Especial para Argenpress.info
Mañana miércoles se realizará la XXIV Cumbre de Presidentes, dentro de la Reunión semestral del Grupo Mercado Común del Sur, en medio de expectativas de distintos signos. ¿La integración de Venezuela y Perú es el nacimiento de un nuevo Mercosur? ¿Será un bloque defensivo en la nueva realidad latinoamericana? ¿Servirá para frenar al ALCA o será un simple instrumento de negociación? ¿Por qué no le gusta a Estados Unidos?
Al revés de la mítica refundación de Buenos Aires a finales del siglo XVI, 50 años después de desaparecida, el Mercosur resucita de su última muerte, sin que nunca haya muerto de verdad.
En el libro “Desafíos de la Nueva Integración” (inédito, 2002) mostramos que (cómo y por quienes), el bloque comercial del sur fue dado por muerto en más oportunidades de las que tuvo para vivir. Sobre todo, después que las consecutivas crisis financieras de México, Asia, Rusia, Japón y Brasil, entre 1995 y 1999, cuando la tasa de ganancia media bajó en las cuentas de las multinacionales.
Sin solución de continuidad, presidentes, cancilleres, ministros de economía, empresarios top, consultoras de inversión y banqueros, condenaron a la hoguera al bloque. Fueron los años de transición entre la crisis del modelo neoliberal y el alumbramiento de lo que hoy aparece, que algunos llaman “neokeinessiano”, y que para ser más justos, podríamos definir bajo el estrambótico mote de “keinoneomercosuriano”, o sea, un poco de Keiness, algo de neoliberal y un tanto de Mercosur.
Nueva realidad, nuevo Mercosur
Sin embargo, el Mercosur renace. Más aún, renace de la manera más inverosímil, sano y con dos miembros más y un entusiasmo desenfrenado de sus fundadores y adherentes. Nadie diría que hasta hace apenas unos meses, nadie daba un centavo por él.
11 años después de fundado (marzo de 1992) y en el mismo lugar, Asunción, América latina y el mundo verán mañana miércoles 17 de junio, la refundación de un nuevo Mercosur.
Esta vez, su novedad no será una fecha o una declaración de intenciones. Veremos la refundación del Mercosur sobre una nueva realidad hemisférica, que podríamos cuadricular así:
Un ligero corrimiento del signo político en el Cono sur, de derecha a izquierda, producida por la resistencia antiimperialista de los últimos 5 años, contra dos marcas registradas de los noventa: neoliberalismo y ALCA.
Una línea de tensión continental llamada Venezuela, con una revolución nacionalista que aceleró esa resistencia en varias direcciones.
Un ciclo recesivo hemisférico que tiró el PBI medio por debajo del 1%, alejó las inversiones desde julio-septimbre de 2001, cambió al continente por Eurasia en la agenda mundial, arrastró a la “equilibrada” economía chilena y su Estado “incorruptible” a un TLC de última hora, dejando a la pequeña economía de Santo Domingo aislada con su PBI por encima del 5%. Y más grave: Sin señales de recuperación inmediata en la “locomotora” norteamericana.
En ese mar de fondo, se verifica la nueva ofensiva de reacomodación estadounidense con dos expresiones claras y una difusa: El TLC (Tratado de Libre Comercio) con Chile y las cinco repúblicas centroamericanas, los Planes Colombia y Puebla-Panamá, dirigidos al control políticomilitar subregional y, por último, la necesidad de acoplar al continente a la “guerra mundial contra el terrorismo”.
En medio de estas cuatro tendencias se refunda el Mercosur. El ingreso inexorable de Venezuela, y el muy probable de Perú, le dan su nuevo contenido.
Por un lado, impone una relación intrabloque desconocida. En lo económico y comercial por supera la realidad donde dos (Argentina y Brasil) funcionaban como bloque desarmónico, mientras las otras dos (Paraguay y Uruguay) permanecían porque nadie las invitaba a otro lado.
¿Un Mercosur defensivo?
Es conocido el hecho de que Paraguay se retiró en siete oportunidades de las reuniones del Grupo y amenazó en otras tantas con retirarse del todo. Más conocidas fueron las cinco visitas del presidente uruguayo, Jorge Batlle, a los Estados Unidos, incluidas las tres entrevistas con el presidente Clinton, todo para instar a un TLC inmediato.
Venezuela y Perú, con economías más intermedias, tienden a equilibrar comercialmente un sistema de aranceles que solo beneficiaba a Brasil, y un poco después a Argentina.
Pero más importante aún, obliga a una redimensión política y económica de su estructura y de su perfil en las relaciones hemisféricas. Es lo que el presidente venezolano Chàvez ha definido como “Un Mercosur donde la política rija a la economía”.
Allí nace el escozor de Washington, que en palabras de su Representante Comercial Hemisférico, Robert Zoellick, significa que “No aceptaremos que las nuevas relaciones del Mercosur cambie la agenda y el calendario del ALCA, pautada para el 2005”. Para sorpresa de muchos, en la última reunión de este proyecto, el sábado pasado en la capital estadounidense, 17 ministros latinoamericanos se comprometieron a cumplir esa fecha, como si fuera una novedad que el equipo de Zoellick viene haciendo una campaña continental para frenar las veleidades anti ALCA dentro del nuevo Mercosur.
Es en este punto donde nace el verdadero desafìo del nuevo Mercosur, lo que determinará si se postula como un espacio se defensa subregional frente a los objetivos imperiales del ALCA, o decide vivir hasta su próxima muerte.