La navidad es sinónimo de alegría, encuentro familiar, reconciliación, es celebrar de forma emotiva el nacimiento del niño Dios desde hace más de dos mil años en aquel pesebre enclavado en los montes de Judea, es una época donde nos corresponde evaluar y hacer un análisis retrospectivo de lo que ha sido el año que estamos dejando atrás, los objetivos iniciados y metas cumplidas, así como también prepararnos para los desafíos que nos depara el nuevo año. Son tiempos de esperanza y gratitud, gratitud por la vida, por la familia y las bondades de nuestro creador.
Al menos es ese el criterio más universal de lo que representa y ha representado la navidad en todo el mundo a lo largo de la historia, particularmente en la otrora Venezuela significaba, religiosidad y ambiente festivo, regalos, hallacas, pan de jamón y gaitas, estrenos y viajes. ¿Pero que representa esta época para los venezolanos hoy en día? Puedo decir con total franqueza, que representa tristeza y desunión, desesperanza y hastío ante el deteriorado panorama actual, siendo el aspecto más relevante del sentir general, la desintegración familiar producto de la migración forzosa de muchos de sus miembros durante los últimos años.
No son pocos los hogares donde hemos visto partir a varios de nuestros parientes, por lo que estas navidades nos embargará más que nunca el vacío y la nostalgia producto de la separación de padres e hijos que han partido buscando un futuro mejor en otras latitudes.
Buscando un futuro en otro país, no otro país.
Personalmente nunca pensé que el futuro estuviera tan lejos, al menos no pensé algún día tener que buscarlo en un país ajeno, en uno que nunca será mío. Para usted no es un secreto estimado lector, eso que nos ha obligado a emigrar, por cierto, una decisión que no es para nada fácil, para lo cual hay que tener mucha valentía, ya resulta un acto de temple detenerse a pensar, si partir o quedarse, desprenderte de tus seres queridos, de tus amigos, de tus costumbres y de la tierra que te vio nacer, esa que te educó y te regaló la dicha de crecer, o quedarte en el país que tanto quieres pero que pone en juego tu futuro, que lo que te ha dado te lo está quitando con creces. Es una decisión que inevitablemente te roba algunas lagrimas pero que a su vez fortalece tu espíritu y te muestra realmente de que estas hecho.
Navidad en tiempo de revolución
La navidad es una forma de luto, guardado a razón de la pérdida irreparable de un país que agoniza diariamente, esta época no es más que el resultado de la tragedia que ha desterrado más personas en la historia de un país sudamericano. Son tiempos que discurren en una especie de torbellino emocional, en el que prevalece el letargo de aquellos que sienten frustración al no poder cambiar la realidad que nos atropella, es una suerte de trampa en la que hemos caído. Son estos momentos para reflexionar profundamente, sobre los errores cometidos por nosotros mismos, como parte del sistema que compone nuestra corroída sociedad, propicio para develar nuestra cuota de responsabilidad, pero también para no olvidar y acentuar quienes son los responsables principales de semejante caos, y ojalá que de tal razonamiento lleguemos a la conclusión de jamás permitir que estos individuos nos vuelvan a gobernar.
Toca encomendarnos a Dios, fuente principal de sabiduría, el único encargado de pedir cuentas, en el momento que a cada uno corresponda. Aguardar a la justicia humana para que en vida castigue a cada uno de los responsables. Corresponde acudir a nuestra conciencia y deponer toda actitud y comportamiento que contamine aún más nuestro ya derruido entorno.
Así es la navidad en tiempos de revolución