Detuvieron a un bombero, por intentar hacer su trabajo, apagar el fuego que los sindicalistas encubren y hasta avivan

De niño quise ser bombero y paracaidista. O, para mejor decirlo, eran mis sueños y quienes de eso se ocupaban, mis ídolos.

Me crié entre pescadores y yo mismo, fui un pescador de orilla, no tanto por distraerme y pasar el tiempo, sino por la subsistencia misma.

Mi segunda novela, de las seis que he escrito, dos publicadas en papel y las otras en los recursos que ofrece la tecnología, titulada "El crimen más grande del mundo", habla de mi espacio, mi mundo, paraíso en el cual pasé mi niñez y cómo fue destruido para darle paso a una carretera, que si bien, pudo haberse construido allí, aunque había otra opción, no necesariamente debieron "los expertos", causar tanto destrozo. Por lo que allí hicieron contra la naturaleza y quienes de ese espacio casi dependíamos para la subsistencia y el vivir feliz con todo lo grande y bello que nos brindaba, no hallé otra forma de calificarle como lo hice, "El crimen más grande del mundo".

Pero pese aquella belleza y mi propensión a la pesca en la orilla, pues la mansa laguna y el bello y extenso manglar, nos permitía practicar esta de manera fácil, sin hundirnos más allá de las caderas y capturar allí camarones, jaibas, cangrejos azules, aquellos a los cuales les arrancábamos las "muelas" o "macanas" grandes, pues estos tenían dos, incluyendo una pequeña, la que le permitía subsistir y seguir reproduciéndose, pues a este, ya mocho, le devolvíamos a la laguna, mis sueños de niño fueron ser bombero o paracaidista.

Siendo muy niño vi nacer el cuerpo de bomberos en mi ciudad natal y circular sus camiones atractivos, grandes, con los hombres que de aquello se ocupaban vestidos de una manera que me lucía atractiva; sus cascos, botas y verles, con demasiada frecuencia, apagar los incendios casi siempre en las líneas eléctricas y en los basureros. Hallarlos hasta en desfiles oficiales, lo que entonces era cosa de costumbre, guindados del camión de manera atrevida, como corriendo riesgos de caerse y hasta haciendo cabriolas de gimnastas o sutiles movimientos de bailarines, me producía emoción, alegría y admiración.

Y en los días de fiestas nacionales, como el 3 de febrero, día del nacimiento del nuestro héroe, aquel mal jinete que tuvo la audacia y fortaleza para llegarse a caballo hasta allá al fondo del continente y con su sobrado talento, llenarse gloria, convertirse en el Gran Mariscal de América, llegaban al aeropuerto aviones militares para desde arriba acompañar los desfiles, dejar caer los paracaidistas, lo que percibía como un bello y osado espectáculo y me hacía deseoso de estar entre ellos para aterrizar en medio del manglar.

Pero, quizás porque dejé de ver paracaidistas, desconozco la razón, pero seguí viendo bomberos pasar por los espacios donde me he movido y haciendo su, en veces, arriesgado trabajo, me quedé con la admiración preferencial por los bomberos. Trabajadores estos que por lo que he sabido, nunca han sido bien pagados y hasta hay en ese cuerpo, personas que también de niños, igual que yo, fueron impactados, tanto que en él participan como simples voluntarios.

Por todo lo anterior, cuando en las redes salió el video del jefe de bomberos, creo que del Estado Miranda, haciendo lo que deberían hacer los sindicalistas, predicando en favor del salario, no sólo el suyo, sino el de todos los trabajadores, lo que es lo mismo como que si estuviese no apagando un incendio, sino intentando que este no se desate, le escuché con atención y por él me sentí representado. Pues aparte de mi admiración por los bomberos que viene de mi niñez, ahora vi y oí a uno de ellos, hablando de lo que los sindicalistas, llamados a hacerlo no lo hacen, pese el fuego que en cada trabajador y jubilado consume el alma y la existencia misma.

