Los conciertos que desconciertan: Nueva ola musical, arma mercantilista

La canción protesta surgió en Estados Unidos, en la década de los treinta del pasado siglo, con el maestro y pionero Woody Guthrie, quien influyó a Pete Seeger, cantante que llevó el modelo de la canción a un público más amplio y comercial, así como a los autores que se levantaban contra las dictaduras latinoamericanas. Según la fuente de información (Wikipedia), la canción de protesta como tal nace entre la década de los 50 y alcanza su mayor difusión y repercusión en los 60-70, en países diferentes, como en EE.UU., con Bob Dylan, quien se convirtió en un importante representante de la canción protesta después de un encuentro que tuvo con el músico Woody Guthrie, Joan Báez, Pete Seeger; en Latinoamérica donde el estilo adquirió una fuerza especial a través de la nueva canción latina, contó con exponentes como: Violeta Parra, Víctor Jara, Alfredo Zitarrosa, Aníbal Sampayo, Atahualpa Yupanqui, Alí Primera, Mercedes Sosa, Facundo Cabral, Silvio Rodríguez; por citar algunos. La protesta nace producto de la inconformidad del hombre, por los abusos cometidos contra él en todos los ámbitos, por la vejación del sistema; en virtud de esto han surgido grupos sociales cansados y decididos a no recibir más maltratos y el arte ha logrado ser un gran exponente que declama, canta, susurra, explota y grita por medio de diferentes manifestaciones, siendo la música una de las más representativa y liberal para expresar esa inconformidad. Sus representantes han logrado concientizar a la humanidad y llamar a la rebelión social, cosa que los medios nunca hicieron, ya que la música acompañaba y respaldaba el pensamiento de los que la necesitaban, de obreros, campesinos, migrantes, negros, esclavos, activistas, fue una herramienta importante incluso para los comunistas y socialistas.

La música rompió las barreras internacionales gracias a la globalización, al mismo tiempo se volvió para la mayoría de los cantantes en mercantilismo, para reforzar el sistema capitalista, algunos de ellos se prestan para ser embajadores de gobiernos genocidas o narcos para "crecer" como cantantes. Otros se apoyan en disqueras aliadas del capitalismo y de los gobiernos yanquis, como Emilio Stefan, quien utiliza a los artistas de color, o cubanos, o derechistas, o que apoyan gobiernos narcoterroristas para que canten en contra de gobiernos socialistas. Sin embargo, la salsa, cuyo origen se cree que es de Cuba, de una fusión que llevaron a cabo los habitantes del Caribe cuando escucharon la música europea para luego mezclarla con tambores, así como su baile, difundiéndose a través de la inmigración de la población latinoamericana, especialmente afrocaribeños, hacia el norte y Sudamérica, hacia los años 60, fue una proyección social y también política. La salsa es la combinación de varios estilos. En Venezuela su estilo es original de los suburbios de Caracas, donde se adaptó una posición más relajada al bailar y se distingue por el erotismo en la danza de cada uno de los bailarines. La salsa es un golpe de protesta social, estuvo ligada al sufrimiento del pueblo, a los debates de esquina, a las penurias del barrio, es su estado más puro y callejero porque se identifica con los oprimidos, marginados, de los amores contrariados, de la vida precaria, de los "malandros" y "Pablo Pueblo". Así tenemos a Ismael Miranda, quien se solidarizó a través de su música con los presos de la penitenciaría estatal de Río Piedras en Puerto Rico; a Joe Cuba (la calle está durísima), a Héctor Lavoe (en los barrios de guapo no se vive tranquilo); a Ismael Rivera (denunciando la dura realidad de la comunidad negra en Puerto Rico, el cantante de las víctimas del racismo), a Rubén Blades y Willie Colón (con su tiburón que va acechando), y así otros artistas más que han hecho de la música su mejor herramienta de protesta social.

