Distopía Bananera del siglo XXI

Distopía: "una sociedad inexistente descrita en modo detallado y normalmente situada en un espacio y en un tiempo que el autor considera que un lector contemporáneo sea capaz de reconocer como un lugar considerablemente peor al lugar en el que vive" (Sargent, según Poretta, 2016)[1].

"Jendry corretea con un patín mientras arrastra a una rata muerta atada a una cuerda: su parque de juegos es un gigantesco cementerio de Caracas repleto de tumbas profanadas. Otros niños juegan con él sin inmutarse por osamentas humanas extraídas por los saqueadores.[2]"

"Al fallar el ataque, los líderes de la banda - Coqui, Garbis y Vampi - ejecutan a 4 de sus integrantes y los lanzan por el bajante del túnel de la planicie, como una especie de ofrenda de paz[3]"

¿Podrán imaginarse en espacio y tiempo escenas considerablemente peores? ¿Serán la materialización de una Distopía en la tierra? estas ocurren en marzo de 2021 en Caracas. Son hechos reales y, lo más angustiante, frecuentes. Los libretistas de películas distópicas como Mad Max – la vieja- o Terminator, jamás hubiesen imaginado semejantes escenas de degradación y violencia para sus guiones. De conocerlos, probablemente sentirían alguna frustración por su incapacidad para concebir tamañas dimensiones de horror a las que puede llegar una sociedad. Dirán algunos que es el lugar común: la realidad siempre supera a la ficción.

En el cine nos presentan las distopías aconteciendo generalmente en ciudades oscuras, ruinosas, con enormes edificios sombríos y eternamente lluviosas (Dark City, Blade Runner, Brazil). O, en el otro extremo, lugares desérticos, mustios, plenos de sed (Mad Max). Orwell en su novela 1984, nos habla de una ciudad muy fría, con edificaciones derruidas, en la que lo único que se puede apreciar con claridad son las cuatro inmensas edificaciones que albergaban a los Ministerios de la Verdad, de la Paz, del Amor, y de la Abundancia. Cierto aire de familiaridad de los nombres de los ministerios resuena frecuentemente en las alocuciones oficiales.

La verdad es que a ningún guionista se le antojaría ambientar una Distopía en medio de transparencia, luz, verdor y ríos infinitos, condiciones que en el imaginario de muchos y en la mass-media se asocian al "Paraíso terrenal". Pero los hechos referidos ocurren en una ciudad con una de las luminosidades más esplendidas del planeta, con una inmensa ola de verdor en su Norte, y en el país que ocupa el décimo lugar en reservas de agua dulce del ídem. Un país en el que, sin embargo, el 82% de la población, no tiene suministro de agua continua. Frescas están las imágenes de 2019 - también a la altura de alguna escena de una película distópica - cuando muchedumbre de ciudadanos, arriesgando su vida cruzando una autopista, trataban de proveerse del vital líquido en una toma de origen indeterminado, en la ribera de nuestro desolado e inmundo Rio Guaire. Sí, el mismo que, promesa de cierta ministra allá por 2005, sería saneado al punto que el presidente de la República podría hacer sancochos en su ribera y hasta solazarse con un chapuzón.

Centenares de miles de personas abandonando un país a pie. Penosas marchas a través de paramos, desiertos, muchos, muchísimos kilómetros de agobio y angustias. Algunos mueren a consecuencia de un accidente de tránsito, un atropellamiento, algunos de frio. Otros son víctimas de la violencia de grupos armados y mafias dedicadas a la trata de personas y la prostitución[4], incluso, son sometidas a trabajo esclavo y explotación sexual[5]. Estas personas, no huyen de un país que esté sufriendo una guerra bélica – otra, tan o más perversa, sí- ni una catástrofe natural. No, provienen de Venezuela, un país que, durante los primeros catorce años del presente siglo, percibió la bicoca de un billón de dólares ("UN MILLON DE MILLONES DE DÓLARES")[6] por la venta de petróleo, buena parte de ellos desaparecidos por las insondables y nauseabundas redes de la corrupción, para la cual no existe algún tipo de sanción. Muy por el contario, la vulgar ostentación de lo apropiado, es casi una norma. De nuevo, difícil que un libretista apegado a las distopías, sea capaz de imaginar semejante atrocidad y despropósito. Dirán algunos que es el lugar común: la realidad siempre supera a la ficción.

Las Repúblicas bananeras

En las latitudes equinocciales de América, en medio de la luz y el verdor, las más de las veces, se estuvo lejos de alcanzar paraísos terrenales. Herencias económicas coloniales vinculadas asimétricamente a las metrópolis mediante la provisión de bienes primarios agrícolas y mineros, caracterizadas por implacables formas de exclusión, resultaban en economías austeras, altamente inequitativas.

