Dictadura electoral & Democracia imperialista

El cuadro político venezolano el 20M quedó definitivamente despejado. El voto consiente y duro del chavismo coronó con la elección presidencial la pirámide estructural del poder político nacional, incluyendo al poder constituyente. Si había alguna duda la realidad no puede ser más evidente. Nunca en Venezuela y creo que en ninguna otra parte del mundo, una República democrática con un ordenamiento legal constitucional como existe en Venezuela, haya logrado una proeza electoral como la nuestra, sobre todo, bajo el fuego cruzado de una guerra imperialista de última generación, en la cual al imperio norteamericano solo le falta utilizar la invasión armada; ya todo su maligno y criminal arsenal de guerra sucia lo ha puesto en práctica, no solo en Venezuela.

Por otra parte, en Venezuela quedó demostrado que la conciencia revolucionaria de las masas populares ha madurado en disciplina, método y constancia, en valores, saberes y voluntades. El estoicismo de resistencia y lucha se probó que viene de la fortaleza excepcional del mestizaje caribe y del legado histórico de heroísmo y dignidad a toda prueba. De allí que por criminales y aterradoras que hayan sido los métodos utilizados por el imperio norteamericano y sus lacayos, para destruir el país y apoderarse de sus riquezas, no han podido doblegar ese espíritu ni secar las esperanzas de conquistar la independencia y la soberanía total y definitiva que los venezolanos se han propuesto por la vía pacífica, la justicia y la paz.

El tiempo pasa y la experiencia queda. El saber y la lucha hacen la conciencia revolucionaria. La conciencia revolucionaria es pensamiento crítico, creador e ideológicamente formado para los cambios progresivos, de manera que lo que el pueblo venezolano demostró el 20M, es una hazaña histórica que debe tener una sabia lectura por parte de la vanguardia que gobierna el proceso revolucionario bolivariano del siglo XXI. Y por supuesto, también por la izquierda revolucionaria que mantiene una actividad política militante y crítica en los frentes de lucha propios del poder popular, sin vínculos de sujeción con la administración pública.

El 20M es un hito histórico de la revolución bolivariana, se empieza una etapa histórica diferente, las condiciones objetivas y subjetivas son de una realidad inminente para un cambio cualitativo en las formas y los métodos de lucha. El enemigo fundamental, el imperialismo norteamericano, lo tenemos de frente, sin careta, sin subterfugio y en pleno uso de su arsenal de guerra: psicológica, mediática, económica, diplomática, mercenaria, forajida y produciendo desequilibrio letales de orden interno y externo al sosiego y dignidad nacionales. El imperialismo nos está llevando al caos, y lo está logrando aunque sean ciertas y alentadoras las batallas políticas conquistadas, como las victorial del ciclo electoral pasado. Sin embargo, no es menos cierto, que la inflación inducida es demoledora; la escasez de medicinas y de productos de consumo masivo es una calamidad; los servicios públicos son precarios, particularmente el transporte público y la electricidad; la inseguridad campea en las zonas rurales; la capacidad adquisitiva de la clase media y sectores asalariados del pueblo está en una situación precaria, producto de la grave escasez del circulante y de la hiperinflación. No tiene sentido seguir enumerando esta lista de necesidades sociales insatisfechas y agravadas, producto no sólo de la guerra imperialista que es fundamental, sino también por la falta de una política pública revolucionaria, cónsona y propia de las circunstancias de esta etapa de la lucha revolucionaria.

¿Hasta cuándo una resistencia pacífica ante una guerra de exterminio? La resistencia en la guerra es una táctica que tiene un límite y que nunca es hasta el agotamiento. Ningún pueblo por consciente y disciplinado que sea, soporta resistir estoicamente al enemigo hasta el exterminio. Hay un aforismo bélico que reza que la política es la guerra por otros medios. Hasta ahora la guerra económica imperialista no ha explotado un solo misil, pero cuántos estragos están causando la desnutrición, los efectos en la producción de alimentos y en la actividad normal de la economía, en la tranquilidad, el sosiego y el desequilibrio emocional y moral de la ciudadanía. Entonces ¿se justifica que la conducción política de la revolución se mantenga dentro de los mismos parámetros de lucha que ha mantenido hasta ahora? O ¿es necesario cambiar la táctica y la estrategia ante el panorama que ha despejado el 20M?

La lucha ha llegado a niveles extremos. Se impone una nueva táctica para recuperar el terreno perdido. Ya la táctica de resistencia pacífica después de los resultados del 20M es contraproducente. Se hace necesario recurrir a la ortodoxia marxista leninista, que concibe el Estado Socialista como una etapa de transición donde se impone la dictadura del proletariado, para acabar con el estado burgués y sus atavismos culturales de dominación.

El presidente Maduro debe tener claro el concepto de estado socialista y del contenido ideológico de lo que significa la dictadura del proletariado, por eso no debe bajar la guardia ante el chantaje de ser calificado como dictador. Los revolucionarios socialistas tienen que ser marxista leninistas, en cuya doctrina científica hay un concepto de estado socialista, que no es otra cosa que la dictadura del proletariado. El socialismo es un período de transición del capitalismo a una sociedad sin clases, sin estado y autónoma, donde impere la igualdad, la libertad, la equidad, la justicia y la paz.

El Presidente de la República Bolivariana de Venezuela debe sentirse honrado por ser el adalid de la clase obrera en la conducción del estado socialista, como instrumento de destrucción del estado burgués y de transición a la sociedad humanista.

 



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Rafael Godoy Villasmil


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