Venezuela, la revolución asediada

El plan del imperio sigue en su afán sistemático de consumarse. La tarea central de los Estados Unidos es doblegar al gobierno chavista y el pueblo y cancelar la idea de que otra forma de gobierno, con independencia, con autodeterminación y con soberanía es posible.

Venezuela que tiene, para bien y para mal, las más grandes reservas petroleras del mundo y las quintas más grandes reservas de litio. Esa riqueza es en gran medida la causante de sus desdichas. La ambición de la hidra capitalista los reclama, como reclama todo en el mundo para sí y a costa de todos nosotros y el medio ambiente. No se miente en ello, los funcionarios yanquis no tienen empacho en decirlo, necesitan las reservas venezolanas para sí, aunque ello signifique pasar por el sentido común del derecho, por todas las normas del buen vecino, por el respeto a los pueblos. Y, cuando dicen que pasarán por encima de todo, nadie debe dudarlo que lo intentarán a costa de la muerte y el sufrimiento de la gente, como ocurre ahora con el pueblo venezolano y como lo han hecho a lo largo de la historia.

Estaba cantado. Toda una estrategia político-mediática para meter en la conciencia colectiva mundial, pero sobre todo latinoamericana, la idea de que no habría nadie más que pudiera ganar las elecciones que no fueran ellos de la mano de sus lacayos de la extrema derecha venezolana, que es todo menos democrática, como todas las derechas. Esas que cuando ganan hablan de que se impuso la democracia y cuando pierden de que ganó la dictadura. La derecha nunca aceptará el triunfo del pueblo, eso no está en sus genes.

Así, desde hace más de dos años se comenzó a construir el relato del imposible triunfo de Nicolás Maduro, el dictador, como lo ha signado Estados Unidos y lo han coreado todos sus corifeos y lacayos. No lo es la nefasta gobernante de Perú, ni tampoco lo es el fascista del gobernante de Argentina, mucho menos el "gorila" gobernante de Israel. Son dictadores sus enemigos, los que no se subordinan.

Pero el relato se mantuvo. Partidos de derecha, voceros de derecha, opinadores de derecha, medios de comunicación de derecha y también los de centro, los que son de la social democracia, como Lula y, aquellos que ven políticamente correcto poner en duda los resultados electorales en Venezuela con el fin de quedar bien con el patrón imperial.

La derecha construyó la idea de que sólo habría de una sopa el 28 de julio en Venezuela y esa sopa era su triunfo. Un resultado adverso, como así fue, no era opción, sino fraude. Al imaginario social le vendieron la idea del 20 por ciento, del 40 por ciento y del 60 por ciento de ventaja en las encuestas promovidas en todas partes de Latinoamérica y Europa, sobre todo por CNN, la cadena de noticias internacional radicada en Miami, el centro de la "gusanera" por excelencia.

Nicolás Maduro, entonces, no podía ganar. Las encuestas que sí valen, las únicas que valen y que son las suyas, las de la derecha violenta, asesina y vendepatrias, así lo habían consignado de ante mano. Así que, o era el triunfo de Corina Machado y su títere, el nuevo Juan Guaidó), ni siquiera recuerdo cual es su nombre, o habría fraude y, por lo tanto, había que desatar la violencia en todos los sentidos. La violencia mediática y la violencia física.

Seis presidentes de la derecha tomaron como suyo el relato afirmando que hubo fraude. Otros más, han guardado silencio. Un silencio cómplice que abona a cerrar el cerco en contra de un país que ha resistido por décadas el asedio estadounidense y la provocación violenta de la derecha fascista venezolana. Esa que intentó golpes de estado, que organizó con dinero yanqui los paramilitares en Colombia para incursionar en Venezuela y agredir al pueblo y a sus centros estratégicos, neurálgicos, en el objetivo de desestabilizar, de quitarle el apoyo de la gente al gobierno, de volcarlo en su contra y, por lo tanto, de derrocarlo.

Es la misma derecha que mató inmisericordemente en las calles a personas, solo por el hecho de ser Chavistas. La derecha que dinamitó los centros estratégicos de generación de energía eléctrica, dejando a casi toda Venezuela a oscuras y sin energía. La misma derecha que atentó contra PDVSA, la empresa petrolera estatal que es el puntal económico del desarrollo nacional. Los mismos que se inventaron un presidentito, sostenido con dólares estadounidenses y con toda su maquinaria política y mediática.

Una derecha que solicitó al gobierno yanqui que los invadiera para derrocar al gobierno que los ha vencido una y otra vez. Una derecha de celebra el sufrimiento de su pueblo exigiendo y aplaudiendo las más de 990 sanciones económicas impuestas por el gobierno norteamericano a Venezuela que le impiden realizar un intercambio comercial con el exterior en situaciones normales, causando con ello, el empobrecimiento de su gente.

Pero el chavismo salió respondón. Con el legado de Hugo Chávez a cuestas, impuso su voluntad el 28 de julio y proclamó ganador de nueva cuenta a Nicolás Maduro. Y, como se atrevieron a desafiar la verdad que la derecha había construido durante tanto tiempo y en base a cuantiosas inversiones, entonces viene la violencia. "Esa película ya la vimos" afirmó Nicolás Maduro. Hay que responder como se debe y pronto. Hoy se escribe una nueva batalla en el centro político-global- económico de América Latina. No es cualquier batalla la que se libra en Venezuela, sino una de enormes consecuencias. Los que hoy callan, los que traicionan, los que vociferan a favor de los golpistas, saben que tarde que temprano, la historia los juzgará. Esta batalla ha rebasado los límites geográficos de Venezuela y nos obliga a tomar parte. Yo estoy, como siempre a la Izquierda, con el pueblo chavista de Venezuela y el socialismo del siglo XXI. ¡No pasarán!



 



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