Desde el año 1989 vivimos en una comunidad ubicada en la parte noreste de Barquisimeto. Llamó nuestra atención la presencia en esa comunidad, o por lo menos en el sector donde habitamos, de familias provenientes de lugares del estado Lara como Guaríco, Humocaro Alto, Humocaro Bajo, Guaitó y del estado Portuguesa como Chabasquen y Biscucuy. Con estas familias vinieron también sus costumbres, sobre todo las relacionadas con la música, merengues campesinos y golpes larenses. Era frecuente escucharlos a altas horas de la noche y en algunos amaneceres interpretando cantos de velorios y a San Antonio.
Años después tomamos la decisión de recoger el testimonio de algunos de aquellos cantaores de velorios, indagar sobre su origen, su aprendizaje y el significado de algunas letras, sobre todo las dedicadas a los llamados Cantos de Angelitos. En realidad todo aquello indicaba que estos “parranderos” – como algunas personas llegaron a calificarlos – eran herederos y portadores de una expresión cultural propia del estado Lara y de lugares cercanos. Ellos representaban – quizás sin saberlo – la expresión e identidad de una parte del pueblo venezolano y esa expresión se mantenía y se manifestaba en velorios, en promesas a San Antonio, en juego de garrote y en una manera de ser del hombre y la mujer del campo de aquellos lares.
En años recientes nos hemos enterado que algunos de aquellos cantaores y velorieros de San Antonio han dejado sus cantos y promesas. Algunos hoy forman parte de las iglesias evangélicas que de manera creciente han venido surgiendo en la comunidad. Decidieron no seguir cantándole a San Antonio “porque eso es un invento del hombre, eso es un pedazo de palo y la palabra del Señor y las Sagradas Escrituras dicen que eso es malo”.
En una de esas campañas evangélicas que hace pocos días se hizo en la comunidad, el joven que fungía de predicador o pastor decía a voz en cuello: “¡Señor, reprende a la corte satánica, reprende a la corte de María Lionza, reprende a la corte del Negro Felipe, reprende a la corte cubana...!” Es decir, se trata de una prédica dirigida a desconocer la existencia de otras manifestaciones culturales que también reúnen una importante cantidad de seguidores, que manejan sus códigos, sus concepciones del mundo y de la vida misma. ¿Será que estas iglesias evangélicas pretenden establecer una especie de control hegemónico en cuanto a las creencias religiosas del pueblo?
El artículo 59 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece la garantía de “… la libertad de religión y de culto. Toda persona tiene derecho a profesar su fe religiosa y cultos y a manifestar sus creencias en privado o en público,… Nadie podrá invocar creencias o disciplinas religiosas para eludir el cumplimiento de la ley ni para impedir a otro u a otra el ejercicio de sus derechos.” El mismo texto constitucional en su artículo 99 indica que “Los valores de la cultura constituyen un bien irrenunciable del pueblo venezolano y un derecho fundamental que el Estado fomentará y garantizará…” (Subrayado nuestro).
Aunque no tengamos militancia religiosa vemos con suma preocupación la labor ideológica que se hace en algunas de estas iglesias, tanto evangélicas como católicas. El artículo del poeta Alí Rojas Olaya publicado recientemente en las redes sociales y otros medios es muy elocuente al respecto. No podemos ser ingenuos. No creamos que porque el gobierno del Donald Trump acaba de recibir una derrota política por parte de Nicolás Maduro y de la Revolución Bolivariana van a quedarse tranquilos. No creamos a ciegas en ese tipo de declaración y no nos alegremos por lo que dijo Mike Pompeo. Tengamos presente siempre la advertencia guevariana: “Al imperialismo yanqui no se le puede creer ni tantico así. Nada..!”
El imperio se mantienen en ofensiva permanente y uno de sus instrumentos de ataque son las iglesias evangélicas que cumplen con la labor de desconocer nuestras expresiones tradicionales y así atentar contra nuestra soberanía cultural.
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