Las sociedades más "desarrolladas", en la medida que aumentaban sus ingresos, demandaban cada vez más productos del trópico, entre ellos los frutos exóticos, haciendo el negocio de su producción y venta atractivo. Así, las frutas no fueron excepción en la naciente transnacionalización de la producción y el comercio por empresas, norteamericanas en particular. Es ilustrativo que para 1870, los estadounidenses no conocían el banano (nuestro cambur); veintiocho años después, consumían 16 millones de racimos al año[7]. A finales del siglo XIX estas empresas comenzaron a desarrollar grandes plantaciones en Centroamérica y a crear cierta infraestructura que posibilitara su exportación, conformando lo que algunos han llamado enclaves modernos, de los cuáles, la economía de los países pasaría a depender de manera importante. Estos, gobernados generalmente por dictaduras corruptas, comenzaron a ser conocidos como repúblicas bananeras. Pero, como señala el historiador chileno, Luis Ortega, el término pasó a ser usado en los estudios políticos para designar a países monoproductores, escasos de institucionalidad, abundantes en corrupción, y en los cuales las empresas extranjeras ejercían una influencia política significativa[8]. Los países, mejor dicho, la mayoría de su población, seguía siendo muy pobre, pero las elites, al amparo de sus socios, consolidaban su poder y sus privilegios.

En Venezuela, sería discutible calificar a las dos dictaduras del siglo XX como bananeras de forma tajante. En los primeros años de la de Juan Vicente Gómez, si bien la economía, muy pobre, se basada en la actividad agropecuaria, especialmente el café, estaba en manos de productores locales que a través de comercializadoras extranjeras colocaban sus productos en el exterior. Pero en términos, no digamos de institucionalidad, sino de país, debe reconocerse que el dictador logró centralizarlo desde un montón de retazos geográficos dominados por caudillos regionales. Y si bien el comienzo de la actividad petrolera conllevó el otorgamiento de concesiones con groseras ventajas para las multinacionales, se comenzó a crear cierta institucionalidad que sería la encargada de negociar la renta a través del ejercicio fiscal.

La dictadura de Pérez Jiménez, claramente se benefició como nunca de la renta de la explotación petrolera, pero, imbuido por las ideas de proyecto nacional de Juan Domingo Perón (Argentina) y de Getulio Vargas (Brasil), adelanta su Nuevo Ideal Nacional que ciertamente hizo que el país avanzara algo en la superación del carácter monoproductor de la economía y llevó adelante el más ambicioso plan de creación y modernización de infraestructura de América Latina a mitad de siglo XX.

Distopía bananera

Un elemento común en la literatura distópica es el control social a través de la ciencia y la tecnología, que permite la injerencia del poder en todas las esferas de las personas hasta alcanzar el control absoluto de sus vidas. Esto es representado por primera vez por Grigory Zinoviev en su novela Nosotros, en la que muestra como mediante la tecnología, se procura el control de la población con el objetivo de alcanzar la felicidad colectiva, lo cual se logra a través de la supresión del libre albedrío, de los sentimientos, y el sometiendo de los habitantes a unas reglas férreas cuyo respeto era asegurado por los "Guardianes" y por un dictador benévolo llamado "Bienhechor" (Poretta, 2016). La sociedad distópica, termina siendo consecuencia de la degeneración totalitaria de la política y el uso de la tecnología como mecanismo de control, que lleva a la consolidación de la injusticia y el abuso del poder[9].

A estas alturas, difícilmente pueda rebatirse que Venezuela sea objeto de un experimento totalitario, que se intensificó en los últimos diez años. Pero a diferencia de los relatos distópicos, el control gubernamental de la población no se ejerce principalmente a través de la tecnología – que se hace – sino a través de su degradación sistemática, despojándole de su ciudadanía, con todos los derechos y deberes que esta comporta. Se instrumenta mediante la destrucción de la institucionalidad, que conlleva, entre otras muchas cosas a una merma del derecho a la educación, haciendo vista gorda de la desintegración de la estructura educativa en todos sus niveles y de las instituciones de producción de conocimiento; del derecho a la salud, manteniendo en precariedad extrema las estructuras hospitalarias y de prevención; del derecho a acceder a bienes esenciales por su aquiescencia en la destrucción de la aparato productivo, y mediante la eliminación del valor del trabajo, traducida en la desaparición del salario y el ingreso en clara violación del artículo 91 de la Constitución. Incluso, a muchos se le niega el derecho a la vida, mediante sistemáticas ejecuciones extrajudiciales en las zonas donde vive la población más desprovista y vulnerable del país.

