Para deshacerse del dogmatismo no hay brebaje, acto de fe, ni ninguna vaina mágica, menos enlatada que valgan. Para dejar de ser dogmático, hay que empezar por deshacerse de lo alquimista en hay en uno. Y por percatarse que, pareciera una mentira, pero es verdad, el dogmático, es como el borracho, mientras más toma para olvidar las penas o aliviar los dolores, más se hunde en su tragedia.
Los dogmáticos por ejemplo asocian lo de no serlo, a la condición de "reformistas" de todos aquellos que no aceptan o tienen la capacidad y hasta honestidad de ver el mundo tal como ellos. Según como lo aprecian, éste se mueve según sus mediciones, percepciones y hasta capturas. Es como si él les perteneciese y se moviese alrededor de ellos, les sonriese e hiciese señales para donde coge o cogerá. Como un juguetito o muñequito de cuerda. Es decir, quien no "vea" o "capte", lo que ellos "ven y captan clarito", son unos vulgares reformistas. No se percatan que piensan exactamente igual que quienes quieren todo siga como va porque han hecho su "camita". No quiere decir se hayan enriquecido, sino que sus gustos y ambiciones, en el mejor sentido de la palabra, están satisfechos. Se refocilan y hasta masturban diciendo lo que creen como si la suya fuese la última palabra. Los dogmáticos entonces, sin darse cuenta juegan a favor de quienes dominan el mundo tal cual es y quieren que así siga, pues al no buscar acuerdos con cuantos quieran empujar la palanca que lo mueve, porque que ellos solos no empujan con el mismo ritmo, dirección necesarios para que el mundo ande derecho o con justicia, entonces es mejor dejar las vainas como están. Y al proceder así, tal cual muchacho malcriado, fortalecen la idea y grupo al que creen combatir. Pero el dogmático se cree sabio, tanto que se satisface con creer tener la verdad encerrada en su mano derecha.
Para el dogmático el movimiento o cambio es un asunto que compete a la vanguardia, al ungido. Como si la cama que vamos a tender fuese para él solo y por eso lo hace a su gusto y conveniencia. Haciéndolo así, entonces termina por acostarse solo, porque quien pudiera acompañarle al primer intento y hasta el segundo, para no sentirse infiel o desleal, o rebasado el pequeño instante de placer, prefiere volver a sus viejas querencias y acostarse en el suelo. Porque el dogmático tiene sus dioses y dogmas inmodificables, pese hable del movimiento y hasta de una vaina que llaman la dialéctica, y cuando aborda la realidad concreta, la supone como cree le dicen aquellos, eso no se "negocia con nadie", ni siquiera con la realidad misma. Es el dogmático como el avaro, éste atesora dinero, él su sectarismo y supuesta sabiduría o certeza.
Por eso, el dogmático se acerca a la realidad, no abierto, desnudo para que ella lo impregne o penetre sino armado con su adarga, metido dentro de su armadura y sus órdenes a ella para que se muestre como él la conciba y no finja. Es un macho que aborda a la fémina como un ser inferior y sin ideas.
El dogmático cree que el mundo le pertenece a él y los tantos o pocos como él. El mundo es una bolita que rota, solo eso, ni siquiera el sistema planetario, tan simple que él y los otros dogmáticos le tienen en la cuenca de la mano El resto no tiene opinión alguna que dar, salvo lo que cuadra en sus normas y "principios", los de él. El dogmático, lo contrario están execrados, pues interrumpen o impiden el camino que la vida debe llevar según su percepción. Para el dogmático, la discrepancia no tiene cabida. Todo el mundo debe estar con él, corriendo el riesgo le finjan si no tiene como darles y repartirles para que cuadren. Aunque en verdad, el dogmático es como aquellos personajes de la llamada "Edad Media" del eurocentrismo, según el cual las otras culturas no tenían valor ni significado alguno, tanto que decidieron hasta llamar a este parte del mundo nuestro América y a sus habitantes "inferiores" y salvajes, mientras ellos cometían salvajadas y se portaron "más inferiores" al imponer su violencia a un mundo y cultura pacíficos, por lo que los gringos no protestan, por un gesto de supuesta supremacía de ahora y un fenómeno de transculturización. Hasta las religiones occidentales, han impuesto por el mismo dogmatismo, que la mayor cantidad de santos "modernos" son europeos y pocos de los lados del pequeño espacio donde nació el cristianismo. Los demás, como José Gregorio Hernández, si llegan a beato, es vaina. Bandidos, agresores y hasta ladinos de la edad media y de los tiempos de las cruzadas, nos los venden como santos. ¡Son vainas de los dogmáticos! En los tiempos de ahora, más o menos, sucede la misma vaina. Cada quien tiene sus santos particulares.
Porque el dogmático está convencido que el mundo y su movimiento, todo eso, pasa por su cabeza y ésta, la suya, resuelve toda conflictividad. Es decir, el dogmático se cree más inteligente que todo el mundo y lo es simplemente porque es dogmático y lo peor no es que no lo sabe y no lo reconoce, tanto que para él los dogmáticos están afuera. Cree que es virtuoso. Por eso "jura y perjura" que no es dogmático sino sabio y para él, el mundo es una pequeña bolita que gira en la cuenca de su mano.
Esos tipos están en todos lados, allá y acullá, en la izquierda y la derecha y son los encargados que todo siga como viene, que es un mundo cabeceándose; pero ellos creen buscar el equilibrio, empujando para lados opuestos y lo que es peor, aún pensando que discrepan, están en perfecta armonía para destruirlo y separar a los humanos, tanto como predisponerlos a exterminarse.
Tanto citar vainas o repetir lo que otros dijeron en el pasado, no sólo aburre, sino que quien eso hace parece el mismo a quien se le descubre copiándose en un examen.