A la usanza del franquismo, "muera la inteligencia", es la divisa de este gobierno: el mal trato a las Universidades, a los centros de investigación, el desprecio al estudio, a la adquisición de conocimiento nos indica su carácter. Se ha arrinconado a la inteligencia del país, se perdieron los paradigmas, sólo queda el culto a lo mediocre, al atropello, el fanatismo.
La adquisición de conocimientos se ha sustituido por el aprendizaje espontáneo, mágico, "todo se sabe" de antemano y, en realidad, la ignorancia campea en el país, en su dirigencia. El saber, estudiar, es una mancha, un estigma. Los docentes son maltratados, un ministro se atreve a decir que todos deben ganar igual, entonces, para qué superarse, para qué estudiar, raro "socialismo": más cerca de lo adeco ramplón que otra cosa. Es así, el estudio, la superación intelectual no tienen compensación material, pero tampoco, y esto es lo peor, compensación espiritual.
Es allí, en esta carencia fundamental, que se encuentra un pilar decisivo del deterioro del país. El embrutecimiento al que se somete a la masa no es algo fortuito, se trata de un instrumento de dominación. "Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción", dijo Bolívar, y hoy a doscientos años de la situación que produjo ese lamento, la frase está perfectamente adecuada. Las consecuencias de un pueblo ignaro, de un país sin producción de conocimiento, sin conocerse a sí mismo, son crueles, es un país condenado a la ruina material y espiritual.
La investigación científica de primera línea es imprescindible para poder hablar con el mundo, para entenderse con los grandes centros científicos. Y es la base para construir las tecnologías propias para nuestra realidad. Ningún país se ha desarrollado, ni ha evolucionado sin investigación propia, sin ella estamos condenados a ser esclavos de los centros de generación de conocimientos, a comprarles tecnologías con obsolescencia casi inmediata, a permanecer en la prehistoria, sin conocernos, sin saber más allá del engañoso entorno. Sin investigación no hay soberanía posible; sin universidades robustas, no habrá evolución espiritual ni material de la sociedad, al contrario, se retrocederá a la barbarie.
Recientemente, el gobierno, por enésima vez, propone un plan de producción, y por enésima vez fracasará, porque la producción no es un hecho aislado, se fundamenta en el conocimiento, en el pensamiento, en la historia. No habrá recuperación sin rescatar la consideración por la formación, la investigación, sin valorización del conocimiento, del saber, pero no el que llega por difusión, sino el que cuesta esfuerzo.
Los grandes saltos en producción agrícola fueron precedidos por grandes avances en Biología, en investigación de suelos, en mejoramiento de semillas, en fisiología vegetal; y si vamos más lejos, en ecología, en climatología. Todo eso no se improvisa.
Este gobierno en cinco o seis años ha desmontado una estructura de investigación que costó años para construir, el éxodo de cerebros es espantoso. Y llevará años reponerlo, y conquistar el respeto por el conocimiento, superar la inanidad como virtud.
No se equivocaba Chávez cuando nos decía que sólo habrá Patria si hay Socialismo, sólo el Socialismo prestigia la ciencia propia, la investigación. Las opciones que hoy están en el escenario no pueden construir un sistema de conocimiento propios: maduro por desdeñar la inteligencia, y la derecha externa, guaidó, por fundamentar su programa en el coloniaje económico y mental.