Cambio de ministros: ¿Solución o problema?

En cualquier manual elemental de alta gerencia queda claro que una alta rotación de personal es siempre un factor negativo y denota fallas generales de la gerencia superior de una empresa  ¿Es distinto esto en el caso del Estado? Sí, es distinto, porque es peor. La rotación de personal en una empresa normalmente se limita a aquellos cargos que son directamente afectados por las decisiones de reemplazo y se hace tratando de afectar lo menos posible la estructura general de la organización.

En Venezuela, cuando se cambia un ministro, es como si cambiara el Gobierno. Se produce inquietud en el personal de confianza, porque todo el mundo sabe que van “pa’ fuera” todos los directores generales, de línea y coordinadores y si es que queda alguno, se paraliza ante las nuevas caras, ya que no sabe qué será de él (o ella) ¿Es el que llega un individualista, un mandón, un amargado o un tonto con ascendencia política? Es un enigma, porque el nuevo ministro suele arrastrar consigo a los “suyos”, sus amigos, sus allegados o sus compañeros de ruta políticos (lo cual genera a su vez rotación de personal de alto nivel en otros entes, conformándose así una especie de círculo vicioso).

A lo dicho se suman otros males de la gestión del Estado que es necesario considerar. Uno de ellos, no el menor, es la ausencia de planificación estratégica, de políticas institucionales estables, y el hecho de que a menudo reina la improvisación, las decisiones tomadas como “puntadas de rabo” de gente que tiene poder. Igualmente suelen estar ausentes las políticas modernas de recursos humanos que tratan de intervenir positivamente en los problemas del personal, preparándolos, promoviéndolos, manteniéndoles viva la esperanza de que si trabajan con eficiencia podrán ascender en la pirámide organizacional y mejorar su perspectiva profesional y su condición de vida. Porque si estás en la oposición perseguida como muchos de nosotros en los años de la Cuarta República, lo haces todo sin esperar nada para tu persona, pero si eres un empleado del Gobierno, y como todo empleado en cualquier parte del mundo no es raro que pases roncha y hasta arrecheras de vez en cuando, al menos te alivia pensar que mañana podrás estar mejor.

Creer que un cambio de ministros resolverá los problemas de gestión es como pensar que tomando calmantes te vas a curar el cáncer. No se necesita en Venezuela tantos cambios de ministros (si así fuera, seríamos una potencia, con todos los ministros que han pasado por la escena), sino cambios profundos de la gestión, precisamente. Pero de esto se ha hablado mucho, va llegando la hora de que las ideas, que unos cuantos aportan, se conviertan en acciones. Basta de diagnósticos, vamos a los tratamientos.  A muchos nos duele ya la lengua de tanto hacer señalamientos. Hemos hablado hasta el cansancio de la necesidad de estrategias, fijación de plazos y metas auditables, planificación, estabilidad administrativa, gestión inclusiva y participativa, que las políticas de selección de personal sean estrictamente definidas y aplicadas.

Un caso emblemático de los problemas de gestión es PDVSA: ¡nueve presidentes en 20 años, una guará! Y la mayoría de ellos mal seleccionados ¿o no? Solo dos de ellos se salvan de haber sido corruptos, desleales o nulidades ¿Cuál es el resultado?

Yo hablo de estas cosas porque me siento responsable de ellas, ya que tengo 20 años votando por quienes nos gobiernan. Eso me da derecho al menos de darles de vez en cuando un inofensivo jalón de orejas. Ellos son mis mandatarios, es decir aquellos a los que he dado el mandato ¡Qué vaina conmigo, qué ladilla soy!



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Néstor Francia


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