Por alguna razón que no entiendo, a pesar de los años en los que sobradamente el imperio ha masacrado gente, ha generado genocidios, se ha apropiado de tierras, de islas, ha convertido naciones enteras en su propiedad, aún se crea que tienen alma y que son capaces de hacer algo por los seres humanos. Para el imperio todo es poder y negocio. No existe ningún estamento de la sociedad que no sea un negocio. Es la razón por la que todo es remitido a los estamentos jurídicos, porque el ejercicio del derecho es uno de los más pingües negocios de ese país. Y desde allí se han construido cotos llamados bufetes, tan mercenarios capaces de hacer cualquier negocio. Uno de esos abogados, no humanos, desenterró una ley del siglo XVIII, y asesoró a Trump para que "de manera legal" enviara a ciudadanos venezolanos, vendidos como esclavos a El Salvador, quien los pondrá a trabajar, pero por quienes va a recibir seis mil dólares por cada uno. Es decir, un vulgar comercio de esclavos en pleno siglo XXI ante la mirada de la ONU y de los organismos de los derechos humanos. No olvidemos que aún a principios del siglo pasado, había abastos de venta de esclavos en Estados Unidos.
La presión contra esa acción, fue de tal magnitud que Marco Rubio dijo que todos eran del Tren de Aragua, lo cual es imposible. Después dijo en un programa de radio que a lo mejor no todos. Nunca esa banda tuvo 300 miembros. Y también me parece una ingenuidad suponer que a Bukele le importe la condición de esos presos, y si fueron llevados allí cumpliendo el debido proceso. El presidente de El Salvador ha demostrado ya que es un vulgar mercenario, a quien poco le importa todo, con tal de que haya muchos dólares para él.
Más patético aún es la posición de la banda de La Interfecta, que apoyaron semejante despropósito, aún cuando saben que la mayoría de esos presos, es gente inocente que salió de Venezuela buscando nuevas oportunidades. Y porque, además, fueron ellos los contratantes del Tren de Aragua y de otros trenes.
Lo cierto es que el gobierno de Venezuela no los ha abandonado y está dando una batalla jurídica, política y de presión social, para que sean repatriados al país, cumpliendo la vieja premisa venezolana de que todos merecen un plato de comida, un baño y una cama limpia. Seguimos demostrando que somos mejores.