Más que enfermera un extraordinario ser

La difícil, o más bien, la grave situación que viven las familias, no solo de Venezuela, sino del mundo entero, producto del Covid-19, tiende a llevarnos a la desesperación, sin embargo la fe en Dios, aunado a los cuidados personales y sobre todo al respeto que mantenemos de las medidas de bioseguridad, nos dan aliento, día a día, para seguir adelante viviendo la vida, tratando de disfrutarla al máximo al lado de la familia, pero los sustos continuos siempre nos arropan.

En lo personal me he mantenido bajo encierro temeroso que la "bendita pandemia" me trastoque, sobre todo por mi edad, dado que ya iniciamos desde hace rato el camino que emprenden los adultos mayores.

Debo confesar que en mi entorno más de 22 familiares, cercanos y no cercanos, han contraído la enfermedad, que de por si mantiene al mundo en vilo.

Pero además muchos amigos y conocidos, por desgracia, ya se han ido, y eso ha hecho que nos deje un sabor amargo toda esta situación, por culpa de la pandemia.

Los sustos mayores los he pasado con cuatro de mis hermanas, que a Dios gracias, han logrado juntos a sus hijos superar al mortal virus, pero también otros dos hermanos mayores acaban de quedar ambos viudos, en un mismo mes, inmerecidamente, producto del Covid-19.

De Maracaibo llegamos a Yaracuy hace 27 años, la distancia hizo que nos separáramos de otros familiares y de bonitas amistades, sobre todo de colegas periodistas, que gracias a las redes sociales hoy nos hemos podido reencontrar.

Una de estas colegas y amigas acaba de perder, también, por desgracia, a su amado esposo. Ya antes había despedido a dos de sus hermanos queridos, uno a finales del año pasado, y el otro reciente.

Mi amiga y colega, también compañera de estudios en LUZ, también contrajo la enfermedad y apenas hoy, cuando me inspiro a escribir estas líneas, se puede decir que venció a ese terrible "demonio" que acabó con la vida igualmente de su amado esposo, con quien contrajo dos hijos que han debido enfrentar la partida inesperada de su padre fuera del país.

Esa vieja amiga, de tantos años, debió afrontar la enfermedad de su esposo sola en su hogar. Una especialista llegó a decirle que su parejo no estaba tan mal, más bien era ella la que reflejaba mayor complicación a nivel pulmonar, pero aun así comenzó a cuidar a su consorte, quien de paso presentía que el momento de partir estaba cerca. Y así ocurrió.

Mi colega, cuando menos se lo esperaba, aun sintiéndose también muy mal, partió a la cocina para buscar la sopita que le había preparado antes a su amado, pero cuando ingresó de nuevo a la habitación su querido esposo acababa de exhalar el último respiro que lo mantuvo por más de 25 años a su lado.

Que horrible momento debió vivir mi queridísima amiga. Los vecinos actuaron, pero no había remedio: una nueva luz se había apagado por culpa de la pandemia, aunque no por siempre, pues el recuerdo imperecedero de ese ser que fue un extraordinario esposo, vivirá por siempre en el corazón de una noble mujer que lo vio partir inesperadamente, mientras sus dos amados hijos, lo lloran inconsolablemente desde tierras lejanas.

Mi amiga, a sabiendas que su gran amor había partido, se puso más mala…llegó a sentir que iba detrás de ese corazón que le dio tanta felicidad, al extremo de hacerla madre. Pero Dios es grande. Aquí apareció ella…impertérrita, serena, con un corazón inmenso que no le cabe en el pecho.

Si, esa amiga, que más que amiga es una auténtica hermana de sangre, pero al mismo tiempo una profesional de la enfermería que lo da todo, llegó en el momento oportuno. "Te vas para mi casa", le dijo. Y sin más protocolo mi colega partió de la mano de esta extraordinaria amiga para su hogar.

Poco le importó a esta noble mujer poner su vida en riesgo, aun cuando también en su hogar conviven otros familiares y niños que son la luz del día.

"Nos faltarán años de vida para poder pagarle este gesto a la amiga de mamá", llegaron a decir los jóvenes hoy huérfanos, desde el exterior, que anhelan ver muy pronto a mi colega periodista.

He querido escribir estas líneas, sobre todo, para rendirle tributo, a esa extraordinaria enfermera que ha dejado muy en alto, no solo a su gremio, sino también a lo que es una verdadera amistad, cargada de amor y humanismo.

En un campo de guerra se pudiera decir que antes que partir, al ver a su compañera herida, prefirió exponerse a la propia muerte, con las botas calzadas, pero al mismo tiempo con el fusil cargado en sus manos.

Hoy mi querida amiga y colega está prácticamente restablecida…en su último contacto que este ser terrenal informó que las cenizas de su esposo las había acabado de recibir. Piensa darle cumplimiento a sus últimas palabras: "no te quedes sola en la casa, ve al encuentro de nuestros hijos, que te estarán esperando ansiosamente". Y así es….



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Italo Urdaneta

Periodista, historiador y profesor universitario

 italourdaneta@gmail.com

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