El gobierno bolivariano y algunos gobernadores "burgueses revolucionarios" han venido realizando una serie de conciertos que ellos justifican por la recuperación económica de Venezuela, logrando reunir a artistas que se preparan para tres festivales de música y más de una decena de conciertos, desde que empezó el año; artistas que denigraba del gobierno, o se abstenían de venir a Venezuela para no "rayarse" con el imperio. Los costos de estos conciertos para ver estos invitados quienes sucumben no ante la revolución bonita, sino ante la exorbitante cantidad que le pagan y pagarán, son altísimos. Las entradas que ya están agotadas, para ver a Sin Bandera y Camila cuestan hasta $5.000. Vicente León de Datánalisis, asegura que cerca del 13,5% de la población que tiene ingresos superiores a los 500 dólares al mes puede permitirse ir a estos conciertos y que el 42% con ingresos entre los 150 y 350 dólares, se les dificulta adquirir boletos y para hacerlo deben acudir a otras opciones para pagarlos. El resto de la población (que es la mayoría), con ingresos inferiores a $150, un concierto no es la prioridad. Sin embargo, más de 3MM de personas llenan todos los conciertos, para León es la Venezuela que tiene recursos, que guardó dinero. Se tiene previsto tres festivales más: uno de Trap (si a esto se le puede llamar música), otro con artistas y agrupaciones venezolanas, y el tercero el festival mundial de la Salsa Caracas 2022 (del 11 al 15 de junio). También promueven conciertos de género urbano o reggaetón (la violencia de género en la música, la degradación del ser en su máxima expresión), la tendencia social de Latinoamérica que impulsa el poder oscuro del capitalismo para dañar al ser. Esto sin contar los conciertos que realizaron en carnaval, los gobernadores de Portuguesa y Carabobo. En el primero, Cedeño exaltó el vallenato como una gran revolución cultural y Lacava con su Dracufest 2022 organizó un festival con artistas internacionales de género urbano, fanático de Bad Bunny (quien ganó el premio ASCAP por componer temas soeces que denigran a la mujer). Todo esto una verdadera mutación de lo racional a lo irracional, de la evolución a la involución, del crecimiento del ser a su degradación, las cuales tendrán consecuencias negativas para quienes promueven este tipo de vilezas por instar al ser a la deshonor, a la ruindad y al oprobio. Aquellos cantantes representaban al pueblo, a los negros, a los obreros, a los estudiantes. Estos pseudo cantantes son la expresión de la violencia de una transculturización como parte de ese chip que le inoculan al ser para crear otro tipo de mentalidad, especialmente a los jóvenes.

Estos son los conciertos que desconciertan: es la nueva ola musical, como arma mercantilista, que lejos están de aquellos conciertos de los grandes intérpretes de las salsas. Conciertos que desconciertan al ciudadano común cuyos ingresos, un trabajador público o pensionado, exigen sean superiores a los $30. Conciertos que desconciertan, porque si tal vez todos los venezolanos tuvieran la oportunidad de pagarlos, estaríamos en presencia de una gran bonanza económica pero al mismo tiempo de una gran miseria espiritual que promueve el gobierno y esto es más lamentable. Conciertos que desconciertan porque solo el hecho de promoverlos insta al consumismo, al mercantilismo, a hacerle juego al capitalismo. Si un cantante como Bony Cepeda cobró $60.000 para cantarle al presidente, cuánto cobrarán los demás cantantes para hacer gala de que vienen a apoyar la recuperación económica del país, cuando muchos de ellos ni siquiera supo lo que vivió Venezuela, o estuvieron en contra del "régimen" de Maduro, y hoy el mismo gobierno les abraza. Conciertos que desconciertan porque de esta manera se impone una barbarie sobre la cultura. Hubo más evolución musical en la década de los 60, más sentido crítico con consciencia que ahora. Hoy tenemos una degeneración musical que transgrede al ser; en un sistema capitalista, sus gobernantes apoyan y promueven el reggaetón, a cantantes que cobran porque "Fidel no dejo salir a los niños de Cuba", son parte de ese oscurantismo. Concluyo citando a Alí Primera: "Basta de mentes hipócritas, de mentes estólidas que nos quieren mandar. Levantemos para siempre la espalda, destrocemos el látigo que nos quiere marcar. Campesino, por tu propia tierra; obrero, por tu propia fábrica; estudiante, por tu propia idea; busquemos lo que ha de emancipar".



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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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