Hay conceptos con los que me relaciono de una manera diferente a como lo hace la mayoría de las personas sensatas. Uno de ellos es el de la incertidumbre, que tengo en mejor consideración que las certezas, que no suelen producir sino conformismo y estancamiento. La incertidumbre, pariente directo de la duda, ha sido, desde siempre, uno de los detonantes principales de los avances humanos en cualquier sentido, y de las grandes ideas. Claro, yo no tengo grandes ideas, en la medida en que carezco de talentos especiales, así que lo que me espera después de mi partida es cenizas y olvido, pero no soy el tema de este artículo, para fortuna de todos.
Venezuela es reino de la incertidumbre. Adonde usted vaya será el mismo ritornelo: las quejas por lo que la mayoría percibe como una situación de anomia y de inacción. Aquí no se trata, como he dicho más de una vez, de si esta situación es real o no, sino de lo que la mayoría percibe, y en política la percepción es lo que decide las conductas de la gente, a fin de cuentas.
En la mayoría hay desazón, desesperanza, molestia. Hay la minoría consciente, militante, cercana al 30% de la población -no es poca gente- que mantiene viva, con esfuerzo, alguna llama de optimismo, pero aun allí crece el fantasma de la duda, es lo que he percibido en asambleas de esa vanguardia a las que he asistido. Allí trato de alejarme del presídium, si es que me toca, y acercarme codo a codo a los de abajo, para sentirlos, escucharlos, descubrir sus inquietudes, que son iguales, relativamente, a las que bullen en el pueblo llano no militante, es decir la mayoría.
La situación anímica del pueblo es revelada por la más reciente publicación de estudios de Hinterlaces, que no pongo en duda, no solo porque casi siempre son acertados, sino porque además coinciden con otros estudios confiables a los cuales tengo acceso. El 53% adjudica la responsabilidad de las dificultades económicas al Gobierno y solo el 39% a la guerra económica o a las sanciones de Estados Unidos. Al preguntársele a la gente si confía o no en que en esta nueva etapa pueda el Gobierno resolver los problemas, el 51% dice no confiar y el 48% afirma que sí. No es tan malo, pero no admite empeoramiento, la tendencia dominante es a no confiar.
Me asombra pero no me sorprende la lectura que hace el medio oficialista privado VEA de otra cifra del mismo estudio, reveladora de que el 58% de los venezolanos prefiere que sea Maduro quien resuelva los problemas y solo el 39% que lo haga un gobierno de la oposición. El diario VEA resuelve esto con un llamado de portada que reza: "Confían en Maduro para ganar guerra económica" y luego cita los números de Hinterlaces. Es una interpretación banal, manipuladora e interesada de los números, no es periodismo, es propaganda. El mismo estudio con el que justifican el titular ha dejado claro que solo una minoría cree en el argumento de la guerra económica y que la mayoría no confía en que el Gobierno pueda resolver los problemas ¿Se sigue creyendo que con propaganda se puede ocultar la realidad? Ok, sí se puede, pero no se debe, es mejor sincerarse ante el pueblo, asumir sus verdades y opiniones, compartir sus angustias y dejar de andar pensando que la gente es pendeja y va a comprar mensajes gastados, repetitivos y poco creíbles. Información veraz, se le llama.
Lo que realmente revela la cifra que VEA manipula es que en la Venezuela de hoy no hay alternativas, el chavismo es aparentemente la única opción real de poder. La mayoría sigue definiéndose como no alineados, pero son más los que desconfían de la oposición que quienes desconfían del chavismo. La oposición está pulverizada, desintegrada, con su imagen por el piso. No es que confíen en que el Gobierno pueda resolver los problemas, sino que es el único que podría hacer algo, en el sentido de que no se ve ni de cerca que pueda venir otro gobierno.
La verdad es que la dirigencia chavista está haciendo de tripas corazón para mantener la esperanza y ahora está hasta promoviendo debates, ante el hecho irrefutable de que estos se están dando y se seguirán dando, no porque nadie lo quiera o lo decida, sino porque van aflorando y desarrollándose todas las contradicciones, también las que preví se desatarían con fuerza, en articulo de comienzos de este año, aquellas que existen entre el Estado y el pueblo, y en el seno del pueblo así como al interior del movimiento revolucionario.
He estado en dos debates el viernes 20 y el sábado 21 pasados, en mi carácter de Constituyente. El del viernes pudo desarrollarse apenas una hora, ocupado todo el tiempo en llegadas tarde de la gente (incluidos los dirigentes, por supuesto), discursos, instrucciones, acto cultural, plenarias antes y después de las "mesas de trabajo". Por supuesto, no hubo tal debate, solo enumeración de propuestas. Algo parecido pasó el sábado. Allí al menos la gente se desahogó, presentó numerosas quejas e hizo algunas propuestas de distinto tenor. Ignoro que saldrá de estos experimentos, pero lo que sí es cierto es que el impostergable debate está ocurriendo en la calle, en medios no oficiales, en corrillos y reuniones informales, en redes digitales y va a continuar, más allá de las consignas, las frases hechas, las certezas acomodaticias y todo lo que huela a espectáculo político y mediático.
El mundo todo vive en caos e incertidumbre. Todas las contradicciones están en efervescencia, por todas partes, en todos los países, en todos los movimientos sociales. Entre poderes hegemónicos y poderes emergentes, entre poderes imperiales y fuerzas anti hegemónicas, entre ricos, menos ricos, pobres y menos pobres, entre los derechistas mismos, entre los izquierdistas mismos, entre los socialistas mismos, entre los capitalistas mismos. La incertidumbre reina, sí señor, también en Venezuela ¿Qué saldrá de todo esto? ¿Se acerca un gran cambio civilizatorio o el trágico final de todo el cuento humano? ¿Y en nuestro país, alguien sabe a ciencia cierta qué nos espera? ¡A mí que me registren!