Los venezolanos hemos estado inmersos durante tres meses en la batalla por evitar la propagación masiva del Covid-19. Como resultado de la estrategia implementada por el gobierno nacional, y con la colaboración de toda la sociedad, se puede decir que hemos salido bien librados. Las bajas cifras de contagiados y fallecidos registradas hasta mediados de junio de 2020 así lo revelan.
Ahora comienza una segunda fase o, mejor dicho, una segunda batalla. De lo que se trata en los próximos días y semanas es de evitar la propagación del Covid-19 en otras circunstancias, porque ya el asunto no son los contagios a los que se les podía seguir la trazabilidad o que eran detectados a tiempo, sino los casos de coronavirus como producto de los contagios comunitarios no detectables.
Esta segunda fase es más compleja porque se incorpora el factor de la flexibilización de las cuarentenas y los confinamientos, y la necesaria y progresiva "nueva normalización" de las actividades económicas, educativas, deportivas, etc. Además, se suma también el factor de los venezolanos que están en proceso de retorno a su tierra, provenientes de otros países donde las tasas de contagio son altas.
Por eso yo insisto en la necesidad de que el gobierno nacional provea a la población en general de insumos para incrementar las posibilidades de cumplir con las medidas de protección y distanciamiento social requeridas. Ya en anterior artículo propuse que se suministre lo que se podría llamar un CLAP sanitario, en el que se incluyan tapabocas, guantes, alcohol, gel desinfectante y medicamentos que fortalezcan el sistema inmunológico. Porque los consejos, recomendaciones y medidas coercitivas no son suficientes. Hay que blindar a los potenciales contagiables. A fin de cuentas, una cosa es manejar pocos casos y detallar en los reportes diarios cada uno de ellos, y otra cosa es lidiar con cifras más elevadas.