Temas de economía política

La reconversión industrial (Parte II)

Históricamente las crisis abren grandes horizontes a las sociedades. La reconstrucción de Europa después de la devastación generada por las dos guerras del siglo XX constituye un ejemplo de ello. Un país como Alemania pudo levantarse de sus cenizas e iniciar un proceso que la ha llevado a ser una de las principales economías del mundo. Las consecuencias de las crisis y las guerras siempre crean inmensas necesidades que estimulan la creatividad de los seres humanos y ponen a prueba su inteligencia para construir nuevos caminos. Las sociedades que se han enfrentado a grandes crisis, generalmente no vuelven a ser las mismas, al asimilar sus perversos efectos transformándolos en enseñanzas se encaminan hacia nuevas formas de convivencia social. Las catástrofes económicas crean las condiciones para grandes saltos históricos en la vida social.

La crisis que hemos vivido en Venezuela en los últimos cuatro años ha tenido algunas consecuencias positivas que la sociedad venezolana debe saber aprovechar sin demora. Una de ellas, tal vez la más importante, es que ha develado la verdadera dimensión de nuestra economía, ha permitido visualizar sin máscaras el rostro de los actores económicos y del mercado real sobre el cual se fundamenta la actividad económica. La crisis trastocó el fetichismo de la renta, mostrando la verdadera realidad oculta detrás de su cortina oscura, es decir, la existencia de unas relaciones de producción e intercambio sostenidas artificialmente merced a un ingreso no producido en el propio seno de dichas relaciones.

En el plano de la estructura económica la renta petrolera permitió crear dos niveles totalmente diferenciados: una economía petrolera con altos niveles de productividad y otra economía no petrolera con escasos niveles de productividad. En el segundo caso, floreció una industria nacional privada nada competitiva, altamente dependiente de la distribución del ingreso rentista, lo cual permitía ocultar su verdadera realidad económica. Desde luego, esta realidad engendró un empresariado cuya subjetividad se asoció inevitablemente a la renta, perdiendo toda capacidad para asumir riesgos, retos y desafíos productivos. En el sector de la economía estatal de las llamadas empresas básicas, el cuadro ha sido más dramático, pues éstas se han sostenido artificialmente a partir de los enormes subsidios inyectados por el Estado, con cero nivel de productividad y rentabilidad.

Industrias no competitivas y sin innovación, incapaces de producir para el mercado internacional, dependientes de materias primas para sus procesos productivos. Paradójicamente, muchas de ellas con tecnología de punta que las harían competitivas si sus propietarios se decidieran a reconvertir su subjetividad empresarial.

El plan industrial que nos impone la crisis actual pasa por revisar el universo de industrias del país con la disposición de determinar la calidad y cantidad de empresas que nuestro mercado puede absorber de manera real, operando con las leyes económicas del mercado. Las empresas que no estén en condiciones de sobrevivir tendrán necesariamente que reconvertirse y su masa laboral absorbida por otras ramas o sectores productivos. Esto no será nada novedoso. Ha ocurrido en otros países. Taiwán, por ejemplo, tuvo que readecuar su industria en varias oportunidades para adaptarse a las posibilidades que le abría el desarrollo de China.

En Venezuela operan empresas transnacionales que no pueden continuar bajo tutela del Estado en cuanto al suministro de dólares o materias primas para sostener su producción. Coloquemos el caso de la mexicana BIMBO, que recibe el 2 por ciento de la harina de trigo importada por el Estado y ocupa el 80 por ciento del mercado de pan cuadrado industrial, de lo cual se deduce que el 98 por ciento de la materia prima se destina a las panaderías donde se produce el pan de consumo masivo. Aquí vale preguntar: ¿qué sentido tiene continuar otorgándole dólares baratos o caros, o materia prima a esta empresa si el segmento mayoritario de la población tiene garantizado el producto con el 80 por ciento del insumo fundamental?. A esto hay que añadir, el control de precio que ejecuta el Estado al producto de esta empresa, que se convierte en un subsidio directo al consumidor, innecesario si se toma en cuenta la dimensión del mercado. Lo correcto es permitir que esta empresa importe materia prima con sus propios dólares y compita en el mercado, colocando su producto al precio que el consumidor esté dispuesto a cancelar, mientras el Estado garantiza la producción de un tipo de pan accesible a la capacidad de consumo de la población mayoritaria.

En otras ramas de la producción también existen empresas que requieren una diversidad de insumos para la fabricación de productos no esenciales que perfectamente pueden ser importados a muchísimo menor costo. En este caso, no tiene ningún sentido continuar otorgándoles divisas. O se reconvierten hacia otra actividad productiva, o sencillamente compiten en el mercado con músculos propios, sin regulación de precios. Muchas de estas empresas no son tales, sino simples mamparas para la ejecución de negocios financieros.

Sincerar nuestro mercado interno haciéndolo competitivo; obligar a las industrias con capacidad instalada a destinar una parte de su producción al mercado externo a objeto de que obtengan las divisas que necesiten para mantenerse y expandirse; desplegar un plan de incentivos y apoyo directo a las empresas que realmente sean indispensables en el mercado interno; desarrollar una política de financiamiento selectivo a los sectores industriales con ventajas competitivas, constituyen aspectos decisivos de la urgente e impostergable transformación industrial empujada, en buena hora, por la crisis que aún estamos padeciendo.

 

 

   

 



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Rodolfo Sanz

Secretario General de Gobierno del Estado Bolivariano de Miranda. Miembro de la dirección nacional del PSUV.

 fcbm29@gmail.com      @RodolfoSanzPsuv

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