La geopolítica alimentaria marcada por el conflicto Rusia – Ucrania

Cuando el Secretario General de la ONU señaló que la guerra en Ucrania puede provocar una catástrofe alimentaria mundial, un huracán de hambre, las reacciones a estas palabras fueron tímidas, para esa fecha se pensaba que EEUU, la Unión Europea y la OTAN tenían realmente la sartén agarrada por el mango y que en pocos días Rusia iba a estar haciendo aguas, a consecuencia de las medidas retaliativas económicas y de otros tipos, que aplicaron como sanciones de amplio espectro y casi obligantes para los países alineados con las políticas de EEUU. Algunos avezados comentaristas manifestaron tempranamente que era falso que aquellos países tuvieran la sartén agarrada por el mango y que más temprano que tarde se verían los efectos "boomerang" regresando a hacer daño a los países que aplicaron las sanciones.

El tema de la geopolítica alimentaria árida entre la Unión Europea y Rusia no es nuevo, data del 2014, cuando Rusia, segundo destino de la producción alimentaria exportada por la Unión Europea, cierra las puertas a tales alimentos. Ya el conflicto con Ucrania se estaba cocinando a fuego lento.

Las primeras reacciones del 2022 fueron cuando se suprime el suministro de fertilizantes a la Unión Europea, de procedencia de los países en guerra, y se agudiza con el bombardeo de algunas petroquímicas ucranianas que producían una gama de fertilizantes para su propia agricultura y otra gran parte para la exportación. De manera que este insumo fundamental en la agricultura del modelo industrialista se ha limitado sustancialmente para la Unión Europea. Otros países hacen lobby en Rusia para adquirir el excedente de fertilizantes al cual no tenían acceso anteriormente. Por otra parte, la producción excedentaria de trigo y girasol tampoco llegará a Europa, y el mundo fue testigo de los desórdenes en España para adquirir los inventarios de aceite de girasol, que posiblemente no se verán por un tiempo, hasta que el "boomerang" haga sus efectos radicales y obligue a sanear las relaciones entre Rusia y sus adversarios geopolíticos. La guerra deja de suministrar el 50 % de los aceites de girasol y el 30 % del trigo excedentario mundial. No es dinero lo que entra en juego es la seguridad alimentaria de muchos países que nunca habían analizado esta relaciones bajo el concepto de la dependencia tecnológica y alimentaria.

El tema va más allá. La unión Europea daba lecciones al mundo sobre sus políticas antí alimentos genéticamente modificados (OGM). Europa occidental tenía una reglamentación severa que ha mutado a laxa en los últimos días, bajando las restricciones al ingreso de cereales y soya genéticamente modificada. Es decir los déficits de alimentos han roto las normas y los principios éticos de la alimentación sana y biosegura en Europa. Pero hay algo más complejo, aun con disponibilidad financiera, la Unión Europea no consigue suplidores en esta época de post pandemia; adicionándose que algunas producciones en América del Sur esta comprometidas con países asiáticos, principalmente China y como es conocido, con Rusia. Estos dos países son puertas abiertas a los alimentos de otras partes del mundo y América Latina busca sacar partido favorable en esos mercados. En el corto plazo Brasil estará con los Países no Alineados haciendo peso a la multipolaridad mundial alimentaria.

Los sistemas de procesamiento de alimentos demandan mucha energía tanto para potabilizar aguas como para las transformaciones de las materias primas obtenidas en diferentes partes del mundo. Eso hoy día está muy debilitado. Petróleo, gas y carbón son indispensables para mantener las avanzadas cadenas de frio en las cadenas alimentarias.

La experiencia de esta guerra es realmente interesante. El extractivismo de commodities de diverso tipo en el cual se sustentan los países de las economías más poderosas del planeta, están en ciernes de una gran crisis societal. Ya no basta con rectificar o girar el rumbo porque no hay tiempo. El mundo irá más allá de lo esperado cuando se hablaba de la Covid 19. Esta vez con la guerra, la geopolítica alimentaria no será la misma. Lo interesante es que algunos países africanos recibirán sus pedidos de trigo desde Rusia, si no hay otro tipo de perturbaciones.

No hay dudas de la capacidad expansiva de la agricultura de los EEUU; podría incrementar la producción de cereales casi de inmediato en este año, es posible que en eso anden, para satisfacer algunas falencias de los aliados europeos.

Entre tanto, en Venezuela seguimos sin entender que una buena parte de la vulnerabilidad política desde el 2012, se perfila por el abandono de la agricultura excedentaria que fue una política en ascenso en la flor del gobierno de Chávez.

Estamos a punto de ver grandes giros en las posiciones de países por donde regresó el "boomerang". Esperemos.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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