La intención parece ser doblegar al ciudadano hasta lograr una población de seres postrados, cuya subsistencia dependa de escuetas y humillantes dádivas del gobierno – imposible, a estas alturas, llamar a eso Estado. Es la instrumentación de un laboratorio de degradación atroz, cuyo objetivo final no parece ser otro que llevar el país a la barbarie con la aspiración de mantener el poder[10]. En ese sentido, a diferencia de las distopías clásicas de la literatura en las que, antes que nada, se procura la alienación del individuo mediante una muy organizada estructura de control técnico y político, en Venezuela se procura su sujeción mediante la represión en medio del caos y una profunda violencia y anomía social. Esta situación coincide con algunos de los rasgos de las sociedades distópicas polares[11], conformadas por una elite que controla los medios de producción, en este caso fundamentalmente de expoliación de la naturaleza (Arco Minero del Orinoco, y una derruida industria petrolera) algunas de estas negociadas con mafias y grupos criminales, y una gran masa de desposeídos que sólo posee su capacidad de trabajo que, nuevamente en este caso, a falta de este, se traduce en su capacidad de rebusque. No hay diferencia entre capitalismo de Estado y capitalismo privado. El espacio urbano es para las muchedumbres, congestionado y saturado - bien presentes están las imágenes de Catia y muchos otros barrios en plena pandemia - y unos pocos espacios internos accesibles sólo para una élite minúscula y poderosa. Una muestra inequívoca de esto: la opulencia y el derroche en el Hotel Humboldt.

En su comportamiento, hay mucho de dictadura bananera. El manejo, que no la dirección del país, como una hacienda, y su reparto entre los allegados, recuerda los comportamientos de los dictadores centroamericanos de inicios del siglo XX y a Juan Vicente Gómez, en lo del reparto. Las formas de comunicar el ejercicio del poder "He ordenado, "mandé", dispuse" revela el talante autocrático y el profundo desprecio por las instituciones. Pero, a pesar de compartir estos rasgos, evidencia importantes diferencias con estos regímenes, sobre todo por la ausencia de conformación de enclaves modernos. Por el contrario, en los últimos años, fue sistemática la destrucción de estos espacios, si a ellos asociamos la infraestructura física, que como se indicó, llegó a ser de las más avanzadas de América Latina, la estructura industrial, los servicios, la educación, la salud y pare de enumerar. Imposible ver alguno, a menos que por modernidad se entienda los costosísimos vehículos estacionados frente a estacionamientos de restaurantes en Las Mercedes, o la instalación de un Bodegón "sideral" en medio del llano en esa ciudad agobiada por el deterioro de la vialidad y los servicios públicos que es hoy San Fernando de Apure.

Las ruinas, la violencia y la degradación de los habitantes de algunas de las distopías cinematográficas, el contumaz empeño de manipular y censurar la información y el control tecnológico que comienza a ejercerse (e.g a través del carnet de la patria) presente en la literatura distópica, y el manejo atorrante del poder con talante dictatorial bananero terminan por generar en Venezuela un engendro de experimento totalitario, una suerte de Frankenstein social y político - el lugar común de la realidad superando a la ficción- que a falta de mejor calificativo, denominamos La Distopía bananera del Siglo XXI.

 


 

[1] Danielle Poretta (2016). La Ciudad Transparente de Zamiatin: Distopía y Control Urbano. http://www.ub.edu/geocrit/xiv-coloquio/DanielePorretta.pdf

 

 

[2] https://www.france24.com/es/minuto-a-minuto/20210323-cementerio-de-venezuela-profanado-un-f%C3%BAnebre-hogar-para-personas-sin-techo

 

 

[3] https://www.reporteconfidencial.info/2021/03/21/el-coqui-garbis-y-vampi-ejecutaron-a-cuatro-de-sus-integrantes-tras-fallar-ataque-en-la-cota-905/

 

 

[4] https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-49486230

 

 

[5] https://panampost.com/sabrina-martin/2019/09/18/exodo-venezolanos-explotacio

 

 

[6] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160219_venezuela_bonanza_petroleo_crisis_economica_ab

 

 

[7] http://web.mit.edu/course/21/21f704/UnitedFruit/UnitedFruit.html

 

 

[8] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/04/160427_america_latina_origen_termino_republica_bananera_ap

 

 

[9] Daniele Porretta (2016).LA CIUDAD TRANSPARENTE DE ZAMIATIN: DISTOPÍA Y CONTROL URBANO http://www.ub.edu/geocrit/xiv-coloquio/DanielePorretta.pdf

 

 

[10] https://www.entornointeligente.com/venezuela-laboratorio-de-la-degradacion-atroz/

 

 

[11] Nayibe Peña Frade (2002) LA CIUDAD EN LA CIENCIA FICCION la literatura como ilustración y contraste de la teoría

https://www.researchgate.net/publication/26470766_La_Ciudad_En_La_Ciencia_Ficcion_La_Literatura_Como_Ilustracion_Y_contraste_de_la_teoria/link/02a047f70cf2f5c177d34d8e/download

 

 



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Alexis Mercado


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