¡Afuera de Venezuela se vive mejor!

Los venezolanos vivimos comentando lo bien que se vive fuera de Venezuela. Los viajeros de siempre, los de familias acaudaladas, los "clase media disque alta" y los miles que viajaron por primera vez gracias al comandante Chávez y a la revolución, alucinan y viven enamorados del orden en las grandes ciudades del norte, los palacios en Europa, el museo del prado, el Louvre, los Champas elysse, Versalles, las gigantescas autopistas de Alemania… ni hablar de Disney World, las playas de Miami, las maravillosas tiendas de Manhattan, los modernos edificios de la "city" de Londres, el palacio de Buckingham …

Nos maravillamos de la limpieza y el orden en esas antiguas y grandes ciudades Europeas, de sus artes y la educación de sus gentes, lo que es más, la mayoría de los venezolanos cuando están fuera, se portan de las mil maravillas, no se comen una luz, no votan un papel en el suelo, y viven hablando mal sobre la "falta de cultura" en su país natal. Pero al regresar, apenas se bajan del avión, muchos se vuelven unos verdaderos guarros.

Lo que al parecer casi nadie se detiene a pensar ni por un momento, es que esos grandes palacios, sus hermosos jardines y todo esas maravillas que tanto admiramos, se construyeron con la sangre y el sudor de millones de habitantes originales de La América (aquellos que no fueron exterminados por las hordas europeas) con su trabajo esclavizado en las minas y con el sacrificio de los miles y miles de africanos raptados de la madre áfrica para ser vendidos y puestos a trabajar como esclavos día y noche en las fértiles plantaciones del nuevo continente.

Nadie quiere darse cuenta que los altos niveles de desarrollo, industrialización y educación en las metrópolis imperiales, solo pudieron lograrse sometiendo y manteniendo en la más oscura ignorancia a los habitantes de todos los pueblos colonizados por la vorágine imperialista, que todavía hoy mantiene su destructivo sistema de despojo y exterminio.

Los alegres viajeros, y los nuevos autoexiliados, jamás se dignan, ni siquiera se atreven, a levantar esa cortina de ilusión que esconde la realidad de las estructuras del capitalismo imperial. Pocas veces se mueven fuera de su zona de confort, viven encerrados en su burbuja pequeño burguesa. Nunca se les ocurrirá visitar las arrabales de las grandes metrópolis, donde sobreviven los inmigrantes, los pobres y demás ciudadanos de" segunda y tercera clase". No visitan sus burdeles, sus barrios bajos, los ghetos donde los junkies viven como cucarachas arrastrándose por una dosis más. Donde la gente no tiene como pagar la calefacción en invierno y muere de calor en verano, donde las prostitutas son esclavizadas y los niños difícilmente finalizan sus estudios y pasan casi siempre a formar parte del mundo criminal.

Sálganse los amantes del sueño americano, de Brickell Av., de Kendal, recorran los guettos, los suburbios del mismo Washington, suban más allá de Harlem en Manhattan. Recorran el cinturón del óxido, los campamentos de los homeless (sin casa) vean los estragos de la droga, la contaminación y sus resultados en los pobres que son condenados a vivir en las zonas industriales de Texas. Definitivamente ¡no todo lo que brilla es oro!

Por supuesto es mucho más fácil irse con un poco de real robado al pueblo venezolano a montar negocios y seguir enriqueciendo a las mafias financieras internacionales, que quedarse luchando en la patria de Bolívar para convertirla en el país que todos deseamos para nosotros y nuestros descendientes. Al parecer, para algunos es mucho más sabroso trabajar para otros por allá, que construir para nosotros, con nuestras inmensas riquezas, un continente que está destinado a ser la luz y el equilibrio del nuevo mundo pluripolar que inevitablemente viene surgiendo entre las grietas del viejo y podrido mundo unipolar del capitalismo salvaje.



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Gustavo Corma


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