El Mercosur ya no volverá a ser lo que fue, ni será lo que muchos soñaron. Es impensable que vuelvan a brillar los casi 300 mil millones de dólares de inversión consolidada (1989 a 1996), o los casi 12 mil millones anuales en intercambio, así como la ola de fusiones empresarias que concentraron la economía subregional casi hasta su ahogo mortal, con un valor de casi 5 mil millones de dólares cada año.
Definiciones con sabor a dólar
Cifras de tales dimensiones fueron las que indujeron a las partes interesadas, a definir el bloque, desde 1995, con entusiasmo neoliberal. Citaremos tres de ellas, que servirán para entender aquel Mercosur de los primeros años, que difícilmente vuelva, por lo menos, en las actuales condiciones políticas de la subregión.
Casi una década después, nadie recuerda aquellas definiciones –o prefieren olvidarlas. Pero aquellas precisiones conceptuales sirvieron para vender al mundo que el Mercosur era sólo eso, un lugar donde los monopolios de la globalización podían ganar mucha plata, rápida y fácilmente, con el menor riesgo político. Sobre todo, porque contaban con la expedita colaboración de los regímenes y gobiernos de sus Estados parte, que se encargaban de la parte públicamente fea del negocio.
Por ejemplo, Delloitte&Touche, una de las consultoras más beneficiadas con las fusiones y radicación de empresas, “teorizó”, que se habían consolidado dos Mercosur, uno de tipo “político”, es decir, territorial, poblacional, no destinado a las inversiones y el consumo, y otro, que definieron como “Mercosur Business”, para no olvidarse de la única razón por la cual lo incluían en su Informe. (Mercosur, Resultados y Definiciones, Informe Especial, 3, Buenos Aires/Sao Paulo, nov. 1994)
“Hipermercado de negocios” lo llamó la Conferencia de la International Federation Advertising (Buenos Aires, 1996) cuando descubrieron que esta zona económica era el mercado “emergente” donde las agencias de publicidad ganaban más plata. Ese año las inversiones fueron de 8 mil 876 millones de dólares, sólo en TV, radio, prensa escrita y avisos de calle, dando cuenta de un viejo axioma capitalista: La publicidad es la sensación térmica del buen negocio. Para confirmar que el bloque no pasaba de ser un shoping center, el titular del Primer Encuentro Mercosur Publicitario, Roberto Márquez, señaló: “Hay un franco optimismo entre los operadores con respecto al Mercosur, en general, nadie duda del futuro del Mercosur” (La Nación, 3/8/1995)
Otro que buscó una explicación tranquilizante fue el polémico ex Economista Jefe del Banco Mundial, Alexander Yeats, en su ya olvidado “Informe Yeats” (BM, 1996). Este hombre hizo un estudio comparativo de inversión-beneficio global en varias zonas del mundo y concluyó que el Mercosur era el único mercado donde se podía invertir a largo plazo sin peligro bélico; llamó a eso “Un campo de inversiones barato y sin guerras”. (Antes y después de ese momento, la única guerra conocida en Latinoamérica fue la que libraron Ecuador y Perú, ambos países fuera del bloque del cono sur, o la interna en Colombia, más alejada aún, en el mapa. En cambio, en Europa, Asia, Oceanía y África se desarrollaban las llamadas “guerras de la Postguerra Fría”, que entre 1989 y 1998, totalizaron 108, según el Informe de Margaretta Sollenberg y Peter Wellestein, ONU, 1999).
Ese Mercosur fue el que dieron por muerto varias veces desde 1998, cuando las ganancias comenzaron a caer y la cosa social comenzó a ponerse complicada (creció el riesgo, y no, precisamente, el de la relación PBI/deuda).
Ahora estamos frente a la emergencia de otro modelo de bloque, tan experimental como el anterior, a caballo de nuevos protagonistas y políticas. Cruzado por el signo del presente que atraviesa América del sur, habrá que seguir su curso para ver a dónde va.
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