“Bienvenida la crítica”, una premisa que no admite discusión puesta de moda en un momento por el Gigante Chávez y que se mantiene con el Presidente de la paz, Nicolás Maduro Moros, más ahora con la liberación de los hampones que estaban presos por “guarimberos”, es decir, por sembrar la muerte y el terror en el país intentando derrocar al gobierno revolucionario.
Creo que la crítica es necesaria y saludable en cualquier ambiente, sobre todo esa que invita al sano debate, a la reflexión, que plantea alternativas, soluciones, por eso le haré una crítica a la crítica radical y valga la redundancia, a esa “acabo de mundo”, a esa que uno lee y lo lleva por el cuello de la camisa de frente contra una pared sin tocar el piso y sin posibilidad de salida, que obviamente acepto porque, al fin y al cabo, es la opinión de cada quien y hay que respetarla, pero no comparto.
Ahora con la liberación de hampones de la talla del “General Guayas”, asesino de motorizados y del anarquista y desestabilizador Daniel Ceballos, se ha desatado una crítica implacable contra Maduro, casi a la altura de los ataques que nuestro Presidente recibe desde el exterior y los lacayos venezolanos al servicio del criminal Donald Trump.
A mí también me indigna ver en libertad a hombres que provocaron la muerte de inocentes en Venezuela por pura obsesión de poder; recuerdo a Orlando Figuera en llamas y no puedo evitar esa indignación solo comparable con la rabia que puede dar una cachetada a las cinco de la mañana propinada por una mano mojada con uñas largas tipo garfio, pero entonces reflexiono y me pregunto: ¿seguimos buscando una solución o nos matamos entre nosotros mismos? Creo que debemos continuar apostando a la paz, al diálogo.
Sé que es dura la decisión de Maduro, pero por un momento comprendamos que son intentos tendentes a buscar una salida a la crisis económica y social que nos avasalla. ¿O prefieren verlo cruzado de brazos? En mi criterio tanto Nicolás Maduro como todos los venezolanos de bien sin distingos de ideologías ni colores políticos, debemos centrarnos en las posibles soluciones de la crisis.
No es fácil, repito, sabemos que los opositores terroristas y radicales al servicio del criminal Trump jamás estarán de acuerdo con alguna medida que tome el gobierno revolucionario, pero insisto: En Venezuela somos más la gente de bien que los violentos, principalmente esos que proponen las sanciones y la ocupación norteamericana.
Analicemos los beneficios que intenta Nicolás Maduro o, por lo menos, las intenciones que persigue en función del bienestar de las mayorías, o sino pensemos que en estos momentos –y esto es justo reconocerlo- no estamos sumergidos en una cruenta guerra civil, gracias a la ecuanimidad y al aplomo del Primer Mandatario Nacional.
Señor lector, señora lectora, recuerden que una jugada maestra del Presidente rojo rojito acabó con las guarimbas que estuvieron a punto de llevarnos a una batalla sangrienta entre hermanos. El chorro de sangre de una Venezuela inocente hubiese sido mayor. Aun nos estuviésemos matando. En esa situación nadie gana, todos somos víctimas. Pero actualmente tenemos paz. Y eso hay que agradecerlo ¿o no?
Debemos entender que los opositores terroristas venezolanos son unos imbéciles perdedores a pesar del daño que le han hecho al pueblo, el problema es el poder del imperio gringo con un demente como Trump a la cabeza; ese psicópata financió la violencia que dejaron más de cien muertos en Venezuela en su empeño de tumbar a Maduro.
Sin embargo, el Presidente con la paz como arma principal, le desbarató los planes de golpe de estado, de invasión y bombardeo y de esa guerra civil que estimularon sin éxito enfrentando a grupos de venezolanos. Eso tiene sus méritos. Ese es un triunfo a favor de la democracia y de la vida.
Lamento la actitud de gente que parece no reconocerlo, pero observen que todavía hoy en día hay seres despreciables como el canalla Julio Borges y el Vampiro Ledezma, pretendiendo que los gringos nos caigan a misiles, por fortuna, sus vehementes peticiones no trascienden gracias a las estrategias de Nicolás Maduro.