A ocho meses de la Incursión armada de Rusia en defensa de Donetsk, Lughanst, Kherson y Zaporizhzhia, provincias secesionistas de Ucrania, el conflicto ha tomado un curso de graves proporciones y de consecuencias impredecibles. No cabe duda que el problema trasciende los límites domésticos entre países eslavos con viejas rencillas fronterizas y políticas; aquí se está decidiendo el curso de la historia entre poderes hegemónicos contrapuestos y sistemas sociopolítico con intereses económicos antagónicos. Es un problema existencial de la humanidad, donde el progreso se impone con el poder creador de lo nuevo a la obsolescencia de una época histórica que pierde vigencia civilizatoria en el contexto cultural, científico y tecnológico, convirtiéndose en rémora del progreso. Esa es la realidad que remueve el andamiaje estructural de una dominación imperialista capitalista, que durante un siglo ha impuesto su hegemonía política y económica al mundo.
Ucrania, ha sido el instrumento político y geoestratégico buscado, entrenado, armado y adoctrinado para jugar el rol de cabeza de playa, para llevarse a cabo esta contienda de agresión que EE.UU viene gestando contra Rusia desde la desaparición de la URSS en 1991,hace más de treinta años. EE.UU con el Pentágono y la OTAN instrumentaron con escuadrones neonazis, surgidos en los países euro asiáticos y de Europa occidental, un ejército mercenario con la doctrina y legado nazi de Steph Bandera, héroe del nazismo ucraniano que sirvió con el ejército nazi alemán en contra de fuerzas soviéticas en la Segunda Guerra Mundial. El Banderismo Nazi es un sentimiento nacionalista de extrema derecha, chovinista, con profunda aversión hacia Rusia. En Ucrania el Imperialismo Norteamericano, durante treinta años, creó las condiciones belicistas anti rusas reclutando y entrenando mercenarios de cualquier origen, para conformar los escuadrones nazifacistas que presenta en la vanguardia del ejército ucraniano en el frente anti ruso en Donbass.
Es inconcebible ver a la Europa de hoy arrastrarse de rodillas ante la hegemonía del Imperialismo Norteamericano, y más triste aún, las condiciones socio-económicas que atraviesa su población de clase media y de bajos recursos, que van destino al caos por su incondicional apoyo a las medidas de Washington en Ucrania. Privarse de las fuentes de energía rusa, sus fertilizantes y las importaciones de materias primas y bienes de consumo de Rusia es hacerse el harakire, es suicidarse. A menos que la clase gobernante en Europa sueñe con volver a tiempos de la conquista y colonización del mundo, pensando en repetir la historia de etno destrucción de sociedades y culturas indígenas en América, el esclavismo como sistema de explotación inhumana en África y en el resto del mundo; volver al pillaje y al crimen a los países colonizados como formas de explotación y dominio. Gracias a la Europa imperial y los Imperialistas sajones del Reino Unido y su descendencia Norteamericana,el mundo se encuentra en un verdadero caos con peligro de extensión del planeta.
Y esos tiempos no volverán, son delirios de rancia estirpe. El mundo cambió definitivamente. Con China y Rusia en la vanguardia de esos cambios y la tormenta mundial de rechazos y protestas antiimperialistas provocados con la guerra en Ucrania y las pretensiones Washington en Taiwán, el sueño sajón del Destino Manifiesto y sus creencias de su Patio Trasero, se desvanecen y pasarán a la historia como el gran delirio de un sátrapa.
El mundo que nace es multipolar, multicéntrico, con un símbolo universal resplandeciente: la hoz y el martillo, que significa, trabajo, producción, igualdad, equidad y justicia y el grito de guerra Bolivariano: Unidad, Lucha, Batalla y Victoria.