Desde que tiene recuerdo mi memoria jamás me he dejado llevar en navidades por tristezas y ausencias irremediables, ni por dificultades materiales, ni por afecciones de salud, las he disfrutado todas creo que con hasta exagerado egoísmo, me he aislado del valle de lágrimas que es el mundo de antes que no es más que el de ahora, para que ni dolores ajenos ni miserias extrañas perturben el paraíso de los sueños navideños, pero hoy es diferente para muchos hermanos venezolanos incluyéndome a mí que tenemos familiares, hermanos, amigos e hijos fuera de nuestro terruño son ausencias que llegan en cada momento de nuestras vidas a nuestras memorias y corazones, solo tendremos la satisfacción de que estén bien.
Es por ello que hoy quiero hacer llegar estas líneas de aliento navideño y acompañado del ángel de la paz que reina en mi corazón quiero compartir con ustedes junto a sus seres queridos la tradicional fiesta navideña y compartir la alegría que nos trae consigo esa fecha gloriosa del advenimiento del infante de belén, suplicando al gran hacedor del universo que nos acreciente la fe en lo que podamos ser y que nos colme de bendiciones para vivir en armonía.
Estos días navideños plenos de sentimientos profundos de paz, la solidaridad y estrechamientos de vínculos familiares son para nosotros como seres humanos la recompensa de una jornada anual de trabajo que nos invita a una serena reflexión.
Quiero en esta hora darles un cordial abrazo y cálido saludo extensivo muy especialmente a sus grupos familiares, deseando que sus vidas se colmen de paz, armonía, sana convivencia y la mayor disposición de ánimos para alcanzar las metas previstas para consigo y sus hogares, dentro de la mayor elevación espiritual recordando siempre que el amor al prójimo debe ser precepto moral y fundamental con nuestras vidas.
La espiritualidad de la navidad debe reflejar para todos nosotros una vocación permanente de ayudar a los que nada tienen para el entendimiento entre los hombres y mujeres y un amor incondicional para inspirar nuestras vidas y elevarlas con compasión, misericordia, generosidad, bondad y justicia.
Finalizo estas líneas pidiéndole a dios que bendiga nuestros hogares, que les de fuerza de voluntad para mantener el compromiso moral de trabajar por un futuro de paz, oportunidad y esperanza.
Muchas felicidades y recuerda siempre que la paz del alma es la mayor riqueza.