En esta oportunidad me permitiré tutearte, pues la intervención que tuviste la noche del 11 de marzo de 2019, a eso de las 9:00 pm, me conmovió sobremanera. Y parafraseando la canción de Alí Primera, antes que mi Presidente, tuviste que ser mi amigo.
Al verte en tu comparecencia pública un tanto hinchado y con algunas ojeras, evidentemente me preocupé. Era el producto de varias noches sin dormir, debido a la acción criminal de grupos terroristas que pretendían robarnos la paz y la tranquilidad. Pero así como físicamente ví a un hombre con ojeras, físicamente con cierto cansancio, hinchado, pude observar también un hombre con un espíritu indoblegable y para la lucha.
En esa intervención que tuviste ante nosotros, dando la cara, una vez más, como aquella fatídica fecha que no hubiésemos querido que llegara nunca: 5 de marzo de 2013, cuando te correspondió anunciar el cambio de paisaje del Comandante Inmortal. Fue a ti quien te correspondió dar esa fatídica y triste noticia, con la tristeza que nos embargaba, pero la diste. Había que tener mucho coraje y valentía para hacer lo que tú hiciste en aquella oportunidad.
Y ahí, en ese instante, al igual que el día de ayer, pude comprender el por qué el comandante Chávez te designó como su sucesor. Porque no traicionarías su legado ni te acobardarías ante las dificultades que evidentemente se te presentarían en este camino.
Nadie apostaba por ti, y hasta yo en su momento tenía mis dudas, debido al carisma y la personalidad de Chávez. Pero te has crecido, has demostrado tus capacidades y talentos. Has mostrado la formación que nuestro líder histórico te dio, que te preparó para momentos como éste, y que has mostrado una serenidad, pero a la vez una fortaleza como pocos.
Y te reconozco que por primera vez en mucho tiempo, hablaste con una crudeza y verdad que muchos esperábamos. Por un instante fuiste Chávez, y ahí me identifique contigo, comulgue contigo y me puse en tus zapatos. Te pusiste a la altura del tamaño y el compromiso y te volviste gigante.
Y no gigante por tu estatura, la cual ciertamente es considerable, te volviste gigante porque estuviste muy por encima de nuestras expectativas. Dejaste con las ganas a tus enemigos que esperaban que con esto acabarían con el hermoso proyecto de la Revolución Bolivariana. Una vez más, se volvieron a estrellar.
En tu intervención de esa noche, hablaste como lo que eres, un Jefe de Estado, y cuando destaco tu condición y situación es porque te acompaño porque hablaste con mucha franqueza sobre la actual circunstancia que hoy nos toca vivir, mucha sinceridad. Te he criticado con la moral que me da ser hijo de Chávez y pueblo, a fin de corregir errores y fallas en la gestión gubernamental. No obstante, al presentarse esta circunstancia, sería mezquino no reconocer el camión de bolas que le estas poniendo para garantizarnos la paz, la soberanía y la independencia.
También comprendí al verte en esa intervención, o por lo menos fue esa la percepción que me transmitiste, que te toca vivir el drama que rodeo también la vida de nuestro Comandante Eterno: Cargar con el enorme peso histórico de la conducción del proceso político y revolucionario que él te legó, y que esa tarea, por momentos ingrata e incomprendida, hace que te quedes solo. Que funcionarios que se supone deberían acompañarte, no estén a tu ritmo y comprendan tus circunstancias. Por supuesto no serán todos, pero es algo de lo que deberías tomar nota. Y que de vez en cuando jales las orejas a ministros y ministras, diputados y diputadas, gobernadores y gobernadoras, alcaldes y alcaldesas y a todo y toda aquél o aquella que tenga algún tipo de responsabilidad pública. Y el que no cumpla, debe salir inmediatamente del correspondiente cargo.
Pero lo que quiero destacar, es que los enemigos se volvieron a equivocar contigo como se equivocaron con Chávez. El espíritu que transmitiste, y esto sé que será objeto de burlas (claro, los verdaderos ignorantes no entienden de la espiritualidad revolucionaria), te noto fortalecido. Realmente confieso mi admiración, pasmo y respeto a la tarea que te toca desempeñar, y que no te quejas, y eso es lo que quiero resaltar en estas líneas.
La lucha es larga, pero no olvidemos que el mismo Fabricio Ojeda así lo expresó: "La línea justa es, luchas hasta vencer".
Y si pudo haber alguna duda contigo, pues tú te has encargado por vía de los hechos de disiparlas y pulverizarlas. Y sabemos que antes que renunciar, claudicar o rehuir la misión que Chávez y nosotros te hemos dado con nuestro voto, sé que primero preferirás mil veces ofrendar tu vida que traicionarnos.
Por ello, cuenta conmigo Nicolás, recibe un abrazo, mis hombros y me pongo a tu orden en la trinchera en la que me envíes, como un soldado más, para garantizar que la Revolución Bolivariana y Socialista se vuelva verdaderamente irreversible.
Y con todo ello, cierro este artículo, carta o como quieras tu denominarla, con una nueva significación de los lemas con los que cierro mis aportes, entendiendo que ahora más que nunca, los mismos les arderán aún más a los oligarcas y fascistas que de paso se permiten leer las mismas, pero que nos convoca con amor y resistencia, rechazar la injerencia.
No olvides que el propio comandante Chávez lo dijo, parafraseando al Padre de la Patria Grande: "Nadie es libre impunemente" y eso es lo que pretende cobrarnos el imperialismo.
Pero no olvides aquel episodio del Comandante Chávez, cuando comenzó su gestión en aquel discurso de orden que daba Jorge Olavarría en la sesión solemne del entonces Congreso Nacional el 05 de Julio de 1999, donde pretendió ofenderlo y humillarlo, y nuestro Comandante estaba sereno e imperturbable. En un pequeño libro, llamado "El oráculo del guerrero" de Lucas Estrella, escribió esta frase, que me quiero permitir regalártela, esperando que te reconforte en tu espíritu indoblegable y fortalecido: "Pase lo que pase, siempre saldrás victorioso".
¡Leales siempre! ¡Traidores, nunca!
¡Bolívar y Chávez viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!