Vindicación de Jerónimo, desmitificando supuestos paradigmas

No salgo de mi asombro acerca de la desfachatez que tiene más de uno, porque en este 7º aniversario de la desaparición física del camarada Jerónimo Carrera, después de que lo vilipendiaron y censuraron, en vida y en muerte, en reuniones y pasillos, ahora publican mensajes e imágenes enalteciéndolo como si fuese un referente para ellos.

Esos mismos son de los que lloraron «a moco tendido» el 5 de marzo de 2013, cuando falleció su comandante, pero que menos de dos meses después parecían hasta liberados de un peso cuando el 29 de abril, a los 90 años y sin rogar por su vida a ningún manto de virgen, dejó de latir el corazón de Jerónimo.

Hasta hace nada, algunos de los empeñados defensores de lo que llaman «el legado», sin ser formalmente militantes del PSUV –aunque cumplen todos los requisitos–, han seguido incluso justificado los cobardes, arteros, injustificables e injustos ataques públicos que realizara Hugo Chávez en contra de Jerónimo, un hombre cuya trayectoria, modestia, entrega, disciplina y altura moral no tiene parangón en la Venezuela de los últimos 30 años.

En enero de 2010 tuvieron mucha interesada repercusión unas declaraciones que dio Jerónimo, en las que, tras señalar que Chávez, antes de ser presidente, en una conversación le dijo que «no era comunista ni anticomunista», el periodista añadió: «Chávez es un animal raro», y Jerónimo completó: «De tres patas. Es bolivariano, cristiano y tiene elementos del marxismo. Es un caso extraño. […]».

Esto del «animal de tres patas» fue lo más sonoro, y seguramente lo que golpeó más el elevado ego e inflado orgullo de quien exigía a sus ministros y demás subordinados ser llamado «Comandante Supremo».

Distraer la atención sobre unos planteamientos o ideas, desprestigiando a quien las expresa, es una vieja táctica pero bastante empleada durante estas dos décadas en nuestro país, para no tener que ir al fondo de los asuntos.

En esa misma entrevista, Jerónimo, con sencillez y sin aspavientos, asestó varias estocadas que también debieron doler en el cuerpo de quien decía de la boca para afuera que le gustaba la crítica:

- «[…] en el caso de Venezuela, hay una modesta revolución que no es el centro del mundo.»

- «Es difícil saber lo que propone el Gobierno. Chávez es de pensamiento cambiante; se deja influir por lecturas o por personas que se le acercan.»

- «Hay una división entre chavistas y no chavistas que no conducirá al socialismo y al comunismo.»

- «[…] todo se importa, desde productos tecnológicos hasta alimentos.»

- «La solución no son pequeñas empresas, sino una gran industria.»

- «No hay un automóvil hecho en el país.»

- «[…] no puede ser que a Chávez se le ocurran las cosas por TV.»

- «No es posible que […] no evalúe que los países desarrollados buscan energías alternativas al petróleo, lo que pudiera afectarnos en un futuro.»

- «Un gobierno revolucionario, no sólo tiene que salvaguardar los bienes y recursos de la nación, sino que debe integrarse a la comunidad internacional y lograr la unidad nacional.»

- «¿Qué ganamos con insultar al adversario? Es como una pelea de niños en las escuelas.»

Casi todo lo aquí expresado por Jerónimo sirve para echar por tierra –o al menos para ayudar a que aterricen– aquellos honestos melancólicos que con ilusoria añoranza de verdad creen que: «todo fuese diferente si Chávez siguiera vivo» o «una cosa era el gobierno de Chávez y otra el de Nicolás Maduro».

Chávez, actuando con una prepotencia que le fue cada vez más característica, optó por insultar, retar e intentar deslegitimar públicamente a Jerónimo, en vez de buscar e intentar hablar con esta figura tan referencial e incuestionable nacional e internacionalmente, quien contaba en ese momento con 64 años de ininterrumpida militancia comunista, es decir, un hombre que empezó a luchar nueve años antes de que Hugo Chávez naciera.

El 23 de enero de 2010, demostrando cuando menos poco tino de momento y lugar, y abusando de su papel como orador central en el acto de masas por el 52º aniversario del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, Chávez arremetió en contra de un protagonista de esa gesta y presidente del único partido de los que integran la «alianza gubernamental» que tuvo un papel de primer orden en las acciones de 1958 que se conmemoraban.

Por una parte, plantear sobre Jerónimo que: «Él dice que es revolucionario, ¿no? Allá él», o «Ese es un individuo que piensa en él», es, por decir lo menos, abiertamente ofensivo incluso para cualquiera que haya conocido a ese prohombre y su nivel de desprendimiento. Con aquello de: «Los que quieran patria vengan con Chávez», claro, los verdaderos comunistas tampoco aceptamos ficticias etiquetas que no tienen que ver con las contradicciones principal o fundamental de nuestro país (como «chavistas» y «antichavistas»), o que el presidente, creyéndose ungido, se arrogue la potestad de pretender juzgar que sólo se es patriota estando de su lado. Y, naturalmente, un rechazo absoluto al chantaje demagógico y mesiánico: «Exijo lealtad absoluta a mi liderazgo. […] No soy un individuo, yo soy un pueblo, y al pueblo se respeta.»

Tanto en el PSUV como en sus organizaciones aliadas y dentro del heterogéneo pueblo que se opone al Gobierno nacional, hay muchos hombres y mujeres dignos, honestos y trabajadores, que defienden nuestra autodeterminación y aspiran a una patria con desarrollo soberano, liberándonos de la explotación del sistema capitalista. Pero todos deben tener claro que la gestión gubernamental (sobre todo en política económica) de Chávez no es el referente o modelo para el futuro de Venezuela; tuvo cosas positivas que se suman al acumulado histórico del más que centenario proceso revolucionario venezolano, y el análisis crítico y desapasionado de este periodo también permitirá extraer otras importantes lecciones.



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Carlos Aquino G.

Dirigente del Partido Comunista de Venezuela PCV. Analista político. Periodista de investigación.

 caquino1959@gmail.com

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