La toma del Capitolio *estadounidense: (en inglés no existe esta palabra “estadounidense” por ello justifican los gringos, el llamarse Americanos) fue quizás el regalo de los Reyes Magos a los pueblos oprimidos de la Tierra. La loca, mediatizada y drogada sociedad gringa, está cansada ya de soportar ser la víctima y la carne de cañón de las guerras foráneas de conquista, destrucción, robos y muerte de naciones enteras, guerras estas propiciadas por los multimillonarios dueños de los grandes consorcios y corporaciones armamentistas, banqueros, gigantes laboratorios que dirigen hoy la producción de medicamentos, drogas para curar, dominar y enfermar a las personas convirtiéndolos en zombies adictos a ellas y modificar su carácter, comportamiento, tal como lo hacen con los soldados que van a sus guerras para que asesinen y se enfrenten a la muerte y destrucción sin miedo ni remordimientos.
Tal es así que crea nuevos virus mutantes para que acaben con la mitad de las personas, pobres y ancianos de este poblado planeta. Monopolios tecnológicos están Black Rock, Vanguard, Fidelity, State Street, Rowe y Capital están al frente, y tal como lo anunciara no hace mucho la señora directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, a la que se le atribuye la siguiente frase: “Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global”. Aquí está hoy el virus que hará este trabajo el Covid 19 con sus cepas mutantes. Debemos agradecer al aún hoy presidente Trump, el haber quitado la máscara a la Estatua de la Libertad, en inglés Liberty Enlightening the World; (La Libertad Iluminando el Mundo) obsequio de Francia y situada en la isla de La Libertad, al Sur de la isla de Manhattan, cerca de la desembocadura del río Hudson que mide 93 metros de altura.
La Corporatocracia ha creado un nuevo sistema con una visión diferente: ser el defensor de la paz global, policía humanitaria y desarrolladora del progreso, defensora de la democracia al estilo gringo y garante de la libertad en todo el planeta Tierra. El resultado es nefasto, la destrucción de Yugoslavia, líder del Movimiento de países no alineados, la ocupación a sangre y fuego de Irak, la guerra obligada entre Irán e Irak, la creación del Estado Islámico degollador (Daesh), una ocupación macabra de Siria, el apoyo a todas las tiranías latinoamericanas y continentales, los bloqueos inmisericordes hasta el día de hoy, la confrontación y aumento de armas no convencionales declarando objetivos militares a Rusia y China, entre otras acciones genocidas, lo que causó millones de muertes de civiles niños, mujeres, ancianos, además de incalculable pobreza y desolación.
En EE.UU., hay mucha gente que está dispuesta a expresar hoy sus frustraciones políticas contra un sistema neoliberal arraigado, con los valores del racismo y xenofobia. En realidad la toma de El Capitolio en Washington, fue una revuelta de una masa anómala, convocada por redes, sin carácter secreto o clandestino alguno, cuyo objetivo fue protestar violentamente en contra de la elección de Joe Biden como presidente de EE.UU. El Trumpismo y sus partidarios, vemos como Trump ha sido un tonto útil de los planes nefastos de dominio de las grandes coorparaciones, reales monstruos gigantes que son los que gobiernan realmente a su capricho a la nación del Norte.
Pero Trump es un héroe sin quererlo ni pensarlo, si consideramos que por accidente fortuito de estos hechos, le ha quitado la falta careta, a la Estatua de la Libertad, sacando a los cuatro vientos la suciedad y corrupción existente en el sistema electoral estadounidense. Sus medios de comunicación y la sociedad decadente y enferma que los conforman. Lo mismo que en las elecciones del año 2.000 en el Estado de Florida, Bush le hace un escandaloso fraude a Gore. Hoy a Trump le aplican la misma medicina. El dicho es claro: ‘quien a hierro mata, a hierro muere’. Por tanto, la medicina mortal aplicada por Washington y sus élites transnacionales a medio planeta.
Hoy con la toma de El Capitolio por los partidarios de Trump (republicanos) parece comenzar a acercarse peligrosamente a su interior como si fuese la mano del destino tal y como lo señala Juan el El Apocalipsis de la Biblia.
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