Desde mis inicios del trabajo docente, hice de dirigente gremial, pero siempre tuve, vamos a decir mis dudas, para no pecar, de aquellos que dejaron el aula para dedicarse a eso a tiempo completo, que en el caso de un docente con 40 o 50 horas de clase semanales, que lleva al pensar en la preparación de clases, diseño de estrategias, corrección de pruebas y trabajos, lo que implica más tiempo, que aquellos no "hacían un carajo". Es decir, esos dirigentes gremiales de profesión gozaron hasta de mejores sueldos que uno sin "joderse" demasiado. Más si, en esos tiempos, hacer de sindicalistas y hasta promover huelgas en el ámbito escolar, no les generaba ningún riesgo dado que, como he dicho en otros trabajos, los gobiernos de la IV República, casi adoraban esas huelgas porque llevaba a la matrícula pública, por ellas, trasladarse a la privada. Es decir, llegó un momento que, en lugar de trabajar en pro de los educadores, lo hacían en favor del gobierno, las clases dominantes y el FMI.

Antes he dicho varias veces que, a Chávez, sindicalistas del magisterio, supuestos educadores de los cuales muchos hasta nunca dieron clases, de esos he dado nombres, vendieron la falsa idea que la tendencia al crecimiento de matrícula privada o lo que llamaron privatización de la educación, se debió al cobro de Comunidad Educativa, lo que era una miseria y cuando quien no tenía no pagaba, siendo la verdadera causa las persistentes y hasta injustificadas huelgas, por politiquería y asuntos de muy bajo nivel, como que siendo las 9 o 10 de la mañana de la quincena, no había llegado el pago, muchos sindicalistas paraban las actividades. En verdad, no lo sabían, nunca lo supieron, pese muchos de ellos llegaron a tener grandes nombres y ocupar altos cargos, que le hacían el juego a quienes creían combatir.

Por esas cosas, llegué a sentir cierto rechazo, digámoslo así, por ese sindicalismo, el mismo que ahora, sigue cobrando como si fuesen docentes en el aula y hasta más. Sólo que estos deben, por lo menos a eso están obligados, por la moral correspondiente, trabajar duro y hasta más que antes, dado la miseria del salario.

Entonces, volviendo a lo que dije antes, cuando vi ese video, donde un jefe de bomberos, lo que le hace más meritorio, pues es el jefe mismo haciendo un justo reclamo y de manera comedida, me sentí solidario y admirado de aquel hombre que, hasta es por demás humilde, ajeno a la peculiar arrogancia del dirigente sindical. Se trata de un jefe que siente, vive las dificultades propias y de quienes con él trabajan y uno bien sabe que no está inventando nada, solo habla de algo que abunda, punza y por lo que quienes deben reclamar optaron por escurrir el bulto.

Al parecer, ese señor jefe de un cuerpo de bomberos, no hace más que gritar que percibe fuego y hasta siente deseos enormes de apagarlo, tal como le corresponde, mientras quienes los encargados de esa tarea, la dejaron, abandonaron, apagaron los motores de los carros bombas, enrollaron las mangueras y "las bolas se las tiraron al hombro".

De la gente que gobierna, si está lo suficientemente clara, pese las teorías monetaristas le sirvan para mitigar penas y preocupaciones, no deberían pasar de este estado de ánimo y menos descender, sino mantener algo de eso despierto, pues no todo está explicado y menos comprendido, más si la inconformidad, como las células cancerígenas, ocultamente y en silencio, se multiplican. Cuando esto sucede y sucede porque así es como transcurre la vida, la realidad, se debe agradecer a los bomberos dispuestos a salir a apagar los incendios y también a los vigilantes, a esos tipos que observan atentamente y avisan cuando las llamas se avivan y avanzan las tempestades.

Los denunciantes, discrepantes, son por demás útiles, en verdad son bomberos que pueden extinguir un fuego apenas se manifiesta.

Quienes estando en el palo mayor de vigilantes, callan al mirar desde lejos la enorme magnitud de las olas, para no incomodar la capitán, en verdad en nada a este benefician y menos a la marinería. Sólo son irresponsables, acomodaticios y hasta temerosos de avisar de un malestar que pudiendo, por fortuitas causas, no provocar daño alguno, les deje bien parados y vistos por el capitán y quienes ocupan el puente de mando completo.

Lamento que, al jefe de bomberos, hayan detenido, mientras quienes ocultan y hasta acallan los lamentos gozan hasta de privilegios.

¿Qué se hicieron los sindicalistas de oficio? Se volvieron mudos, sordos que, pese haya quienes piensen lo contrario, en nada ayudan. Son como supuestos vigilantes y bomberos que, viendo el fuego avivarse, las llamas elevarse y las olas que avanzan, callan, hasta se esconden y sólo sacan las manos para agarrar lo que caiga.

¡¡Vivan los buenos bomberos, los integrales, capaces de combatir cualquier llama!!



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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