No puede negarse que en los últimos tres años el Gobierno Bolivariano había permanecido prácticamente en condiciones de defensiva económica, desplegando algunas iniciativas coyunturales de resistencia frente a una guerra económica despiadada, cuyo elemento central lo constituye la especulación cambiaria y la inflación a ella asociada, con fuerte impacto sobre los precios de bienes y servicios, tanto importados como de producción nacional.
Defensiva y resistencia que generó una pérdida de la gobernabilidad económica en un conjunto de áreas vitales para el normal funcionamiento de la economía. Respuestas de corto plazo que se agotaban rápidamente en medio de la vorágine de una crisis, con pocos márgenes de maniobras dada la lenta recuperación de los precios del petróleo y la misma caída de la producción de crudo.
El Presidente Nicolás Maduro había ofertado durante su campaña electoral para su reelección, un programa de recuperación, crecimiento y prosperidad económica, muy a pesar de los obstáculos aún presentes en el panorama mundial y nacional. Ciertamente, un programa con tales postulados requería de un ambiente político propicio para ser anunciado en sus diversos componentes y, aún más, para su exitoso desarrollo. El país entero, pero con mucho más ahínco el universo chavista, esperaba lo que efectivamente ocurrió: un conjunto de decisiones en materia de políticas económicas que generan la sensación de que el Gobierno está dispuesto a recuperar la gobernabilidad económica y que esta implica ahora pasar a la contraofensiva estratégica en el terreno global de la economía.
Hay que reconocer la audacia del Presidente Maduro. Si se hubiese atenido estrictamente al limitado campo de maniobra económica que le ha dejado la crisis y la guerra económica, tal vez las políticas anunciadas hubieran sido tímidas para buscar de ganar tiempo apostando todo a una recuperación de la producción y los precios del petróleo. Pero no, prefirió jugársela completa, ensayando un conjunto de políticas que no solo apuntan a superar la crisis derrotando la guerra económica, sino que tienen el firme propósito de crear las condiciones estructurales para el advenimiento de una nueva economía.
El programa se inicia con toda una Reforma Monetaria, muy superior a las políticas de reconversión monetaria aplicadas en varias naciones como Brasil y Argentina, en distintos tiempos con procesos de altísima inflación. Insisto en afirmar que reducir lo que se está haciendo a una simple reconversión, es restarle significado y fuerza a un proceso de mayor alcance, sin precedentes en la historia económica de Venezuela.
Alineados con la tendencia que cobra fuerza en las economías emergentes en medio de la guerra mundial comercial-monetaria desatada por el gobierno estadounidense, Maduro propone una nueva moneda con respaldo real tangible en las reservas petroleras del país. Acuña un nuevo cono monetario anclando su valor a la paridad de la nueva moneda (EL PETRO) con el dólar estadounidense. Permite la libre circulación de divisas en el mercado interno dejando que su valor lo establezcan las fluctuaciones de la oferta y la demanda, con el sector privado como principal actor económico. Al mismo tiempo, se dispone a desarrollar operaciones financieras a gran escala con respaldo en reservas certificadas de petróleo en yacimientos, a objeto de aumentar las reservas internacionales y el flujo de divisas para la inversión productiva dentro del país.
Sin duda alguna un programa económico ambicioso por los cambios estructurales que puede desencadenar en nuestro sistema económico. De allí las expectativas que ha generado en torno al conjunto de consecuencias inmediatas, muchas de las cuales giran en torno a la capacidad que tenga el Estado para garantizar la gobernabilidad de determinados factores claves para el éxito del programa. Algunas de estas expectativas pueden ser resumidas en las siguientes interrogantes:
¿Podrá el Estado-Gobierno evitar la incidencia del dólar especulativo en la formación y sostenimiento del esquema de precios con el cual se inicia el programa y la fortaleza del nuevo cono monetario?
¿Hasta dónde podrá el Gobierno sostener el financiamiento del diferencial monetario generado a las empresas por el aumento del salario nacional?
¿El nuevo mercado privado podrá mantenerse y atraer las divisas necesarias para cubrir las importaciones de insumos y materias primas requeridas por la industria nacional, sin la intervención directa del Estado como oferente de divisas?
¿Podrá el PETRO convertirse, en el corto plazo, en una moneda de reserva de valor y en medio de circulación al punto de ser el soporte sólido que requiere este programa económico?
Y finalmente, ¿qué va a pasar con la industria nacional, contribuirá este programa a relanzar la producción nacional apuntalando el desarrollo de una economía no petrolera capaz de crear nuevas fuentes de acumulación de capital, distinta a la renta petrolera, en todo caso, en qué sectores industriales y para producir qué, cómo y en cuánto tiempo?
Todas estas expectativas gravitan en torno a este audaz programa puesto en marcha por el Presidente Maduro, que ciertamente está en el rumbo estratégico correcto de la contraofensiva económica. Despejarlas no será una tarea fácil. Por lo pronto tendremos un lapso de noventa días para evaluar y medir su impacto real y verificar sus perspectivas. No las perdamos de vista.