado "revolución", con el riesgo de desvirtuar la palabra. No me referiré a esa caracterización de "victoria pírrica" respondida por algunos altos burócratas y tercos "obstinados", como les gusta considerarse a sí mismos, con la frase alternativa de "victoria heroica", "admirable" o hasta "gloriosa". Ya el propio Francia ha dado cuenta de tales desaguisados.

La degeneración del debate político, más allá del concurso de estupideces y clichés entre los adversarios polarizados, afecta también el campo de la izquierda, especialmente el del "chavismo". Esto es expresión de la degeneración burocrática y militarista de toda la praxis política. Ese deterioro se nota en el uso de palabras claves tales como "lealtad", "Patria", "pueblo", "revolución", "antiimperialismo", "socialismo" y hasta "chavismo". Más que usadas, esas palabras han sido manoseadas, abusadas y hasta violadas, como es el caso de la "constitución" y "lo constitucional". En este artículo nos concentraremos en tres, que es donde pienso comentar el aporte de Francia. Dejaré para próximos artículos los otros puntos.

En todo caso, poniéndonos a tono con la onda de Francia, diremos que un auténtico ambiente de debate debe ir acompañado de reflexión. Hay una distinción muy clara entre dialéctica, en el sentido de contraposición de conceptos y opiniones en una discusión, tal y como se entendía desde la Antigüedad, y erística, que es la maña de "ganar" un enfrentamiento verbal (que no discusión) haciendo uso de razonamientos absurdos, descalificaciones personales del contrario, cambios de tema, insultos, bromitas bobas, manipulaciones mentirosas, calumnias y pavoneos (como los que caracterizan, por ejemplo, a Saint Roz) y demás sarta de recursos tramposos para lograr los aplausos de un auditorio llevado allí justo para aplaudir. En una discusión, por el contrario, se enfrentan argumentos, se detectan las debilidades del razonamiento del contrario, se refutan sus señalamientos, sin necesidad de ofender a la persona. Como resultado, los escuchas aprenden algo nuevo. Es decir, un debate debe ser pedagógico y enriquecedor, no un torneo de gritos en un botiquín.

El otro aporte de Francia es digno de mucha consideración. Es nada menos que su concepción de "socialismo". Para él (ya se lo hemos leído en varias textos) el socialismo (y el comunismo, en el sentido de Marx, claro; no de los gusanos cubanos y menos de los burócratas soviéticos o chinos) es una utopía que sólo se conquistará a nivel mundial. Mientras se llega a ese muy lejano horizonte, lo que cabe es concentrarse en enfrentar al imperialismo norteamericano. Este argumento "francés" es fundamental. No es para nada abstracto, puesto que es el fundamento para su apoyo a Maduro: habría que apoyarlo puesto que es "antiimperialista" y no porque haya hecho un buen gobierno. Lo de avanzar al socialismo, no importa mucho en relación a Maduro, porque eso es un problema mundial, allá, dentro de muchas décadas y quizás siglos.

No voy a caer en una citadera de Marx, Engels y Lenin. Sólo haré algunas precisiones conceptuales que contribuirían, tanto a la reflexión, como al debate verdadero.

Ya es un avance (gracias a Francia) distinguir al "socialismo" de la simple beneficencia o caridad pública como lo han manejado los altos burócratas militares y civiles (incluido el presidente Maduro). Repartir comida, sillas de rueda, incluso bonos, casas, seguridad social y atención médica, lo puede hacer perfectamente un sistema capitalista, y de hecho lo hace en casi todos los países y hasta lo hicieron adecos y copeyanos durante décadas enteras. Es más, Bertucci lo hace: regala juguetes y hasta platos de sopa. También es un avance usar socialismo como una perspectiva histórica, y no simplemente como la "marca" del gobierno, como se le ocurrió a aquel genial burócrata, de quien se burló el propio Chávez, que le puso "socialista" a unas areperas.

Ahora, reducir el "socialismo" a una "utopía" milenaria e identificarla con el antiimperialismo, me parece un gran error conceptual. Nunca los clásicos del socialismo detallaron cómo iba a ser una sociedad socialista, porque entendían que el "comunismo" (digamos la palabra tan desprestigiada en virtud del stalinismo) se trataba de una tendencia histórica, es decir, un movimiento, una lucha, que, en general, se dirige ya, ahora, a superar la explotación, la opresión, la dominación del capitalismo. El que los trabajadores asuman la conducción de empresas productivas es ya un movimiento, un paso, un avance, hacia el socialismo. Los mecanismos de democracia directa en la Constitución de 1999, es ya un paso hacia allá. Aplicar métodos participativos, rechazando el estilo de mandar y someterse propio de los militares en los cuarteles, pero no de una sociedad democrática, es también tender al socialismo.

En cuanto al antiimperialismo, hay que retomar las definiciones clásicas, leninistas, que nos ayudarán a entender que el poderío ruso y chino, por ejemplo, no es contrario al imperialismo como tal, sino que constituyen otro imperialismo más, con todo y capital monopólico, intereses geopolíticos y la "guerra fría", comercial y a veces militar (como en el caso de Siria) es una pugna por repartirse el mundo, tal cual como ocurrió alrededor de las dos guerras mundiales del siglo XX. Una vez aclarado eso, podemos discutir, como ha sugerido ya Britto García, que la política de un gobierno patriótico debe aprovechar las pugnas interimperialistas para obtener ventajas. La cosa es que la cúpula burocrática-militar actual y los opositores viajeros entienden otra cosa, que deben cuadrarse, o con Trump, o con Xi y Putin para, además, entregarle los activos nacionales lisa y llanamente, para estar bien con los poderosos. Hasta ahora las ventajas han sido para los imperios, y no para la Patria, a menos que (otro importante error, esta vez malintencionado) se confunda Patria con el gobierno. O sea, que, desde este punto de vista, y tomando en serio las denuncias de Britto García sobre el Petro, la Ley "terminator" y otros "detalles" de este gobierno, Maduro y su combo (ese "nido de serpientes" del que habla Julio Escalona) no son, para nada, antiimperialistas.



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Jesús Puerta


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