No es un asunto individualista, es un asunto colectivo que perjudica a la población mundial. Nos tocó a todos vivir esta hora: Niños, jóvenes y caducos. Como es ya conocido por Raymundo y todo el mundo, esta pandemia llegó a instalarse para traernos coyunturas económicas, sociales y; todo un contexto de perturbaciones que vienen a alterarnos nuestros hábitos familiares. Personas atrapadas en el mundo como en un laberinto, entre lejanas y cercanas fronteras, como consecuencia de los cierres temporales de los aeropuertos internacionales. En todos los continentes se han tomado drásticas medidas, unas más intensivas que otras, de aislamiento social con el objetivo de dirimir el índice de mortalidad de este brutal virus que ha cobrado millonarias víctimas; según los reportes oficiales de la Organización Mundial de la Salud (Oms). Familias, -según testimonios fehacientes- en algunos países, han perdido sus pertenencias domésticas por dejar sola mucho tiempo sus casas, dicho sea de paso, estas últimas se deterioran por permanecer largos lapsos inhabitables, después del esfuerzo y el sacrificio de sus propietarios por adquirirlas. Eso tiene un dual valor: un significado material y un alcance afectivo. Como ha de suponerse estas cosas les causan un desequilibrio emocional a las personas. Entre la incertidumbre y las esperanzas fluctúan sus pensamientos. Es lo que yo llamo: Los efectos colaterales de la pandemia.
En esta misma orientación, los comerciantes y negociantes han tenido que reingeniarse las estrategias mercantiles. Hasta un nuevo vocablo ha emergido, verbigracia, lo que siempre hemos conocido como Repartidor a Domicilio, ahora se emplea el término “Delivery” que dejó en desuso al anterior. Delivery, por todos lados, algunas personas le dan una pronunciación peculiar. Muchas parejas a quienes le han nacido proles en otras latitudes, se le han conocido las descendencias por medios virtuales, menoscabando la interacción física, como cargar y sentir el calor humano que no lo suplantan esos medios asequibles. Y, otros, más lamentables, que han recibido la infausta noticia de un familiar fallecido; y, no han podido despedirlos como es de rigor. La imposibilidad de asistir a los eventos funerarios les ha causado consternación e impotencia. Los jefes de Estado, sus ministros y gobernadores de cada Nación, están haciendo maromas presupuestarias y financieras para hacerle frente a la situación, manejándola como administración de desastres. Y, todos estos intríngulis se empalman con las situaciones económicas- sociales, suigéneris de cada región. No es fácil la cosa.
En cierta medida, todo esto nos ha traído nuevas formas de maniobrarnos con inteligencia; si se quiere, un nuevo aprendizaje y desaprendizaje. Empleo de alternativas como los encuentros académicos. Las clases a distancia están dando sus resultados con el uso de las herramientas, estrategias metodológicas y la puesta en práctica de los conocimientos de los medios electrónicos. Por supuesto, éstas no reemplazan las sesiones de clases presenciales. El ambiente de aula se ha transformado en virtual. Si bien es cierto que hay continuación de la interacción pedagógica, no es menos cierto que el contacto presencial es significativo. En este orden de ideas, los centros de salud están prestando asistencia médica a media máquina, dentro de las posibilidades y las situaciones de emergencias, fundamentado a que están orientadas más a las complicaciones derivadas del Covid-19. Independientemente del país, donde se toman las medidas, el Virus ha hecho estrago en la humanidad. Ni las naciones más progresistas y desarrolladas, han escapado a estas eventualidades, incluso, la desgracia ha sido peor, a pesar de su ingente tecnología. Somos una gran aldea global; sólo que nos separan hitos, marcando así la diferencia.
Para no ser más fastidioso; como les dije en el primer párrafo, nos tocó vivir esta hora; y tenemos que salir adelante hasta que el cuerpo aguante. Los egocentrismos no tienen cabida aquí. Nos impera la Ley que hay que cumplir con todas las normas sanitarias, expedidas por los organismos nacionales e internacionales. Desde mi óptica, considero, que hay que aumentar los mecanismos de coexistir con estas calamidades, que nadie en el mundo, en la región donde haga su hábitat baje la guardia ante este gran mal; acontecimiento sobrevenido que nos agarró fuera de base, a pesar de que todas las instalaciones públicas-sanitarias de todas las naciones del globo terráqueo están haciendo lo posible e imposible, para brindar protección a la ciudadanía, pretendiendo dirimir los índices de mortalidad; sin embargo la morbilidad sigue; el agente etiológico continúa cabalgando sin frenos. Los psicólogos y psiquiatras, con sus conocimientos científicos se han erigido ante la colectividad con el sano espíritu –pienso yo- de que no florezcan los estados de angustias, neurosis, depresiones, y todas aquellas perturbaciones de orden mental –nadie está exento de esto-. Sin embargo, tanto usted como yo, somos corresponsables de cuidarnos, aun así, aquí entre “Nos” ¿Cuándo saldremos de este laberinto?
¡Gracias por leer estos insumos! Escribe, que alguien lee. A quedarse en su lar.
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