No me refiero al título del editorial del diario de Teochoro el día siguiente del golpe de estado que depuso al Presidente por menos de cuarenta y ocho horas. Estoy pensando que esa es la frase que debe tener en mente una buena fracción de los diputados a la Asamblea Nacional para despedirse del Comandante y formar tienda aparte cuando éste someta a la consideración de dicha Asamblea la aprobación de la ley habilitante que le permitirá asumir las funciones de la Asamblea en determinadas materias y durante un tiempo también determinado. Esta facultad le habría sido concedida sin ningún tropiezo si el Presidente no hubiera cometido la indiscreción, o más bien la ligereza, de mencionar que uno de los aspectos a considerar en esas leyes sería la regulación de los sueldos de los altos funcionarios públicos mediante la eliminación de la facultad que tienen muchos entes de la estructura gubernamental, de los cinco poderes que conforman el Estado, de fijar los salarios, dietas, bonificaciones, etc., de sus ejecutivos a su leal saber y entender, sin estar sometidos a ningún tipo de regulación, creando una distorsión total en la administración pública en el sentido de que funcionarios que desempeñan funciones análogas en organismos diferentes devengan salarios que no son comparables. Y lo más grave es que esta situación se expandió a toda la República y en cualquier gobernación, alcaldía, consejo municipal, cada vez que a los miembros se les ocurría se aumentaban el sueldo a la medida no sólo de sus necesidades, sino de sus ambiciones.
Hasta la caída de Pérez Jiménez el tope salarial de los empleados públicos era el sueldo nominal del presidente de la República, ningún funcionario podía tener un sueldo superior. Por supuesto que el sueldo del presidente de la república, como lo dijo el mismo Presidente Chávez cuando juramentó a su nuevo Gabinete no es una buena referencia porque el Presidente no requiere tener sueldo ya que tiene todos sus gastos cubiertos ampliamente. En todo caso, esta “ligereza” del Presidente cayó como una bomba entre los diputados de la Asamblea Nacional quienes masivamente acudieron a una reunión en la cual se planteó la forma como abordarían al Presidente para tratar sobre este delicado tema. Hasta se hizo un esquema de cómo plantearían la situación, antes de designar al que haría el planteamiento al Presidente.
¡Coño Hugo! ¿Qué te pasó? ¡Cómo nos vas a echar esa vaina de no dejar que nos asignemos nuestros emolumentos y encima quieres que nos los rebajemos! ¡Y a tres piches melones! ¿Se te fundieron los tapones? ¿Cómo quieres que apenas vayamos a ganar seis veces el salario mínimo más los viáticos y otras prebendas? Perdóname pero discúlpame, en esta oportunidad me será imposible apoyar tu solicitud ya que el status que he alcanzado en estos años de duro esfuerzo alzando la mano para aprobar leyes que favorezcan el desarrollo del Proceso me sería imposible mantenerlo con tan exigua cantidad.
Mira Hugo, si quieres mi apoyo y el de todos mis compañeros de cámara (y la solidaridad de todos los empleados públicos de alto nivel) te proponemos que hagamos una cosa, o más bien dos cosas, en este orden:
* Establecer una escala única de sueldos para los altos funcionarios basada en la de aquel organismo que actualmente pague las más altas remuneraciones.
* Si sobra plata, aumentar el salario mínimo a tres millones o hasta donde alcance, pero sin sobrepasar esa cifra tope.
Adicionalmente, nos comprometeríamos a no volver a elevarnos los sueldos durante el presente período a menos que surgieran condiciones excepcionales, como una devaluación. En cuanto al salario mínimo ya no habría que preocuparse pues con ese aumento exorbitante que se les haría en este momento podría mantenerse inalterado, por lo menos, hasta mediados del presente siglo.
Piénsalo, Hugo, y recapacita. No nos pisemos la manguera entre bomberos. Tenemos la mejor de las intenciones para aprobar la ley habilitante que estás solicitando siempre y cuando CON MI SALARIO NO TE METAS. Nada nos disgustaría más que tener que decirte “Chao, pescao” si nos viéramos defraudados.